Capítulo 116:

Lise era la que hablaba.

Su mirada estaba fija en la elegante imagen de Katelyn en las fotos, incapaz de enmascarar su evidente odio.

Lise había supuesto que, tras ser expulsada de la familia Bailey y abandonada por Neil, Katelyn caería en una espiral de depresión, viviendo miserablemente.

Al contrario de lo que esperaba, Katelyn no parecía afectada, irradiaba felicidad y belleza. ¿Cómo podía soportar dejarla prosperar?

Lise miró con ojos fríos al hombre vestido de negro que tenía enfrente.

El hombre tenía una presencia amenazadora, marcada por un tatuaje de serpiente en el cuello.

«Su vida se acaba», declaró Lise con los dientes apretados, sus ojos ardiendo de intensidad. El hombre respondió con una inclinación de cabeza y un gesto de «OK». «No olvide transferir el pago». Y salió de la habitación.

Lise permaneció sentada, mirando fijamente las fotografías. Internamente, se quejaba: «Hay que eliminar a Katelyn».

A la mañana siguiente, en el dormitorio de Katelyn, se despertó temprano e inmediatamente comprobó el cortafuegos del Grupo Adams en su ordenador portátil.

Los registros mostraban otro intento de pirateo a las tres de la madrugada, que había sido frustrado.

El cortafuegos temporal se había visto comprometido, lo que obligó a ir a la empresa para actualizar los protocolos de seguridad.

Después de refrescarse y cambiarse, estaba a punto de dirigirse al Grupo Adams cuando su teléfono sonó inesperadamente. Era Vincent.

Al conectar, el tono de Vincent era frío. «¿Estás disponible hoy?»

Katelyn respondió instintivamente.

Vincent, echándose hacia atrás, habló en tono serio: «¿Podrías venir a mi despacho? Necesito hablar de algo contigo, y también está aquí un colega mío».

«No hay problema», respondió Katelyn.

Tras finalizar la llamada, suspiró aliviada.

El tono de Vincent era serio, como si se diera cuenta de algo.

¿Sospechaba de su identidad secreta como hacker?

Katelyn se dirigió al garaje y condujo hasta el Grupo Adams, donde llegó en media hora.

En la puerta, gritó claramente: «Sr. Adams».

«Adelante», fue la respuesta.

Al entrar, Katelyn levantó la vista y vio a Jaxen mirándola con curiosidad.

Un destello de incertidumbre cruzó sus ojos. No lo reconocía. Debía de ser el «colega» que Vincent había mencionado.

Jaxen observó a Katelyn con atención, sus ojos brillaban de admiración.

Era su primer encuentro con una mujer tan cautivadora, cuyos delicados rasgos faciales parecían obras de arte. Su actitud fría y distante la hacía parecer inalcanzable, como la cima nevada de un pino.

Criado entre ricos, Jaxen siempre había estado rodeado de belleza, pero la presencia de Katelyn era singularmente impactante. Ella encarnaba la esencia de la belleza natural.

Vincent, sentado en el sofá, miró a Katelyn y habló con su habitual voz grave y distante. «Esta mañana ha habido otro intento de penetrar en nuestra red. Tenemos que reforzar nuestro cortafuegos de inmediato».

Katelyn se quedó desconcertada. ¿Qué quería decir exactamente? ¿Esperaba que ella se encargara de la codificación? ¿Había descubierto algo?

De repente, Jaxen dirigió su atención hacia ella. Se acercó con una sonrisa y le tendió la mano.

«Hola, preciosa. Permíteme que me presente. Me llamo Jaxen Lawrence. Vamos a colaborar durante los próximos días».

Instintivamente, Katelyn dio un paso atrás, ligeramente abrumada por la vívida apariencia de Jaxen y su extravagante comportamiento, que recordaba al de un pavo real en plena exhibición. La expresión de Vincent se ensombreció.

Katelyn, con cierta torpeza, le estrechó la mano, esbozando una sonrisa cortés.

«Hola, Katelyn Bailey».

En ese momento, la confusión nubló la mente de Katelyn. Se preguntó cuáles serían las intenciones de Vincent y si dudaba de sus habilidades, ya que había contratado ayuda para ella.

Ajeno a sus pensamientos, Jaxen sonrió ampliamente y musitó en voz baja para sí: «Katelyn Bailey… ese nombre me suena. Estoy seguro de haberlo oído antes en alguna parte».

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