Mamá psicóloga
Capítulo 86

Capítulo 86:

POV Lucas

Sus ojos se encuentran con los míos y aunque el miedo pasa por ellos durante un segundo extiende su mano en mi dirección.

Me sujeta fuertemente de la manga de mi camisa mientras habla con voz débil.

“Ayúdeme por favor…”, súplica.

“No quiero perder a mi bebé…”

Sus ojos se cierran ligeramente.

La veo tragar con fuerza, sujeto su mano en las mías y no puedo contener mis palabras, sintiéndome realmente mal por esta pobre chica.

“No se preocupe, le prometo que su bebé estará bien”.

“No tengo dinero para pagar ahora pero le prometo que…”

“No tiene que preocuparse por eso”, le pido.

“Ahora solo descanse y hablemos mas tarde cuando se sienta mejor”.

“Mi bebé…”, llora débilmente.

“No puedo perder a mi bebé, yo no quiero…”

La mujer en la cama vuelve a quedarse dormida.

Mi cabeza se llena de preguntas mientras termino de examinarla rapidamnete.

Me digo a mi mismo que esta chica necesita realmente ayuda y que como le prometí voy a encargarme de que tanto ella como su bebé estén bien.

POV Beatriz

Me despierto asustada.

Mis ojos se abren rápidamente y aunque sigo sintiéndome débil, miro alrededor asustada.

Sé que estaba en medio de la calle tratando de encontrar algún trabajo que hacer antes de que el mundo se volviera negro.

Me doy cuenta de que estoy en un hospital al momento en que miro hacia la puerta de esta habitación.

El pánico me llena cuando pienso en la terrible deuda que esto podría ocasionar.

Muevo mi mano hasta mi v!entre asustada también de que algo malo haya sucedido, pero al parecer todo está bien.

Si hubiese sucedido alguna cosa con mi bebé, no estaría en este lugar, no estaría sola…

¿Verdad?

La puerta de la habitación se abre.

Mis ojos se encuentran con los de un hombre vestido con un polo azul y unos pantalones de vestir que lleva una bolsa en sus manos.

Mi corazón se detiene ligeramente ante su mirada, es una mirada demasiado profunda.

Demasiado pulcra tiene una expresión sincera.

“¿Cómo se siente?”

“Bien”

Alejo la mirada de él al darme cuenta de que me he quedado demasiado tiempo mirándola.

“Mi bebé…”

“Al parecer el bebé está bien”, dice acercándose.

“Soy el Doctor Mark y estoy a cargo de su caso desde ahora, haremos unos exámenes mañana, pero ahora…”

¿Mañana?

Alejo de él pensando en cuanto podría costar ese examen o quedarme aquí más de un día.

Tengo casi tres meses de embarazo.

Estoy en la calle y lo poco que he logrado juntar en mi cuenta ni siquiera alcanza para pagar los costos del parto.

No puedo perder ese dinero en un simple examen médico.

“No necesita hacer ningún examen”, alejo las mantas.

“Me iré a casa y…”

El hombre que dice ser doctor, me impide salir de la cama.

Mi cuerpo se siente una vez más de este modo tan débil que ni siquiera puedo resistirme.

El hombre que huele muy bien me hace volver a la posición anterior.

Él me cubre una vez más con la manta y da un ligero golpecito a mi antebrazo.

“No puede irse, está desnutrida y no puedo dejarla ir sin exámenes, al parecer ni siquiera ha ido a la primera consulta de natalidad”.

La pena me llena.

El dolor de saber que ni siquiera he podido hacer eso me ciega y no puedo hacer otra cosa que llorar.

Niego tragando el nudo en mi garganta.

Limpio las lágrimas antes de ser lo más sincera posible porque no puedo tener deudas en este momento.

“No necesito nada de eso, estoy bien y yo… no tengo… no tengo dinero, así que solo déjenme ir”.

“No necesita preocuparse por eso, señorita”, responde él.

“Por ahora solo quédese en donde está”.

