Por siempre tuya -
Capítulo 54
Capítulo 54:
“¡Lexie, ahora corran!” les dije mientras los protegía.
“¡Todos adentro, corran a la casa rápido!”
Levanté un gran muro de llamas rojas, cubriéndonos a nosotros y a la casa, impidiendo que se acercaran más.
Abrí mi link con las guerreras.
“Elena, llévate a todas y protejan la entrada del cuarto de seguridad y la casa. Nadie entra y nadie sale. Bloqueen la puerta principal” les ordené.
“Elena, tú y Alania…” comenzó a decir Elena.
“Iré con mi Alfa para ayudarle. Confío en ti, Elena. Protégelos” le dije, decidida a enfrentar cualquier desafío que se presentara.
“Alania, el poder de Maxon te va a consumir. No debes usarlo más. Llegarás a tu límite y eso puede costarte la vida” me advirtió Elena, mostrando su preocupación por mi bienestar.
“Sé manejarlo. No pierdas tiempo. Váyanse” le dije, instándola a que se asegurara de la protección de los demás mientras yo enfrentaba la amenaza.
Una vez que vi que estaban a salvo dentro de la casa, levanté mis manos y lancé a los exiliados al aire. Luego, me di la vuelta y corrí en busca de mi mate, Hansen.
Mi cuerpo seguía envuelto en llamas rojas, sintiéndome cada vez más fuerte e invencible.
Sin embargo, no lograba encontrar a Hansen por ningún lado, y él no respondía a través de nuestro vínculo mental.
Vi a Sebastián luchando con dos lobos, herido y sangrando profusamente. Me acerqué rápidamente y, sin dudarlo, lancé mis llamas hacia los lobos, obligándolos a huir como los cobardes que eran. Mientras intentaba ayudar a Sebastián a ponerse de pie, le pregunté angustiada:
“¿Dónde está Hansen?”.
“Está cerca de la frontera. Éramos demasiados y nos dividieron. Quedó del otro lado con Iván. No pudimos llegar a ellos. Temo que sea demasiado tarde” me respondió, preocupado por la suerte de nuestro Alfa.
Reconocí a un lobo acercándose y ordené:
“Dominik, regresa a tu forma humana. Ayuda a Sebastián y llévalo a la casa”. Luego, me dirigí hacia la frontera, decidida a llegar a Hansen cueste lo que cueste.
“Ya voy, por favor resiste” murmuré para mí misma mientras corría con desesperación, sintiendo que mi corazón latía al ritmo de mi angustia.
Mi mirada estaba fija en mi objetivo: llegar a mi Alfa, a mi mate.
A medida que avanzaba, desintegraba a los lobos exiliados que se interponían en mi camino con mis llamas. Sin embargo, sentía que mi magia se apoderaba cada vez más de mí, consumiéndome desde adentro.
“Alania, puedo sentir que las llamas te consumen. La magia es demasiado poderosa. No podrás soportarlo por mucho más tiempo” me advirtió Kayla en mi mente.
“Tengo que llegar a él. Solo un poco más. Debo salvarlo” respondí con determinación, reservando mis fuerzas para el momento crucial.
Después de casi quince minutos de correr con todas mis fuerzas, finalmente divisé a Hansen, un imponente lobo negro de ojos ámbar, junto a mi hermano, rodeados por una multitud de lobos exiliados. Estaban solos y superados en número, con cuerpos de nuestros guerreros caídos a su alrededor.
Mi mirada quedó fija en ellos, pero sabía que no llegaría a tiempo. Estaban aún lejos de mí, y presencié con impotencia la posibilidad de ver morir a Hansen ante mis ojos.
“Hansen” susurré a través de nuestro vínculo, esperando que me escuchara en medio del caos.
“Alania, corre. No te acerques. No hay nada que puedas hacer. Son demasiados. Huye y protege a nuestra manada” me respondió él a través de nuestro enlace mental, con un tono que reflejaba su preocupación y desesperación.
“No” le contesté con firmeza, rechazando la idea de abandonarlo. Sin pensarlo dos veces, extendí mis manos, inhalé profundamente y grité con todas mis fuerzas, atrayendo la atención de los exiliados hacia mí.
