Presa entre tus brazos -
Capítulo 40
Capítulo 40:
“Mamá, creo que a papá le ha gustado tu vestido, no deja de mirarlo”.
Nicole se ruborizo y Bruno apartó enseguida la mirada avergonzada de que su hijo hubiera notado la manera en que miraba a su madre.
“Parece ser que Santi, está enfermo, lo he tocado y creo que su temperatura está alta”.
Nicole se acercó y con su mano tocó la frente del pequeño, notó que en su rostro habían aparecido dos enormes ruedas rojas, eso la preocupó.
“Es verdad, creo que llamaré al pediatra para ver si puede recibirlo”.
…
El pediatra lo citó para el día siguiente por la mañana.
Dio indicaciones de lo que se debería hacer para normalizar su temperatura.
“Es mejor que nos vayamos, pasaré a la farmacia para comprar los medicamentos indicados por el pediatra”.
“Vamos en mi auto, así podrás ir con Santi, para que se sienta más tranquilo”.
El auto de Nicole, se quedó en el estacionamiento, subieron al auto de Bruno, se dirigieron hacía la farmacia, por el retrovisor él iba observando cómo se comportaba Nicole con Santi.
Mejor mamá no podría haber para su hijo.
…
Mientras tanto en otro lugar…
Rina pensaba en su hija.
No se sentía tranquila de que se hubiera cambiado de casa.
Aunque Sara estaba con ella, vivía con el temor de que Sergio pudiera hacerle daño, la mantenían vigilada todo el tiempo, ella había pedido que no lo hicieran, fingieron aceptar, pero había hombres siguiéndola a distancia.
Ese día Gío la invitó a cenar a un bonito restaurante.
Desde su reencuentro no podían separarse.
Cuando él estaba en su empresa, ella siempre iba para comer juntos, el lugar estaba muy concurrido.
Después de un rato, Rina se levantó para ir al baño.
Se estaba lavando las manos, cuando escuchó que la puerta se abrió y enseguida fue cerrada nuevamente.
No le dio importancia y siguió en lo que estaba haciendo.
De pronto sintió que una mano cubrió su boca.
La voz que escuchó le helo la sangre.
“Hola, Rina, sigues tan hermosa como siempre”
El hombre esbozaba una siniestra sonrisa.
Rina reunió todas sus fuerzas para empujarlo y quitar la mano que cubría su boca.
Enseguida empezó a gritar lo más fuerte que pudo para pedir ayuda, Sergio volvió cubrir su boca, está vez ella lo mordió fuertemente.
“Sigues siendo la misma salvaje”, dijo mientras tallaba su mano.
“Está vez todo será diferente De Santis, te quitaré todo lo que le pertenece a mi hija”.
“Jajaja pobre loca, te internare de nuevo en el psiquiátrico, me asegurare de que sea para siempre”.
Gío se preocupó al ver que Rina tardaba.
Se dirigió hacia el baño, al acercarse escuchó una discusión, reconoció su voz, pero no la del hombre, decidió entrar.
Era claro que algo estaba pasando.
Al entrar, enseguida reconoció a ese hombre.
La furia se apoderó de él al ver que estaba sujetando a Rina por el cuello.
“Suéltala inmediatamente”
Quería destrozar a ese hombre.
“Vaya llegó tu galán a rescatarte”
Sergio se enfureció aún más.
Sabía que Rossano era el culpable de que ella hubiera dejado de amarlo.
Gío no pudo más al ver su cinismo, se abalanzó contra él dándole fuertes golpes.
Sergio intentaba defenderse, pero Gío era claramente más fuerte.
En ese momento dos guardias de seguridad, entraron para separarlos.
Sergio estaba furioso intentando contener la sangre que salía a través de su nariz.
Rina estaba tan blanca como la pared y Gío intentaba soltarse para seguir dándole su merecido.
“Esto no se va a quedar así, pagarás caro todo lo que has hecho, no te atrevas a volver a ponerle un dedo encima a mi mujer ni a mi hija, porque si lo haces, me convertiré en tu peor pesadilla, estás advertido”
Gío temblaba por la furia que sentía.
Quería acabar con la vida de Sergio ahí mismo.
Los guardias sacaron a los dos hombres del restaurante.
Eran hombres muy importantes, pero todos los clientes de ese lugar lo eran.
Sergio subió enseguida a su auto.
Rina y Gío, subieron al suyo.
“Lo siento”, dijo mientras se acercó para limpiar su rostro con un pañuelo.
“Tú no tienes porqué sentirlo, es ese maldito hombre el que debe de sentirlo, esto es la guerra, haré que pague todo tu sufrimiento”.
…
Mientras tanto en otro lugar…
En casa de Nicole, Bruno insistió en ser él quien le diera el medicamento a Santi.
Después de hacerlo le dio un baño con agua templada, tal como lo indicó el médico, se acostó a un lado de él, y le contó un cuento, el niño se quedó dormido de inmediato y Bruno junto con él.
Al subir Nicole, le dio ternura aquella escena, decidió tomarles una foto.
Se dio la vuelta y se dirigió a dormir a su habitación, ya había avisado a sus amigos que no podría acompañarlos al bar.
También se quedó dormida inmediatamente.
Más tarde se despertó para ir a darle la medicina a su hijo.
Al entrar en la habitación, Santi estaba aún dormido, abrazado de su padre, lo movió con suavidad, intentando no despertar a Bruno.
Santi hizo un movimiento brusco, Nicole perdió el equilibrio y cayó sobre Bruno, sus bocas quedaron demasiado cerca.
En ese momento él abrió los ojos, y sonrió pícaramente.
“Uhmmm qué hermoso es despertar de esta manera, si querías besarme, solo me lo hubieras pedido”.
Nicole abrió enormemente los ojos ante la desfachatez de ese hombre, lo empujó, después se levantó rápidamente.
Bruno tenía la capacidad de sacarla de sus casillas muy fácilmente.
“Déjate de juegos, intentaba despertar a Santi para darle el medicamento, se movió bruscamente y he perdido el equilibrio”.
“Está bien, pero no te enojes”, dijo alzando ambas manos en señal de rendición.
No podía evitar reír.
Se divertía al ver como ella se sonrojaba fácilmente.
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