Un destino difuso
Capítulo 6

Capítulo 6:

“Guao, esto era el colmo”.

“Si no estuvieras tan delgada algo te quedaría bien, y debes dormir mejor, tu rostro luce horrible y demacrado”

Hizo la observación el hombre de los vestidos. A ella poco le importaba porque nada cambiaría la sensación que tenía de que la preparaban para ser llevada al matadero, así que no encontraba motivos para estar agradecida.

Nunca antes se había sentido tan sola e indefensa.

“¿Dónde estás mamá?, como extraño tu voz… ¡Como quisiera hablar contigo!”

¿Por qué no podía hacer nada por ella?

¿Dónde estaba la policía?

¿Todo el mundo había desaparecido?

“¿No entiendo por qué me abandonaron a mi suerte? ¿Es que no saben lo que estoy pasando?”

Quería gritar, desahogarse, pelear con alguien, pero no podía, el solo recuerdo del cortapuros en su dedo la hacía temblar.

El único recurso que le quedaba para drenar su rabia era llorar en la quietud y oscuridad de su habitación.

Cuando llegó el gran día toda la casa se puso en movimiento.

“Señorita, su padre dice que el Señor Nacho ya está aquí para arreglaría”.

“¿Quién es Nacho?”

Un hombre bajito, de pantalones ajustados y camisa con brillos entró en la habitación.

“¡Hola, querida!, ¡Tú debes ser la novia!”, dijo con tono cantarino acercándose para darle un beso en cada mejilla.

“Veo que tienes un hermoso y abundante cabello, veamos qué podemos hacer con él, ¡Quedarás como una diosa!”

‘Esto es lo que me faltaba, que contrataran a alguien para que viniera a meterse con mi cabello’, pensó Fabiana.

“¡Ay querida!, pero te veo muy tensa”

Masajeándole los hombros de manera impertinente.

“Cariño relájate, ¡Que hoy es tu gran día!”

Nacho había llegado con un pequeño ejército de estilistas y en cuanto se instalaron revolucionó a todo el mundo para que se pusieran manos a la obra.

“Veo pocas mesas allá abajo, ¿Serán pocos invitados?”

Por lo visto el estilista era observador.

Fabiana suspiró y apenas asintió con la cabeza.

“Mmm… a veces los eventos más chic se hacen de manera privada… ¿Y el novio? ¿Es ese bombón de ojos claros y barba de candado que esta allá abajo?, ¡Oh, por cielos! ¡Haz de ser la mujer más afortunada del mundo! ¡No lo conozco y ya lo amo!”

Fabiana hizo un esfuerzo por no gritarle. Este hombre la estaba llevando al límite, una cosa era tener que casarse obligada, y otra, tener que aguantarse a alguien diciéndole lo afortunada que era estar en su posición.

“Te recogeré el cabello, preciosa, te verás elegante y distinguida, tienes un cuello largo, te favorecerá mucho un peinado alto..”.

Nacho recogió su melena exquisitamente mientras alguien más se encargaba de la manicura, la maquillaron con un suave ahumado de tonos tierra en los ojos y completaron el look con la corona y el velo.

“Vamos querida, ponte el vestido para ver si falta algo”, ordenó Nacho.

Fabiana se vistió sin ninguna expresión que indicara que estaba emocionada por su boda, el estilista solo analizaba su rostro y sin poder morderse la lengua continuó.

“¡Ese vestido cuesta una fortuna! ¿Sabes que es de diseñador, no?”

Ella no lo sabía y no le interesaba, hubiera podido casarse con una bolsa de basura encima y no le habría importado.

“Camina, quiero verte”, pidió Nacho.

“¡Exquisita! Simplemente ¡Exquisita!, ¡A tu prometido se le van a salir los ojos cuando te vea!, bueno, ya he terminado aquí”, dijo acercándose a ella mientras despedía a su personal y los enviaba fuera de la habitación.

“Mira preciosa… no te ves cómo alguien que vaya a casarse con ese bombón de allá abajo por amor, no conozco tu situación, pero eres una mujer hermosa como pocas, no dejes que esto te afecte, toma el toro por las astas y ve allá abajo y cásate con dignidad, que las cargas se arreglan en el camino”.

Nacho era la primera persona que se había tomado la molestia de darle ánimos.

“¡Gracias!”

Fabiana le dio un abrazo.

Qué triste que fuera un desconocido el que le diera una palabra amable.

Fabiana se desplomó sobre la cama en cuanto Nacho se fue, el hombre que la cuidaba entró con un móvil y le indicó que contestara.

“¿Hola?”

“¿Fabiana?, ¡Mi niña hermosa! ¿Cómo estás?”

“¡Mamá! ¡Cielos, por fin! ¡Ven a buscarme, sálvame!”

Exclamó a los gritos.

“¡Oh, no puedo, tengo las manos atadas! Tu vida y la mía corren peligro. ¡Obedece a tu padre… ese hombre es implacable!”

“¡Mamá por los cielos, te lo ruego!”

Sollozó mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y le corrían el maquillaje.

Alguien le arrancó el móvil dejándola desconsolada y en la desesperación.

Más valía que no le hubiera permitido hablar con su madre, ahora se sentía más miserable.

“Ya es hora, vamos su padre la espera..”.

Fabiana se limpió las lágrimas sin importarle si arruinaba su maquillaje, seguiría el consejo del estilista.

‘¡Estoica, Fabiana, estoica!’, pensó para sus adentros mientras caminaba como quien se dirige a su última morada, ahora estos bárbaros tenían el As bajo la manga, el juego era de ellos, pero no siempre sería así, levanto la barbilla y bajo las escaleras.

Odín la estaba esperando, extendió el brazo y la recibió con admiración.

“¡Estás hermosa!, ¡Digna hija de tu padre!”

Y echó a andar exhibiéndola como a un trofeo mientras caminaba hacia el patíbulo.

“¡No tengo damas de honor, no hay campanas de celebración, no están mis seres queridos!”, le reclamó a su padre.

“¡Yo no conozco a nadie!”, musitó al mirar hacia los lados.

“No tienes por qué, todos los presentes tienen negocios conmigo, son gente importante para mi”,

“Eres tan egoísta que solo piensas en ti, se supone que este día es para la novia”, replicó ella. Levantó la mirada y al fondo en el arco de flores estaba Alejandro.

Gallardo, de traje elegante y rostro perfecto, uno que difícilmente se podía relacionar con su personalidad.

“Alejando Cruz eres la crucifixión total de mi futuro”.

El sacerdote comenzó la ceremonia pero solo su cuerpo estaba presente, su mente divagaba y cuando hicieron la pregunta de rigor Alejandro tuvo que codearla para llamar su atención hacia el sacerdote.

“Fabiana Valdez, ¿Quieres recibir a Alejandro Cruz como tu legítimo esposo?”

La mujer apretó los dientes para responder:

“Si..”.

De mala gana y con un hilillo de voz bajo la mirada amenazante de su padre.

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