En cuestión de segundos, dejaron de perseguir a mi hermano y a Hansen para dirigirse hacia mí.
…
Antes de la batalla…
Después de asegurarme de que mi luna llevara a todos a un lugar seguro, me dirigí hacia la batalla junto a mis guerreros y mi Beta, con Marcel a mi lado.
Desde la distancia, observamos cómo los exiliados se lanzaban hacia nosotros en una marea interminable, como si fueran una manada unida por un único propósito maligno.
“Listos, mis guerreros. Que se arrepientan de haberse cruzado en nuestro camino. Transformen sus lobos” ordené con determinación antes de transformarme en mi lobo negro. Marcel lucía imponente a mi lado, su tamaño intimidante era una ventaja adicional en la batalla.
Sin mostrar misericordia, fui abriendo camino entre los lobos exiliados, acabando con ellos uno a uno.
“Debemos obligarlos a retirarse hacia la frontera. Todos conmigo” rugí con autoridad en mi voz de Alfa, instando a mis guerreros a seguirme en la carga.
Avanzamos con determinación, luchando con fiereza.
Mi Beta, Iván, demostraba ser tan implacable como yo, sin retroceder ante nada para proteger a los nuestros. Juntos, éramos una fuerza imparable, y nuestros guerreros, los más temidos.
Ninguna manada ni grupo de exiliados se atrevería a desafiarnos. Sin embargo, algo no cuadraba. Necesitábamos prisioneros para descubrir quién estaba detrás de esta emboscada.
“Síganme hacia la frontera. Dejen que nos sigan. Lucharemos en el límite para proteger a nuestra manada” instruí a través de nuestro vínculo mental.
Pero al llegar a la frontera, nos encontramos con más de cincuenta exiliados esperándonos. Quedamos atrapados entre ellos y los que nos seguían, sin posibilidad de escapar.
“Dominik, necesitamos refuerzos en la frontera. Rápido” ordené, esperando que llegara ayuda a tiempo.
“Pero alfa, nos bloquearon el paso. Estamos rodeados. No podemos llegar a ustedes. Resistan” respondió Dominik, revelando la cruda realidad de nuestra situación.
Iván y yo luchábamos con todas nuestras fuerzas, pero éramos superados en número.
“No creo que lleguen los refuerzos. Trata de infligir el mayor daño posible. Daremos a nuestra manada una oportunidad de sobrevivir” le dije a Iván, con la mirada llena de determinación.
“No caeremos sin dar batalla. Estoy contigo, Alfa” respondió él, mostrando su lealtad inquebrantable.
“Guerreros, estamos solos. No retrocedan ni un paso más. Defiendan a nuestra manada con sus vidas si es necesario” ordené, mientras emitía un poderoso gruñido para infundir coraje en mis compañeros.
Entonces, en medio del caos, escuché la voz de mi amada Luna.
“Hansen” dijo Alania a través de nuestro enlace mental.
“Alania, corre. No te acerques. No hay nada que puedas hacer. Son demasiados. Huye y protege a nuestra manada” le rogué, desesperado por mantenerla a salvo.
Pero sabía que mi valiente guerrera no se detendría. Era una luchadora, y no me dejaría morir. Sin embargo, los exiliados la reconocieron.
“¡Es ella! ¡Es la Luna! Debemos capturarla viva” escuché que decían mientras se abalanzaban hacia ella con determinación.
“¿Capturarla? Han venido por ella, es a mi luna a quien quieren” murmuré mientras observaba cómo los exiliados se abalanzaban hacia Alania.
A pesar de mi deseo de correr a protegerla, estaba atrapado en la lucha, junto a Iván, viendo impotentes cómo se acercaban a ella.
Entonces, una luz brillante se reflejó ante nosotros. Alania comenzó a brillar con un resplandor rojo fuego, y un grito desgarrador resonó en el aire mientras su cuerpo se envolvía en llamas. En un espectáculo impresionante, el fuego surgía de ella, arrasando con todos los lobos que se dirigían hacia ella.
Quedé atónito ante el poder que demostraba mi luna. Sabía que poseía magia, pero nunca imaginé que fuera tan poderosa.
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