Por qué no me amas -
Capítulo 34
Capítulo 34:
Era difícil saber lo que estaba sintiendo en ese momento. Era como si los recuerdos y sentimientos del pasado comenzaran a fluir desde cada rincón de su corazón.
Las inolvidables historias, que habían sucedido en ese lugar estaban grabadas en lo profundo de su alma.
Sintiéndose mal, ella función el ceño y fingió preguntar con curiosidad: “¿Está es tu casa?”.
“Si”. Él asintió levemente, le sirvió un vaso de agua y miro hacia el segundo piso: “Sube las escaleras”.
Estela miró la habitación donde había vivido durante muchos años y sintió que le costaba seguir adelante.
«¿Es en serio?».
Ella sonrió encantadoramente con los brazos cruzados sobre el pecho. Parpadeando, dijo deliberadamente: «Llevar mujeres a tu casa de manera tan casual podría afectar tu carrera. ¿Acaso no eres un hombre de negocios? ¿No crees en ninguna superstición?».
«Claro que sí».
«¿Entonces me vas a llevar de regreso?».
Esteban se dio la vuelta para mirarla a los ojos: «Creo que ahora hay retribución».
Estas palabras hicieron que los ojos de la mujer se estrecharan ligeramente. Sin querer pensar en lo que esto podría significar, desvió molesta la mirada, pero su mano estaba dentro de la suya.
En el momento eh que bajó la cabeza, ya había sido arrastrada hasta el segundo piso. Ella no pudo liberarse; a pesar de que no quería hacer el amor con él en esa habitación, no tuvo más remedio que seguirlo. Al mirar el lugar, descubrió que todos los muebles seguían iguales que antes. Los grandes ventanales, las flore y plantas frescas, los cuadros en las paredes, las velas aromáticas en la mesa…
Todo era igual que cuando vivía aquí.
Su corazón comenzó a acelerarse y abrió los ojos con sorpresa.
¿No deberí … llevar mucho tiempo desocupado este lugar? Pensó ella.
Pero la extraña expresión en su rostro desapareció en cuanto Esteban se giró.
“Esta es mi habitación”. Hablo en el tono mas suave posible, como si estuviera diciendo algo ordinario.
Los dedos de Estela se estaban hundiendo profundamente en su piel y, conteniendo sus emociones, respondió: «¿Te gustan las cosas de chicas?”.
Luego señalo las plantas y las flores bromeando.
“Es difícil de creer que esta habitación este decorada de manera tan acogedora sin la ayuda de una mujer”.
Después de dos segundos de silencio, él respondió: “Así es».
Estas dos palabras hicieron que Estela detuviera sus pasos. Los labios de Esteban se curvaron en una sonrisa de autocrítica
“La había”. Respondió el con pesar.
La mujer pensó que debía haberlo escuchado mal; él nunca decía nada en un tono tan arrepentido.
Sintiendo que su corazón latía más rápido, ella fue directamente al guardarropa y lo abrió. Cuando vio que su antigua ropa seguía allí, sus manos empezaron a temblar y se quedó congelada en el acto.
Esta vez, no pudo controlarlo y sus ojos se abrieron como plato ante la sorpresa. Toda esta ropa solía ser suya. Ella miro cada prenda fijamente en trance, las lágrimas estuvieron a punto de brotar inconscientemente de sus ojos…
¡No! ¿Qué le pasaba?
¡No podía dejar que todo su esfuerzo fuera en vano! ¡Tenía que controlarse!
Al ver que de repente se puso rígida e inmóvil, Esteban frunció el ceño y le pregunto: “¿Qué te pasa?”.
Podría ser que…
Tan pronto como se le ocurrió la idea, escucho que ella ya había cerrado el golpe la puerta del guardarropa.
«Así que realmente tienes a alguien». Estela fingió estar cetosa y suspiró. Parecía decepcionada y estaba a punto de irse.
El hombre frunció el ceño y, cuando ella paso a su lado, la tomo por la muñeca y entrecerró lo ojos.
“¿Estas muy sorprendida?”.
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