Por siempre tuya
Capítulo 55

Capítulo 55:

Los pocos exiliados que quedaban huyeron, y uno de ellos quedó atrapado por Iván, quien lo tomó como rehén.

Con el paso de los momentos, las llamas comenzaron a extinguirse y Alania cayó al suelo.

Mi corazón se detuvo por un segundo, y corrí hacia ella con Marcel, mi lobo, desesperado por protegerla. La tomé en mis brazos y sentí su cuerpo completamente frío.

No podía comprender cómo, después de irradiar tanto fuego y magia, Alania estaba ahora congelada en mis brazos.

Le rogaba que resistiera mientras la llevaba hacia la casa, donde Elena y el doctor ya estaban esperando.

“¿Dónde está Alania?” preguntó Elena con preocupación cuando llegamos.

“Está conmigo. Está muy débil. Cayó al suelo después de enfrentarse a los exiliados” respondí, con el corazón en un puño.

“¿Estaba rodeada de llamas azules o rojas?” preguntó Elena con urgencia.

“¿Qué significa eso?” repliqué, confundido, mientras corría con Alania en brazos.

“Alania, ábreme tus ojos” le pedí con ansiedad, y al ver sus ojos rojos, comprendí el significado de la pregunta de Elena.

“Sus ojos… tienen fuego rojo, pero se está apagando” informé a Elena, sintiendo el temor apoderarse de mí.

“Elena, ¿Qué está pasando? Háblame” rogué, buscando respuestas desesperadamente.

“Corre. Si el fuego en sus ojos se apaga, caerá en un sueño profundo del que tal vez no pueda despertar” advirtió Elena, y el pánico se apoderó de mí.

Corrí hacia la casa con toda la rapidez que pude, y al llegar, Elena y el doctor estaban listos para ayudar. Confíe en Elena y en su magia, y asentí con la cabeza, dándole mi aprobación.

“Elena, sálvala” le rogué con la mirada.

Elena se acercó a Alania y comenzó su conjuro mientras yo la sostenía con cuidado.

Escuché las palabras de Elena, y al mencionar el nombre de Maxon, mi lobo gruñó en mi pecho. Sin embargo, su magia estaba funcionando.

El pecho de Alania volvió a moverse con normalidad, y el color regresó a sus mejillas.

“Estará débil, pero sobrevivirá” aseguró Elena antes de tambalearse ligeramente.

La sostuve con firmeza.

“¿Estás bien?” le pregunté, preocupado por su estado.

“Si, este tipo de magia requiere mucha fuerza, no podre volver hacerlo, Alania debe tener más cuidado de no exceder su magia o la próxima vez, no habrá magia que la salve” dijo mirándome.

“Enfermera llévela a descansar, debo atender a nuestra luna” dijo el doctor y la enfermera se llevó a Elena a otra habitación.

“Gracias, Elena” le dije sonriendo.

“De nada alfa”

Anthony se acercó y revisó los signos vitales de Alania, realizando un chequeo completo. Después de unos minutos, se dirigió a mí con sus conclusiones.

“Todo parece estar bien, solo presenta un cansancio excesivo. Necesita reposo por unos días” informó el doctor.

“No me iré de su lado” respondí con un gruñido.

“No servirá de nada que estés aquí si tu cuerpo entra en shock. Será solo un momento. La enfermera se quedará al pendiente de la paciente” explicó Anthony.

Me acerqué a Alania, le di un beso en la frente y le susurré al oído: “Ahora regreso, hermosa. No tardo”.

Me encontraba sentado junto a la cama de Alania, sosteniendo su mano. Ella seguía inconsciente, exhausta durante dos días. No había mostrado signos de mejoría aún. El doctor nos había recomendado darle tiempo a su cuerpo y su loba para que se recuperaran por completo.

La magia que había utilizado durante la batalla la había consumido por completo. Aún no había tenido la oportunidad de hablar con Elena sobre lo que escuché aquel día, pero en ese momento, lo más importante era el bienestar de mi luna y asegurarme de que se recuperara.

