Presa entre tus brazos -
Capítulo 52
Capítulo 52:
Dante palideció al escucharla.
¿Iban a romper?
“No, no puedo terminar algo que aún no ha iniciado”.
Dante se dio cuenta de que Sophie tenía razón.
No le había pedido aún que fuera su novia, y vaya que quería hacerlo.
Simplemente que ya había olvidado cómo pedirlo.
La única novia que había tenido había sido Shelsy, las demás solo eran cosa de un rato, nada formal.
“Tienes razón, entiendo a lo que te refieres, quiero ir mucho más allá, solo que no sé cómo pedirlo”
“Solo dilo”, dijo con una sonrisa.
“Sophie… ¿Aceptarías ser mi novia?”.
“Sí, claro que sí”.
Se lanzó sobre él, completamente eufórica.
Luego le dio un beso.
Un beso que en esta ocasión fue completamente diferente a los anteriores.
En ese beso le hizo sentir todo el amor que sentía por él.
“Te amo”
A Dante le agrado lo que dijo.
Era la primera vez que se lo decía.
Antes lo callaba pues temía ser rechazada.
“Yo te amo mucho más”, contestó mientras sonreía.
El beso fue subiendo de intensidad.
Las caricias de Dante la enloquecían.
El chico sabía muy bien lo que hacía.
De eso ella no tenía duda alguna, descubrió sus pechos y los empezó a acariciar, pasó su lengua por sus pezones.
Luego abrió sus piernas y bajó hasta su intimidad.
Movía su lengua avídamente, haciendo que la chica g!miera de placer.
La hizo tocar el cielo, pero ella necesitaba mucho más.
Lo ayudó a quitarse la ropa, después lo empujó sobre el sillón y subió sobre él.
Empezó un rítmico vaivén.
Dante la observaba sin perder detalle.
Sus movimientos lo llenaban de placer, los sonidos que hacía lo excitaban, sus gestos al recibir placer lo volvían loco.
Después de un rato, se encontraban acostados sobre el sillón.
Sophie estaba recostada sobre su pecho, hacía pequeños dibujos sobre este, con la punta de sus dedos.
Él observaba el techo, pensando que así le gustaría estar por siempre, amanecer a su lado, compartir las cosas de su día a día, y quizá llegar a tener a unos cuantos niños corriendo por ahí.
…
Mientras tanto en otro lugar…
En su oficina, Bruno no sabía sí Nicole había regresado a trabajar después de la reunión en el cole, salió y no la vio en su lugar.
Iba a preguntar a Bertha, pero tampoco se encontraba, vio la hora y se dio cuenta de que ya todos los empleados se habían marchado a su casa.
El día estuvo muy cargado de trabajo.
Tanto que perdió la noción del tiempo.
Solo quedaban él y los vigilantes en el edificio.
Bajó al estacionamiento y subió a su auto.
Se sentía cansado y solo, muy solo.
Quería llegar a su casa y que lo recibiera su familia, acostar a su hijo y leerle algún buen cuento mientras intentaba se quedara dormido, para después regresar a su recámara y hacerle el amor a su esposa, hasta quedarse dormidos abrazados hasta el amanecer.
Pensar en eso era como construir castillos en el aire.
Nada era real.
Solo era una fantasía.
Cuando reaccionó se encontraba estacionado frente a la casa de Nicole, apago el auto y se quedó viendo hacia la ventana de la recámara de su hijo.
Las cortinas estaban abiertas.
Pudo ver como Nicole arropaba a su hijo, para después depositar un beso sobre su frente, después se acercó a la ventana para cerrarla.
Ella en ese momento reconoció el auto que estaba estacionado frente a su casa.
Cerró la ventana y después las cortinas.
Decidió ignorar a Bruno.
Se sentía agotada y estar al lado de él, era desgastante.
Bruno entendió el mensaje.
Encendió su auto y se retiró de ahí.
Quería reconquistarla, y recuperar a su hijo, pero cada vez que se acercaba a ella terminaba haciéndole daño.
Tal vez debería hacerse a la idea de que ella jamás lo perdonaría, y que jamás le permitiría volver a ser parte de su vida.
Él tomó el teléfono y llamó a su abogado.
“Aló”.
“Necesito que tengas preparado los documentos para iniciar el trámite de mi divorcio lo más pronto posible”
…
Por la mañana, Nicole se levantó muy temprano.
Quería prepararle a su hijo su desayuno favorito; panqueques con miel y manzana.
Se apresuró a prepararlos, en cuanto estuvieron listos, subió por Santi que ya estaba listo, lo bajó en brazos mientras depositaba muchos besos en su pequeña mejilla, el timbre de la puerta sonó, Sara se apresuró a abrir, era Bruno.
Nicole se sorprendió al verlo ahí.
“Buenos días”.
“Papá ¡Qué bien que has venido!”
Santi corrió a abrazarlo.
“Hola hijo, me gustaría llevarte al colegio, si tu mamá me lo permite”.
“¿Puedo ir con papá?”
Nicole pudo ver ilusión en los ojos de su hijo.
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