¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? -
Capítulo 117
Capítulo 117:
Jaxen estaba seguro de haber oído antes el nombre de «Katelyn Bailey». Sin embargo, su memoria era borrosa y no recordaba bien dónde.
Miró a Katelyn con atención, frotándose la barbilla. «¿Nos conocemos? ¿Podrías darme una pista?»
Sintiéndose algo impotente, Katelyn miró hacia Vincent. Sus personalidades opuestas -una ardiente, la otra gélida- hacían que resultara desconcertante cómo habían podido llegar a ser amigos.
De repente, la voz severa de Vincent rompió el silencio. «Jaxen, recuerda nuestro propósito aquí».
Sus palabras despertaron la atención de Jaxen, que sintió un escalofrío al encontrarse con la escalofriante mirada de Vincent. ¿Era su imaginación, o había una amenaza oculta en este entorno de oficina ordinaria?
Jaxen desechó rápidamente la idea con un gesto de la mano. «No se preocupe. Tengo un valor incalculable. Además, con una compañera tan guapa como Katelyn, nuestra productividad se duplicará».
La expresión de Vincent se endureció y se golpeó ligeramente la rodilla. Su voz llevaba una amenaza velada cuando dijo: «Si no cumples mis expectativas, tendré que revelar tu secreto a tu familia».
Jaxen protestó en voz alta: «Se supone que somos amigos. ¿No es esto un poco solapado?».
Vincent le ignoró y se volvió para mirar a Katelyn.
«Cuando el cortafuegos esté instalado, te pagaré el doble de lo estimado».
Katelyn negó lentamente con la cabeza, fingiendo confusión. Estaba perpleja. ¿No debería haber sido Vincent más discreto si albergaba sospechas sobre su identidad?
Vincent la miró con calma y le preguntó sin rodeos: «¿Eres capaz de codificar?».
Katelyn abrió los ojos con sorpresa. «Sr. Adams, ¿me está pidiendo que codifique? ¿No sabe que sólo soy diseñadora?».
Jaxen, desconcertado por el intercambio, miró de Katelyn a Vincent. «Espera, ¿estás seguro de que tienes a la persona adecuada?».
Vincent se sentó estoicamente, con la mirada clavada en Katelyn. «Ayer mismo, el TS frustró una suplantación de identidad poco después de que te fueras. ¿No te parece demasiada coincidencia?».
Katelyn se quedó momentáneamente en silencio, contemplando. ¿De verdad podía Vincent basar sus sospechas en observaciones tan triviales? ¡Qué astuto observador debía de ser!
Mirándolo de frente, con los ojos serios, respondió: «Señor Adams, me está sobrestimando. Sólo soy una diseñadora. Quizá sea tan casual como parece».
Vincent reflexionó, con una expresión cada vez más inescrutable. Parecía poco convencido.
El cortafuegos de la empresa había empezado a recibir protección anónima exactamente cuando Katelyn habría llegado a casa desde el Grupo Adams.
«En este mundo, las verdaderas coincidencias son una entre un millón. La mayoría son obra del hombre», comentó Vincent, sus palabras cargadas de insinuaciones.
Jaxen se paseó alrededor de Katelyn, con expresión preocupada, antes de detenerse frente a Vincent.
«La codificación de TS es increíblemente refinada, casi como una obra de arte. ¿No es demasiado joven para ser tan experta?», preguntó. En su opinión, TS debería tener décadas de experiencia para crear un código tan perfecto.
Vincent permaneció en silencio, con su intensa mirada fija en Katelyn, como si tratara de discernir la verdad a través de su comportamiento. A pesar de su escrutinio, Katelyn no dio muestras de pánico, sino de auténtico desconcierto.
Se apartó un mechón de pelo y dijo con un deje de frustración: «Si poseyera las habilidades de TS, ¿por qué iba a ocultarlo? Si tuviera ese talento, lo reconocería con orgullo».
Su declaración, que pretendía desviar la atención, no hizo sino intensificar el escrutinio de Vincent. Tampoco encontró ninguna razón concreta para creer que Katelyn negaría tal afirmación.
Jaxen, tratando de aligerar el ambiente, puso una mano en el hombro de Vincent y dijo: «Puede que estés leyendo demasiado en esto».
Vincent permaneció callado, dividido entre sus sospechas y la posibilidad de que Katelyn estuviera simplemente ocultando sus verdaderas capacidades.
Katelyn, con un gesto de resignación, extendió las manos y explicó: «Entiendo que la empresa esté amenazada, pero no soy la programadora que necesitan. Mi especialidad es el diseño, no la codificación».
Vincent, con mirada pensativa, sonrió levemente y concedió: «Quizá me equivoqué».
Justo cuando se relajaba, sonó su teléfono. El identificador de llamadas hizo que su expresión se tornara grave al instante.
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