Sus mil secretos
Capítulo 1554

Capítulo 1554:

La mujer se lo pensó un segundo y explicó en tono engatusador: «Cambiaron mi bolsa por la de otra persona. Tras mi investigación, descubrí que tienes la misma marca de bolso. Como no sabes nada de lo ocurrido, no te lo pondré difícil. Simplemente quiero recuperar la bolsa que me pertenece. Por favor, recuerda dónde la pusiste. Enviaré inmediatamente a alguien para que la coja y te dejaré marchar cuando me la devuelvas”.

El subordinado movió la daga de la cara de Sonia a su garganta cuando la mujer terminó.

La frialdad de la hoja le puso la piel de gallina.

Se tranquilizó y pronunció: ‘‘La bolsa está en mi casa. Suéltame y te la daré’’.

Los fornidos subordinados que rodeaban a la mujer se volvieron hacia ella, esperando sus órdenes.

Sonia continuó convenciéndoles: ‘‘Miren, está bastante claro que me he metido accidentalmente en lo que sea que esté pasando. Mi armario está lleno de bolsos como ése. Simplemente elegí ése ese día porque combinaba con mi ropa y mi estado de ánimo. Siento haber cogido el tuyo sin saberlo’’.

Lorraine bajó la cabeza, se lo pensó y asintió. En ese momento, los fornidos subordinados desataron a Sonia.

“Anota el número de teléfono de tu familiar. Haré una llamada y les diré que envíen la bolsa. Sólo entonces te dejaremos marchar’’, ordenó Lorraine mientras arrojaba un papel arrugado a Sonia.

Era la primera vez en la vida de Sonia que tenía que soportar semejante humillación. Cuando aflojaron las cuerdas que rodeaban sus extremidades, su primer instinto fue liberar sus muñecas. Sin embargo, el subordinado que estaba cerca no comprendió lo que significaba la cortesía y le clavó violentamente un lápiz en la palma de la mano, gritando: «¡Escribe!». Su voz era tan fuerte como un trueno al resonar en la habitación.

A Sonia le dolía la cabeza mientras su voz resonaba en sus oídos. Inconscientemente se los tapó y, para evitar quedarse sorda, escribió rápidamente la información que querían.

Lorraine pensó que probablemente Sonia no mentía, porque ésta le proporcionó la información solicitada inmediatamente y con amabilidad.

Sin embargo, la bolsa contenía algo muy importante, por lo que Lorraine se sintió obligada a verificar la información ella misma para sentirse tranquila. Hizo un gesto a uno de sus secuaces para que se quedara vigilando a Sonia antes de marcharse con el resto.

La habitación quedó en un silencio inquietante cuando la mujer se marchó con sus secuaces.

El subordinado que quedaba pensó que Sonia no entendía su idioma, así que empezó a charlar sobre ella con sus amigos por teléfono.

Sonia presionó los labios. Le preocupaba que, después de todo, no la fueran a liberar.

Por eso empezó a pensar en cómo ponerse en contacto con el mundo exterior.

Recordó que no había llevado nada consigo cuando la secuestraron y empezó a sentir pánico.

En ese momento, el subordinado cerró la puerta, se detuvo y se acercó a ella. Ella tenía la mirada perdida y él no podía saber qué le pasaba por la cabeza. Entrecerró los ojos y le preguntó con recelo: «¿En qué piensas?».

Ella pensó rápidamente en una excusa y sonrió. “¿Puedo ir al baño? Necesito hacer mis necesidades’’. Una vez en el baño, por fin podré relajarme, ya que no tendré que volver a ver a este hombre.

El subordinado ladeó la cabeza y la estudió. “Será mejor que no intentes nada raro’’.

Luego abrió la puerta del baño de la habitación privada.

El plan inicial de Sonia era escapar pidiéndole que la llevara a un baño fuera de la sala privada. Sin embargo, no esperaba que la habitación privada tuviera su propio aseo diminuto. Así pues, esa idea se fue al traste.

Con la cabeza gacha, entró en el baño con decepción. Cuando observó el interior, se sintió aún más consternada.

Dentro sólo había una rejilla de ventilación y una ventana.

Intentó abrir la rejilla de ventilación, pero no tenía fuerzas para hacerlo.

Sin embargo, podría abrir la ventana.

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