En ese momento, una voz resonó en mi mente. Era Iván, mi Beta.

“¿Qué pasa? Te dije que no me molestaran” respondí, frunciendo el ceño.

“Lo sé, pero esto es importante. El exiliado que atrapamos se suicidó” informó Iván.

“¿Cómo es posible eso? Te lo dejé a ti y a Sebastián” respondí furioso.

“Fue magia negra. Estábamos interrogándolo, pero de repente, sus ojos se volvieron blancos y su voz cambió” explicó Iván sorprendido.

“¿Su voz cambió?”

“Sí, era como si fuera otra persona. Nos dijo: ‘Él ya viene y todos morirán, y ella será suya’. Después de eso, cayó muerto en la celda” relató Iván.

“¿’Él viene’? No entiendo de quién están hablando. Tenemos que investigar esto. Nunca antes unos exiliados se habían atrevido a desafiarnos, y no será la primera vez bajo mi liderazgo” afirmé decidido.

“Enviaré a dos de nuestros mejores guerreros, incluyendo a Dominik. Investigarán con nuestros contactos para descubrir quién está detrás de esto lo antes posible” ordené.

“Lo haré. No te preocupes. ¿Y cómo está mi hermana? ¿Ha habido alguna mejora?” preguntó Iván.

“Nada aún. Sigue igual” respondí preocupado.

“No te preocupes. Mi hermana es una guerrera, y esto no la derrotará. Confía en ella” aseguró Iván con convicción. “Ella saldrá de esta. Tienes que confiar en tu luna”.

La noche caía, y me sentía exhausto. Estaba a punto de quedarme dormido cuando alguien tocó mi hombro. Era Lexie.

“Hansen, ve a comer algo y descansa un poco. Por favor, date un baño. Yo me quedaré con ella. No querrás que se desmaye al oler tu aroma, ¿Verdad?” bromeó Lexie con una sonrisa.

No pude evitar reír ante su ocurrencia. “Está bien, pero no tardaré. No quiero separarme de ella y quiero estar presente cuando despierte” aseguré antes de darle un beso en la frente.

Después de darme un baño y atender algunos asuntos pendientes en mi oficina, decidí regresar al hospital. Al salir de mi oficina, me encontré con Elena. Era la oportunidad perfecta para hablar con ella.

“Elena, ¿Podemos hablar en privado? A solas” le pedí, pero no me di cuenta de la reacción de Sebastián al escuchar mis palabras.

“Está bien, Sebastián” dijo Elena.

“No permitiré que hables a solas con ella. Mi lobo cree que vas a lastimarla” intervino Sebastián, claramente preocupado por la seguridad de su mate.

“Te prometo que no le haré daño. Ella es familia. Solo necesito hablar con ella sobre Alania. Es importante” aseguré, buscando la comprensión de Sebastián.

“Estaré cerca por si me necesitas, amor. Solo llámame” dijo Sebastián antes de besarlo y alejarse.

Abrí la puerta de mi oficina y entramos. Le pedí a Elena que se sentara, y comencé a hacerle preguntas sobre lo que había pasado.

“Cuando estábamos en el hospital, realizaste un conjuro y mencionaste el nombre de Maxon. ¿Por qué?” le pregunté seriamente.

Elena me miró, y pude percibir su nerviosismo. Traté de tranquilizarla, asegurándole que estaba a salvo.

“Elena, no te haré daño. Confía en mí. Solo necesito saber qué está pasando con Alania. Mi lobo y yo solo queremos protegerla, pero necesito saber a qué nos enfrentamos” le dije con determinación.

“Está bien” respondió ella, y comenzó a explicarme.

El poder de las llamas de fuego rojo es un poder supremo que solo la realeza de nuestro Coven posee, explicó Elena. Solo dos príncipes habían tenido ese poder. Uno de ellos fue consumido por él, mientras que Maxon pudo dominarlo.

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