Por qué no me amas -
Capítulo 35
Capítulo 35:
«Un poco». Estela se encogió de hombros y dijo con sus tentadores y se%ys labios: “Después de todo, solías venir a verme con frecuencia. Pese que tal vez no tenia novia, pero ahora veo que estabas teniendo una aventura conmigo…”.
Negando con la cabeza lastimeramente, continuo: Siento pena por tu novia. Si ella se enterara de que su hombre hizo el amor con otra mujer en su propia cama, se volvería loca de ira”.
Esteban la miro fijamente, analizando cada cambio en sus expresiones faciales. Sin embargo, después de mucho tiempo, no encontró nada inusual. Esto provoco que una sensación de pérdida y frustración surgiera desde el fondo de su corazón, provocándole un repentino dolor de cabeza.
En respuesta, la mujer se pellizcó ligeramente las yemas de los dedos diciendo: «Primero me daré una ducha”.
Luego de esto, se dirigió al baño, y al salir envuelta en una toalla, descubrió un conjunto de ropa que alguna vez había usado sobre la cama.
Atónita, escuchó al hombre ordenarle: “Póntelo».
Esto la hizo sentir molesta pues, por más que hiciera el amor locamente con él, jamás podría hacerlo como Estela. Ese hombre había muerto desde hace mucho tiempo junto con la mujer.
«De todos modos, tendré que quitármelo ¿Para qué me molestaría en usarlo? Es mejor estar desnuda”.
Acomodándose el cabello, ella se quitó la toalla de baño y se tumbó en la cama.
Esteban contempló su delicada piel. Sus piernas blancas como la nieve estaban ligeramente abiertas con una colcha de seda entre ellas y esta postura sensual incendió el fuego en su interior casi instantáneamente.
Los ojos del hombre se oscurecieron y rápidamente se quito la ropa para acercarse a ella.
La pasión duró varias horas, durante las cuales Esteban se liberó varias veces. Por su parte, Estela estaba tan cansada que ya ni siquiera tenía fuerzas para mover los dedos. Sin embargo, logró levantarse para ir al baño. Una vez dentro se hundió en la tina para dejar que el agua la ahogara por completo; solo así podía dejar de sentir las lágrimas corriendo.
Antes de hoy, ella podía controlar sus emociones de forma natural y, si bien no se quedaba completamente tranquila frente a Esteban, era buena fingiendo. Pero ahora, él la llevó a casa y esto significaba estar de vuelta en el lugar donde habían vivido juntos tantos años; haciendo las cosas más íntimas en la misma habitación y sobre la misma cama.
El pasado pareció regresar a su mente; ella seguía siendo la chica feliz e inocente a la que él mimaba y, en ese momento, no había pasado por el infierno. No sabía nada acerca de lo siniestros que podían llegar a ser los corazones de las personas ni cuántos disfraces diferentes podía tener alguien.
En ese preciso instante, pensó que Dios la bendeciría para siempre.
Los recuerdos que habían estado sellados en su corazón volvieron a surgir, junto con las lágrimas que corrieron por sus mejillas.
Déjame darme un capricho, solo por esta vez. Rogó para sus adentros.
Una vez que salió del baño, Linda había tomado el control nuevamente.
Media hora más tarde, Estela se puso la ropa, pero no vio a Esteban en la habitación, así que bajó las escaleras para buscarlo. Llegando a la sala, se sintió confundida al no verlo, y entonces escuchó un ruido proveniente de la cocina.
Cuando giro la cabeza, encontró al alto hombre con un delantal que le quedaba chico y un plato en la mano mientras salía de la cocina.
“Ven a comer cuando estés lista». No fue sino hasta que él la llamó que la chica regresó a sus sentidos.
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