Presa entre tus brazos
Capítulo 53

Capítulo 53:

“Esa hermosa sonrisa me ha convencido, termina tu desayuno y ve con papá, Bruno, ¿Puedo hablar contigo un momento?”

“Claro”

Nicole se dirigió hasta el estudio.

Bruno la siguió, al entrar, Nicole cerró la puerta.

“No quiero parecer demasiado estricta, pero te pido que antes de venir a ver a Santi, me avises primero por favor, puedes salir con él cuando quieras y llevarlo al colegio, siempre y cuando me informes con anterioridad, así evitaremos programar cosas con él en el mismo horario”, le explicó ella.

“No fue mi intención molestarte, desde ahora te informaré previamente”.

“Gracias por entender”

Ambos regresaron a donde se encontraba el pequeño.

Nicole subió por sus útiles escolares y se los entregó a Bruno, después le dio a Santi un pequeño bolso.

“Está vez comes todo tu desayuno”.

“Si mami, tengo que estar grande y fuerte para poder cuidar de ti”.

Esas palabras derritieron el corazón de Nicole que se acercó a abrazarlo.

“Mi pequeño amor, te amo más allá de las estrellas”.

“Y yo a ti mami.

Bruno sintió una gran calidez dentro de su corazón al observar aquella escena.

Se despidieron de Nicole y subieron al auto para dirigirse hacia el colegio.

Más tarde en la oficina, Nicole estaba muy concentrada en su trabajo.

La puerta estaba abierta, así que Bruno entró y puso un folder sobre el escritorio, frente a ella.

Ella volteo a verlo extrañada.

“Son los documentos del divorcio, ya he firmado, solo falta tu firma para iniciar los trámites”

Intentaba parecer decidido, aunque lo que deseaba era pedirle que olvidara la idea de divorciarse.

Se dio la vuelta y se alejó de prisa de ahí.

Sentía un nudo en la garganta y no quería que ella lo viera en ese estado.

Nicole revisó los documentos.

Bruno había anexado un acuerdo económico.

Le cedía la mitad de su fortuna y bienes, incluyendo el 50% de las acciones que le pertenecían de la empresa, además había fijado una gran cantidad mensual para la manutención y educación de Santi.

Nicole se sintió incómoda con aquello, se paró y se dirigió hacia la oficina de Bruno, entró sin llamar.

Él estaba sentado frente al escritorio con la cabeza entre sus manos.

Al escucharla entrar, levantó la vista.

Ella pudo notar que tenía los ojos.

Estaban completamente enrojecidos, parecía que había estado llorando.

“¿Sucede algo?” Preguntó intentando ocultar su estado.

“No estoy de acuerdo”.

“No entiendo, ¿No era eso lo que querías?”

“No me refiero al divorcio, no me ha parecido el acuerdo económico”

Por un momento él tuvo la ligera esperanza de que ella no aceptara el divorcio, pero aquellas palabras lo volvieron a su realidad.

“Si crees que no es suficiente, llamaré a mi abogado para que sea el 70% y aumente la cantidad de la pensión mensual, sabes que tengo otros negocios, eso no sería un problema, además queda claro que todo lo que tengo pertenece a mi hijo”.

“No, de ninguna manera, que sea sólo lo estipulado mensualmente para nuestro hijo, lo demás no es necesario”.

“Para mí lo es, acéptalo de favor, por todo este tiempo que no me he hecho cargo de tí y de nuestro hijo”.

“No voy a firmar hasta que cambies ese acuerdo y es mi última palabra”.

“Pues no nos divorciaremos hasta que aceptes ese acuerdo, y también es mi última palabra, tú decides si aún quieres que sigamos casados, por mí no hay problema”.

“Ashhhh eres tan, tan intolerable, de verdad que no tienes remedio”.

Golpeó desesperadamente el suelo con el tacón de su zapatilla.

Después se dio la vuelta y se alejó de ahí.

Bruno sonrió, le pareció como una niña haciendo berrinche.

Pensó que si ella no aceptaba tendría más tiempo para conquistarla y hacerla olvidar esa tonta idea.

Ella regresó a su oficina.

Luego se sentó y puso sus manos sobre su frente, intentando respirar pausadamente.

Bruno la volvía loca definitivamente.

Juntos eran como el agua y el aceite.

Tenía una cita muy importante ese día, un nuevo cliente que había visto el diseño que había elaborado para una empresa extranjera.

Quería hablar con ella, vio el reloj y se dio cuenta de que faltaban tan solo un par de minutos para que el cliente llegara.

Se levantó y se dirigió hacia el baño.

Luego aliso su ropa con las manos y se retocó el ligero maquillaje.

Nadie como Bruno Leone era capaz de sacarla de sus casillas con tanta facilidad.

Era como un deporte para él, el lograr eso.

Al salir, Bertha le informó que el nuevo cliente había llegado.

Se sentó frente a su escritorio y pidió que lo hiciera pasar.

Instintivamente volteo hacia la puerta.

Un hombre rubio de una estatura impresionante entró en ese momento, el brillo de su sonrisa la deslumbró por un momento.

Sacudió su cabeza tratando de despejarse.

“Buen día Señorita Williams”, dijo aquel hombre de manera cortés.

Nicole pudo notar un extraño acento.

“Buen día Señor Richter”.

La saludo con un fuerte apretón de manos.

Nicole pudo notar que la mirada de aquel hombre era muy singular.

Tenía sus ojos de diferente color, uno era azul, y el otro era gris.

“Heterocromía”, dijo al notar su curiosidad.

“¿Perdón?”

Ella se sorprendió con lo que él le decía.

“Mis ojos, es heterocromía”.

“Una disculpa, qué pena, siento haber sido tan obvia”

Se sonrojo por la vergüenza que le causó haber sido tan obvia.

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