Presa entre tus brazos -
Capítulo 89
Capítulo 89:
“Sabemos lo que quieres decirnos hijo, hablaremos antes de que lo hagas, escúchanos, desde ahora tienes prohibido acercarte a esa chica, si lo haces quedarás desheredado, no importa que seas nuestro único hijo”
Soltó su padre, dejándolo sorprendido.
“No me importa esa herencia, una y otra vez la elijo a ella, es mi vida entera, la amo”.
“Te callas que no he terminado de hablar, desde ahora te seguirán varios de mis hombres, si vuelves a acercarte a ella, he dado orden de desaparecerla, sabes que no estoy jugando, tú decides”.
“¡Demonios! ¿Qué edad creen que tengo? Puedo tomar mis propias decisiones”.
“Es nuestra última palabra, puedes retirarte”.
Sergio salió de ahí arrastrando los pies.
Sabía que su padre no jugaba cuando amenazaba.
Esa noche tomó como nunca.
Recordaba la noche anterior cuando la hizo suya, esa noche quedaría grabada para toda su vida, sin saberlo había sido la despedida, lloró como niño.
Luego se quedó dormido sobre la mesa del bar.
Los hombres que su padre había enviado a vigilarlo, lo llevaron hasta su departamento, Rina aún esperaba ansiosa a que regresara.
Algo debía de haber pasado para que no lo hiciera.
Estaba segura que la amaba.
Pasaron los días, Rina ya se encontraba desesperada, pensaba que tal vez le había sucedido algo, llamaba a su departamento y no contestaba.
Lloraba inconsolable, si no lograba saber de él, buscaría a sus padres, no le importaría que la humillaran.
Él no la dejaría después de lo que había pasado entre ellos, se lo había prometido.
Maggi al verla tan deprimida insistió en que la acompañará a la cafetería, su novio el amigo de Sergio le sugirió que la llevara ahí ese día, de mala gana aceptó, quizá ese chico pudiera darle información sobre Sergio.
Tenía que preguntarle, no podía simplemente haber desaparecido.
Al llegar al café enseguida escucho una algarabía, un grupo de chicos y chicas se divertían, al entrar Rina sintió que su mundo perfecto se destruía, entre ese grupo estaba Sergio, tenía una rubia muy bonita sentada sobre sus piernas.
Al ver a Rina se le quedó mirando fijamente.
Después beso a la chica.
Rina no pudo soportarlo, solo salió corriendo del lugar,
Maggi se acercó a Sergio, sin pensarlo le dio una bofetada.
“Eres un desgraciado”.
Lanzó una mirada asesina sobre su novio.
Entendió que las había invitado con intención de que Rina se diera cuenta, después salió corriendo del lugar.
Sergio enseguida empujó a la chica que estaba sobre él.
La rubia no entendía nada, primero la beso y ahora la trataba de esa manera, intentó acercarse de nuevo mientras sonreía coqueta, obtuvo de Sergio la misma respuesta.
“¡Lárgate!”
Le gritó, la chica al verlo así de enojado, se retiró inmediatamente.
“Siento por lo que estas pasando amigo, deberías ir por ella e irte lo más lejos posible de tus padres”.
“Soy su único hijo, para ellos esto de la sangre es muy importante, nos buscarían hasta encontrarnos, estoy seguro que matarían a Rina, son despreciables”.
Dijo mientras las lágrimas resbalaban por su mejilla.
Sentía que iba enloquecer, pues la amaba demasiado.
Un par de meses después, Rina se encontraba con Maggi, habían regresado a la universidad, terminando las clases se dirigieron a la cafetería, sabía que Sergio había regresado a Italia con sus padres, el novio de Maggi se lo había dicho.
Al bajar del auto, Rina se desmayó.
Maggi alcanzó a sostenerla, evitando así, que cayera.
Cuando despertó se encontraba en el hospital.
Maggi estaba al lado de ella, por su rostro se dio cuenta de que algo no iba bien.
“¿Qué sucede?”, preguntó temerosa.
“Ay amiga, como te digo…”
La chica se mordía nerviosa las uñas.
Le costaba trabajo decirle.
“Solo dilo y ya”.
“Te hicieron algunas pruebas…”
“¿Y?”, preguntó nerviosa, imaginando qué quizá le habían encontrado una enfermedad terminal.
“Estás embarazada”.
“¿Qué? No eso no puede ser…”
Sintió que el mundo se le caía encima.
Sus padres eran muy tradicionales.
Jamás lo aceptarían.
Ellos no podían enterarse de que esto loe había pasado.
“Hable con el médico, no hay duda”
“Cielos… ¿Que voy a hacer? Mis padres me matarán, no dejarán que mi hijo nazca”, exclamó alarmada mientras tocaba su v!entre,
“Te harán un ultrasonido para saber cuántos meses tienes”
Agachó la cabeza, pues sabía que su amiga estaba metida en un buen lío.
Después de hacer el ultrasonido, el médico le informó que estaba de cuatro meses, salieron de la clínica llorando inconsolablemente las dos.
“Maggi sé que me matarás por esto, hable con mis padres, te quedaras con nosotros durante el embarazo, si es que decides tenerlo, ya que nazca decidirás si quieres criarlo o darlo en adopción”, le explicó.
“Jamás daré en adopción a mi hijo, agradeceré a tus padres el apoyo, espero mis padres no se enteren, correría peligro mi hijo”.
“Ellos jamás te visitan y aquí no hay nadie que los conozca, así que creo que estas a salvo”.
Pasaron los meses, y el momento del parto llegó.
Rina sufrió mucho.
Fueron horas de intenso dolor.
Por la madrugada por fin nació su hijo, se sintió feliz cuando el médico lo colocó sobre su pecho, aún no cortaban el cordón umbilical.
Era un niño precioso.
Era algo regordete, sus ojos y su cabello le recordaron a su padre, Maggi y sus padres la acompañaron.
“Es un bebé muy sano, lo revisaremos y enseguida lo traeremos con usted, creo que no será necesario que permanezca en cuneros”.
“Gracias doctor”
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