Capítulo 104:

En ese momento, Emilia se quedó mirando a Osvaldo, quien comía tranquilamente.

«¿Qué sucede? ¿Acaso no te gusta?», preguntó el hombre, mirando el plato intacto de la chica.

«Estoy esperando que hables», respondió ella, con el ceño fruncido, y Osvaldo levantó una ceja al escucharla.

«¿Pero no preferirías comer primero?», preguntó él.

“Quiero saber de qué se trata”, pronunció ella, y el hombre tan solo miró divertido y siguió comiendo.

«¡Osvaldo!»

«Me parece que vas a tener que esperar. Tengo mucha hambre», dijo él.

«Pero… ¡Esto es realmente increíble! Me dejaste toda la noche con la duda, ¿Y de verdad ahora no quieres hablar conmigo?», cuestionó ella, mirando al hombre como si la hubiera ofendido gravemente.

«Honestamente, no sabía que eras tan ansiosa, Emilia», señaló él, y se llevó el vaso de jugo a los labios. Luego de eso, comió el trozo de queso en su plato.

Entonces, miró a la joven y volvió a servirse.

«¡Ay, no!», exclamó ella, y se puso de pie, temblando de rabia. El hecho era que ella estaba realmente estresada, se casaba en una semana, tenía calambres y Osvaldo no la ayudaba en nada.

«¡Qué idiota eres!», se quejó la chica y comenzó a caminar hacia la puerta de la casa, pero antes de llegar, Osvaldo la tomó de la mano.

«¡Lo siento, de verdad lo siento! Tan solo estaba bromeando», dijo él.

«No hagas eso, por favor. ¡Lo digo en serio!». Al ver que Emilia estaba al borde de las lágrimas, los ojos del hombre se abrieron de par en par.

«¿Acaso tú estás…?».

«¡Lo juro por lo más santo que existe! Si me preguntas si tengo síndrome premenstrual, ¡Me voy a olvidar por completo de que eres el señor!».

Ante eso, Osvaldo apretó los labios, conteniendo la risa. Luego, abrazó a Emilia.

Ah, qué demonios. ¿Cómo le he a decir que no vamos a tener nada de amor en este matrimonio?, se preguntó el hombre, sintiéndose cansado. Fue por esa misma razón que trató de animar el ambiente, pero todo había salido peor. ¡Igual, no puedes posponer la conversación!, se dijo a sí mismo.

«Ven, vamos a la oficina», habló él en voz baja, tomando la mano de la joven para caminar juntos hacia el lugar.

Una vez allí, cerró la puerta detrás de ella y le indicó con la mano que se sentara en la silla frente a su escritorio.

Emilia se tensó un poco.

¿Qué será lo que quiere? Para traerme aquí… debe ser algo de verdad muy importante, pensó ella, y de repente, sus ojos se nublaron. ¡Lo que me va a decir es que tiene una amante!, concluyó ella.

Eso no era algo inusual, en especial viniendo de un hombre mayor como él.

Uno que ya había estado casado, además.

«Quiero hablarte acerca del tipo de relación que vamos a tener. Me parece que lo más justo es aclarar todo para que no queden expectativas vacías».

Después de decir eso, él tragó saliva, y Emilia logró no temblar los labios. En ese instante, se dio cuenta de que no quería que Osvaldo buscara a otra mujer, ya que lo quería para ella sola.

Si me habla de una amante, no quiere decir que la va a buscar. ¡Es porque ya la tiene!, pensó la chica.

«Emilia, lo cierto es que nosotros dos no estamos juntos porque empezamos una relación convencional, sino porque es conveniente. Tanto para ti como para mí», pronunció él, y colocó ambas manos sobre la mesa, entrelazadas para continuar: «Por supuesto- que espero que tengamos un matrimonio armonioso, de hecho, creo que nos llevamos bastante bien. Y, además, necesito un hijo, como bien sabes».

«Osvaldo, por amor a Dios, si me vas a decir que hay otra, dímelo de una vez por todas», pidió ella, y sollozó. Al escuchar eso, el hombre parpadeó un par de veces, mirándola, e hizo una mueca de asombro.

«¿De qué se supone que estás hablando, mujer?».

«Tienes otra mujer, ¿No es así?», preguntó ella, y agregó: «Te vas a quedar conmigo para tener un hijo y eso es todo, pero vas a mantener a tu amante».

Tras ello, Osvaldo abrió la boca un par de veces, pero sin decir nada por unos instantes. Luego, sacudió la cabeza.

«Emilia, yo no soy de andar de p$tas en absoluto. Me parece que me estás confundiendo con otra persona. Si me voy a casar contigo, la única mujer con la que me voy a acostar eres tú, nadie más. Por lo tanto, puedes estar tranquila. De hecho, es ofensivo para mí el hecho de que pienses que me casaría contigo y saldría con alguna z$rra al azar», declaró el hombre.

Teniendo un bombón como tú en casa…, pensó él, pero no habló más. Si decía algo así, sería él quien la ofendería.

«Ah, bueno… yo…».

«Es un hecho que nos vamos a casar, y seremos fieles el uno al otro, pero no habrá nada más que cariño. No habrá amor. Nunca», pronunció él, de manera rápida, y la joven lo miró fijamente.

«Lo que me estás diciendo es que no debería esperar amor de tu parte, ¿Es eso?», cuestionó ella, y lo miró con los ojos entrecerrados.

«Exactamente, así es. Y la verdad es que no espero amor de tu parte. De hecho, honestamente, estaría mucho más cómodo si no me amaras, ya que yo no puedo amarte como quisieras. Entonces, sería algo injusto para ti».

«Me haré cargo de mis propios sentimientos, no te preocupes. Si llego a enamorarme…».

