Un destino difuso -
Capítulo 5
Capítulo 5:
‘Debo ser duro con ella, no puedo ceder a sus encantos. Debo permanecer firme, por los negocios, por el dinero y también por los beneficios’.
‘Pero de lo que si estoy seguro es de lo mucho que disfrutaré del cuerpo de esa belleza’. Alejandro mantenía un monologo interno en los intervalos de silencio de esa violenta cena.
Al terminar de cenar, Odín observó que el plato de su hija estaba prácticamente intacto.
“Todavía tienes comida en tu plato”
Observó con tono cortante.
“Se me quitó el hambre..”.
“No se preocupe suegro cuando esté en casa vigilaré que se alimente bien, pero ahora quiero que pasemos a lo que nos trajo aquí esta noche”, dijo mientras sacaba una cajita de terciopelo rojo de su bolsillo.
La abrió y dentro estaba el anillo de compromiso con la piedra más grande que Fabiana hubiera visto alguna vez, el diamante brillaba con luz propia.
Alejandro dio la vuelta a la mesa y se arrodilló frente a ella. Odín le hizo señas a su hija para que se pusiera de pie.
Fabiana se levantó y en cuanto Alejandro se acercó para ponerle el anillo ella retiró su mano levantando la barbilla, no quería escucharlo pronunciar las palabras.
Pero Alejandro era terco, ninguna mujer lo rechazaría así que continuó como si no le hubiera visto el gesto”.
Fabiana Reyes, ¿Aceptas ser mi esposa?”
Era un mero formalismo, estaba claro que la respuesta no dependía de su voluntad.
Fabiana desde arriba lo miró con desprecio y odio escondiendo sus manos detrás de su espalda.
“Yo no soy un objeto con el que puedan realizar transacciones..”.
Y dejó a Alejandro con la mano extendida y el anillo brillando frente a ella como un reflector.
Odín se levantó lleno de ira ante la impertinencia y el desdén de su hija, y la necesidad de arruinar sus negocios, se acercó a ella con el cortapuros que había estado utilizando para cortar sus habanos.
Tomó una de sus manos de detrás de su espalda y se la llevó al frente aplicando un exceso de fuerza innecesaria y antes de que Fabiana pudiera entender lo que él estaba haciendo metió su dedo anular en el cortapuros y lo apretó ejerciendo tanta presión hasta que un hilillo de sangre comenzó a correr por su mano.
Fabiana se horrorizó cuando sintió el dolor punzante del corte y levantó su pálido rostro aterrorizado hacia su padre.
“¿Cuál anillo aceptarás hoy, el de Alejandro o el mío? Elige bien cuál de los dos quieres llevar”, le amenazó mientras apretaba más y cortaba su piel.
“¿Qué prefieres, tus dedos completos o uno menos?”
El rostro de Odín se había vuelto rojo.
“Te juro que te cortaré el dedo por causa del desprecio que has mostrado hoy”.
Fabiana sacó su otra mano de detrás de su espalda y la estiró hacia Alejandro, su prometido le puso el anillo en el dedo tembloroso.
Fabiana sintió un dolor en su corazón más profundo que el dolor del corte por el cortapuros de su padre.
Las lágrimas resbalaron por su rostro, no pudo contenerlas más.
La humillación y el terror vivido esa noche no podía compararlo con nada que hubiera experimentado antes.
Cuando Alejandro la vio derrotada sintió un extraño dolor en su pecho que lo dejó sin aliento por un momento. La impresión de ver a su futura esposa humillada y sufriendo le afectó de una manera que él no esperaba.
‘¿Estaré haciendo lo correcto al obligar a esta hermosa e inocente mujer a casarse conmigo y a llevarla a vivir a mi peligroso mundo?’, se preguntó Alejandro por una fracción de segundo y de debilidad.
Pero aquel pensamiento se fue tan rápido como había llegado, así que se levantó y acercándose a ella dejó un beso en sus labios como muestra de su triunfo.
“¡Por nuestro futuro juntos!”
Y el prometido alzó su copa.
“Entonces, solo queda concertar la fecha de la boda”
Aplaudió Uriel cortando el largo e incómodo silencio en el ambiente.
“Perfecto, creo que tiene que ser pronto”
Observó Odín pensando para sus adentros que su hija había salido demasiado rebelde para su gusto y era mejor deshacerse de ella y entregársela a Alejandro antes de que se le ocurriera huir o algo parecido metiéndolo en un problema.
“Estoy completamente de acuerdo con eso, ¿Qué piensas Alejandro?… ¿Alejandro?”
El hombre veía absorto como las lágrimas de su prometida rodaban por sus mejillas, sacudió la cabeza para poner en orden sus pensamientos.
“Si, tal vez sea posible hacerlo este mismo fin de semana si les parece..”.
Propuso pensando en que si la dejaba más tiempo con su padre le tocaría llevársela mutilada y maltrecha.
“¡Perfecto! Este fin de semana será, pasemos a mi despacho para ultimar los detalles, sé que mi mujer conoce a una planeadora de bodas, la llamaré para que ayude con eso, todo estará listo para el gran día”.
Y así los tres hombres dispusieron de la vida de Fabiana como si de ganado se tratase. Fabiana lloró por horas.
“¡Que ardor tan intenso siento! Ese desgraciado casi me corta el dedo, ha destruido todo mi futuro y me ha organizado uno a su antojo sin tomar en cuenta mis sueños y aspiraciones”
Pronto estaría casada con alguien a quien apenas había visto una vez en la vida.
Se llevó la mano hasta la herida, la había limpiado con antiséptico, pero el dolor estaba ahí, y seguiría como una señal de que su futuro, tal como lo había soñado, ya no existía más.
Se hizo un ovillo sobre la cama y se abrazó a Sí misma para calmar sus temblores, pero fue inútil, estaba en estado de pánico.
En la mañana estaba disfonica.
“Tengo el rostro inflamado y me duele todo el cuerpo. ¡Me siento tan sola!”
Tambaleante se lavó el rostro y mirándose al espejo se prometió:
“Lucharé por mi vida así sea lo último que haga. Si tengo que casarme para salir de la casa de Odín Reyes, lo haré. Ya encontraré la forma de escaparme”
Observó en el reflejo sus ojos que le devolvían la mirada llena de seguridad.
“Tal vez no sea tan malo casarme después de todo. Intentaré convencer a Alejandro para que me deje terminar mi carrera”.
…
A mediados de semana tuvo la sorpresiva visita de su prometido, que pasó a verla solo unos minutos, al observarla tan delgada le dijo:
“¿Por qué estás bajando tanto de peso? ¡No quiero que desaparezcas!”
Y bajando la vista a su mano le preguntó:
“¿Qué pasó con tu anillo?”
Y sin disimular su disgusto, le afirmó enérgicamente:
“¡Quiero que lo luzcas el día de la boda!”
Después de eso se retiró muy molesto con ella.
Esa semana llegó la casa de modas con diferentes vestidos de novia.
“Cariño, ese vestido no te queda bien, cámbiatelo y ponte el otro”
“¿Cuántas veces debo vestirme y desvestirme?”
Fabiana estaba fastidiada ya se había probado toda la tienda.
“Don Alejandro está invirtiendo una fortuna en todo, deberías de estar agradecida de tu prometido, es tan lindo”
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