Un destino difuso
Capítulo 61

Capítulo 61:

“¿Ya saben el se%o del bebé?”

“No, hemos preferido esperar a que cumpla los seis meses de gestación, con el fin de llevar las cosas con calma”.

“Me parece bien, estoy ansiosa, no puedo esperar para irme de compras. ¡Para bebes se encuentran cositas tan hermosas!”

“He ahí la causa de llevar las cosas con calma Señora Valeria… porque si no les pongo freno, me llenan el cuártico del bebé con todos los regalos, y cuando el bebé nazca, no tengo espacio y me toca colocarlo en el pasillo”, comentó divertida.

“Ay eres cruel conmigo..”., dijo haciendo pucheros.

“Y tú, Fabiana, ¿Cómo has estado querida?”

“Pues yo estaba muy bien después del tratamiento. Pero de unos días para acá me he sentido soñolienta y cansada y esta semana que salimos a comer pizza, me cayó muy mal; llegué vomitando a la casa”

Valeria, ante este comentario, quedo un tanto cavilosa y palideció un poco, por lo que parecía ser el resultado de sus pensamientos.

“¡Hay Fabiana!, pero cuéntame ¿Cómo vas con tus m$nstruaciones?”

“¿¡Ah… qué quieres decir!?”

“¡¡Nada!, solo que esos síntomas me son familiares”.

“¡Ay no! ¡No puede ser!”

“¡Tranquila, no pasa nada, Fabiana!”

“¡Si pasa Valeria, hace dos meses que no veo regla!, pero soy tan atolondrada que no me había percatado de ello”.

“Bueno, Fabiana, de ser positiva nuestra sospecha, ¡Todos estaremos felices!”

“Si Fabiana, sería una gran alegría, así no me dejas parir sola..”.

“Ay Amalia, si fuera tan fácil..”.

“Tranquila amiga, mañana salgo y te compro una prueba de embarazo para que salgas de la duda”.

“Okay, solo que no digamos nada aún, por favor…”, dijo agitando las manos.

“No hay problema, hija, no diremos nada, hasta estar seguras; además eres tú la que tienes que decirle a tu marido”.

“Si es verdad, llegará el momento de decírselo. Gracias, por su ayuda y comprensión”

“Te angustias como si estuvieras haciendo algo malo, de verdad no te comprendo”

“¡No sé Amalia, disculpa, son cosas mías…!”

En otro orden de ideas… Valeria anhelaba decirle a Fabiana que había encontrado el paradero de su madre, pero prefirió esperar el momento oportuno.

Por otro lado, debía hablar antes con su hijo acerca de este tema, para saber qué pensaba él al respecto.

Uriel dijo en ese momento:

“Ya los muchachos se van Valeria, ¿Tienes más cafecito?”

“No, solo preparé el que nos tomamos, porque te encanta beber en exceso y después no duermes”

“¡Fíjense hijos, me tienen a pan y agua, ya ni un cafecito me quieren dar!”

“¡Hay papá, como sufres…!”, dijeron divertidos.

“¡Vamos chicas!, otro día volvemos con más tiempo, para que no les quede la conversación a medias”.

“¡Chao mis amores! Les dijo Valeria dándoles un abrazo, y les dijo bajito: tranquilas, todo saldrá bien”.

“Gracias por invitarnos, me encanta tu comida madre”

“Igual yo”, dijo Martín.

“Gracias mamá”

Fabiana estuvo callada todo el camino de regreso, detalle que no pasó desapercibido para Alejandro.

Solo Amalia comprendía perfectamente la situación.

“¿Qué tienes Fabiana? No has articulado palabra, ¿Te disgusto algo?”

“No, Alejandro, todo lo contrario, mejor no nos pudo haber recibido tu madre. Es solo que me siento un tanto cansada, además creo que, hablamos más de la cuenta”.

“Si es cierto, con Valeria hablamos y reímos hasta que se nos secó la garganta, pasamos un buen rato”.

“A bueno… pensé que te sentías mal de nuevo. ¡Ja! Mamá se desquita cuando está acompañada; son muchas las horas que pasa sola en el apartamento”.

La verdad era que, Fabiana no tenía cabeza para nada más que, dar vueltas y más vueltas, a las palabras de su suegra.

¿Qué tal si ella tenía la razón?

¡No, no podía ser cierto!, era solo una jugarreta de su cuerpo. Por alguna razón que desconocía no había menstruado, pero no tardaría en hacerlo.

¡Eso esperaba con ansia!

Se devanaba los sesos pensando.

¿Cuándo en el pasado le había sucedido algo parecido?

Pero… no, no recordaba exactamente cuándo. Estaba totalmente negada a la otra posibilidad… a la de su suegra.

Sentía calosfríos solo de admitir…

¡No, no, no, eso no podía ser posible!

En ese dilema existencial llegó a la casa y con cualquier excusa se retiró a su habitación. Mientras los Cruz se dirigieron a la oficina a fin de adelantar trabajo, un rato, en lo que quedaba de día.

Al comenzar semana, Uriel tuvo noticias de la labor de sus hombres dentro del recinto penitenciario.

“¿Aló, Uriel?”

“Si, buenos días, Odín, dime”

“Necesito hablar contigo personalmente, tengo noticias de tus hombres”.

“Ven hoy y hablamos en mi oficina”

“Está bien, Odín, estaré allí después de las nueve, para que me dé tiempo de llamar a los muchachos; es importante que ellos estén al tanto de cada detalle”.

“Me parece bien, los espero”

Fabiana, se había despertado temprano esa mañana, a pesar de no haber dormido precisamente bien la noche anterior.

Sin embargo, espero a que su marido y su cuñado se retiraran a sus compromisos, para tener libertad de aclarar la incógnita que le quitaba la paz.

Una vez se aseguró de que salieron en sus autos; corrió a la habitación de Amalia, para recordarle su promesa de conseguirle una prueba de embarazo.

“Buenos días, Amalia, ¡Hay disculpa amiga que venga tan temprano a molestarte!, pero es que estoy terriblemente ansiosa..”.

“Asi, tranquila Fabiana, pasa. Fíjate que estás de suerte. Anoche estuve buscando en mi botiquín y encontré una que me sobró de las que use cuando me hice la prueba. En ese momento estaba tan ansiosa como tú; por eso compre varias”.

“¡Ay qué bueno, amiga! ¡Dámela, porfa, no veo el momento de hacérmela!”

“Ya va, amiga, por aquí la tenía… ¡Aja!, ¡Aquí estál, ve pronto y sales de la duda”.

“¡Aquí en tu baño, no puedo esperar!”

“Si pasa, no hay problema, estamos solas..”.

Al rato, se oyó un grito en el baño:

“¡No, no puede ser! ¡Amalia será que la prueba estaba vencida!”

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