«Vas a guardarte eso para ti», dijo él con seriedad. «Si llegas a amarme, no quiero saberlo, por favor».

«¿Puedo al menos saber por qué?».

«No», respondió el hombre secamente y siguió mirando a la chica con expresión neutra. «Eso es todo lo que quería aclarar».

«¿Haremos una inseminación artificial?».

«¿Qué?».

«Bueno, dijiste que no habrá sentimientos más fuertes que el afecto entre nosotros. Entonces… ¿Preferirías hacer inseminación artificial?»

“Estoy un poco confundido. ¿Qué tiene que ver el amor con hacer un bebé de la manera tradicional?».

En ese momento, Emilia se pasó la lengua por los labios y su mirada indicaba que estaba pensando.

«Tú no quieres tener intimidad conmigo, no te gusto. Entonces…».

De inmediato, Osvaldo levantó la mano para que la mujer dejara de hablar.

Luego, se levantó y se puso a su lado.

«Levántate», pidió él y ella obedeció.

«¿Crees que te dije todo eso porque no me gustas? ¿En absoluto? Emilia ya nos besamos, no te entiendo”.

Entonces, no te gustó. Lo probaste y viste que no era lo que querías, por lo tanto.

Ella no terminó su pensamiento, porque el hombre la jaló por la cintura y le pasó los dedos por el cabello, atrayéndola hacia él. Al instante, sus labios cubrieron los de ella como si fuera a devorarla. La joven g!mió y él contuvo el aliento, sentándola sobre la mesa.

«¿Crees que no te deseo?», preguntó él y se colocó entre las piernas de la mujer, que estaba completamente floja.

En ese momento, la joven sintió que su cuerpo se derretía por todas partes. Luego, Osvaldo se recostó contra Emilia y ella sintió un volumen duro interponerse entre sus cuerpos.

«Quiero estar dentro de ti, Emilia, hacerte mía».

«P-pero…».

Entonces, él tomó una de sus manos y decidió ser audaz, llevándola al frente de sus pantalones. En seguida, la chica contuvo la respiración y los dos se miraron a los ojos.

«Estoy duro como una roca por ti. ¡Me duele el p$ne por tanta excitación!»

Tras ello, hizo que ella pasara su mano a lo largo de su miembro y luego le dio un ligero apretón, provocando un g$mido de él.

«Maldita sea, Emilia, si pudiera, te haría mía aquí mismo. Te dejaría con las piernas temblando tanto, que después no podrías caminar sin apoyo».

«¡O-Osvaldo! Pero…»

Entonces, él atacó su boca de nuevo y en poco tiempo ella intentó apartar su mano. Sin embargo, el hombre aprovechó ese movimiento para acariciarse con la mano de la joven.

«¿Puedo seguir haciendo esto?”, preguntó él entre g$midos y ella asintió.

El hombre siguió adelante hasta que sintió que acabaría, así que se detuvo, respirando con dificultad y apoyando su frente contra la de ella.

Posteriormente, Emilia se fue con las piernas tambaleantes.

«Y eso que ni siquiera hicimos nada», el rostro de la chica estaba más que rojo. En ese instante, Osvaldo la estaba llevando a su casa.

“Creo que este fue nuestro último encuentro antes de la boda», comentó él. «No nos volveremos a ver en una semana».

«Así es», respondió ella, cabizbaja.

«Osvaldo, eso es lo que se suponía que debíamos hacer en nuestra noche de bodas, ¿No?».

«Algo así. Ya sabes cómo funciona la biología», respondió él y ella asintió.

«Bueno, eso no está en los libros, ¿Verdad?», mientras ella decía eso, él notó que se sonrojaba.

«¿Quieres decir que en serio eras una buena chica, incluso con acceso a Internet, yendo a otro país, y que no has estado viendo nada inapropiado?

¿Lo dices de verdad?».

Al escucharlo, ella lo miró.

«Claro que lo digo en serio. Es decir, ¡No he visto nada que no debería haber visto!».

«Tranquila, no tienes que sentirte mal”, dijo Osvaldo sonriendo y acercándose a la mujer. «A decir verdad, me alegra un poco saber que te voy a enseñar todo, pero si lo hubieras visto, no pensaría mal de ti, Emilia. Yo no soy un viejo anticuado».

«Entonces, ¿Eres un viejo actualizado?».

Al escucharla, el hombre alzó las cejas y luego se echó a reír.

«Te dije que te voy a mostrar todo lo que puede hacer este viejo. Ahora ve a casa. Nos vemos en una semana”, tras ello, él le guiñó un ojo y vio cómo la chica bajaba del auto y entraba en la casa.

¡Solo una maldita semana!, pensó el joven y condujo de regreso a casa.

La semana en sí pasó relativamente rápido. Por otro lado, Emilia tuvo que encargarse de los últimos preparativos con la ayuda de Carolina, ya que Diana no podía moverse mucho.

Finalmente, llegó el gran día y la joven amaneció diferente. Ella ya sabía que Osvaldo no quería que se amaran, pero, de todos modos, quería casarse con él y vivir ese matrimonio al máximo.

No puedo decir que me guste un poco más de lo que él quisiera, pensó en ese instante, levantándose de la cama.

Luego, pasó todo el día en el spa, acompañada de Carolina y Jade. A

pesar de que no hablaba mucho con esta última, Carolina y Emilia se acercaron, pues, ella quería conocer más a la rubia.

«Muchas gracias por invitarme», dijo Jade. «La verdad es que no me lo esperaba».

«Si le agradas a Carolina es porque eres de confianza».

En ese instante, Emilia no mencionó a Marcelo, pero notó que la joven estaba usando más maquillaje en algunos lugares.

¡Ese maldito!, pensó al verla.

Posteriormente, todos se prepararon y era hora de ir a la iglesia.

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