“Usted no entiende”, le repito.

“Realmente no tengo nada, absolutamente nada y si tengo que pagar esto más adelante no podré cuidar de mí…”, mi voz se rompe.

“Mi hijo cuando nazca”.

“Su tratamiento está costeado, señorita”, repite.

Ahora debería comer alguna cosa”.

“¿La factura está pagada?”

Esa frase me llena de calma.

“¿Mis padres pagaron por mí?”

“No, yo pagué el tratamiento, sus padres dijeron que no…”, duda.

“Que no tenían nada que ver con usted”

Ese sentimiento de traición crece en mí una vez más.

Las lágrimas corren por mis mejillas mientras pienso en lo cruel que han sido mis padres solo porque no fui lo suficientemente buena para darme cuenta de que mi exnovio era un desgraciado.

Odio saber que ellos están más interesados en seguir los preceptos de su religión que en cuidar de su hija, aún me parece increíble que me juzgaran cuando el maldito que me engaño resultaba ser uno de los más devotos de su congregación.

“Le agradezco lo que ha hecho, pero de verdad no tengo mucho que hacer aquí, necesito trabajar yo…”

Me siento una inútil otra vez.

“Ni siquiera tengo para comer”.

“Ese no es un problema ahora, señorita”

El hombre en la habitación camina hasta la mesa donde dejo la bolsa que traía en su mano y extiende la mesa plegable de la camilla.

“Aquí tiene, puede comer esto”.

Él saca los tapers de la bolsa.

El olor de la comida casera hace a mi estómago gruñir.

Este hombre frente a mí abre otro de los rebases para tomar la cuchara y el tenedor dentro de dicho lugar antes de colocarlos en mis manos.

“Hablemos mientras comes”, me sonríe.

“Mi madre es buena en la cocina, así que no se preocupe”.

Muevo mis ojos a la comida.

POV Beatriz

Me debato entre la dignidad y la pena, pero pensar en mi hijo es mucho más fuerte que cualquier cosa, así que tomo la primera cucharada de comida casera que me han ofrecido.

El sabor me hace gruñir ligeramente.

Han sido tres meses en los que he comido puras sobras o comida chatarra, así que un poco de comida como esta me hace realmente feliz.

El hombre sentado en el sofá de la habitación me sonríe ligeramente cuando lo miro.

“¿Qué edad tienes?”, me dice.

“Voy a ser tu doctor, así que necesito saber varias cosas”

“Tengo veintidós años”, respondo.

“Hice un curso de repostería, pero no he podido encontrar un trabajo y…”

Cierro los ojos un segundo.

“No creo que eso importe realmente”.

Como un poco más del bol donde la comida sigue y el doctor me mira directamente a la casa con las manos cruzadas.

Busca algo más en la bolsa para entregarme una botella de agua después de abrirla.

“Bien, porque estás tan desnutrida si estás embarazada”, me cuestiona.

“¿Dónde está el padre de tu hijo?”, me mira con firmeza.

“¿Por qué no te has hecho ningún examen prenatal?”

Pienso en lo que dice.

El hambre desaparece de mí cuando me siento juzgada y bebo un poco de agua antes de responderle al hombre que ha sido lo suficientemente agradable como para sentirme capaz de desahogarme.

Me digo que tampoco tiene sentido ocultar la verdad y que si me está dando la oportunidad de al menos hacerme estos exámenes puedo ser clara con él.

“No he comido bien estos meses, he tratado de juntar todo el dinero necesario para el parto y los cuidados en el futuro”, suspiro.

“En cuanto a mi familia… son católicos extremistas que ni siquiera me permitieron saber que tan mal podrían resultar las cosas”

Lo miro avergonzada.

“El padre de mi hija dijo que nos casaríamos, queme enseñaría algo realmente bueno y luego mi período no llego, mi madre lo descubrió y me lanzo a la calle”.

Mi voz se rompe.

Mi corazón se destroza recordando una vez más lo poco que le importaba a mi familia, que no supiera realmente qué sucedía.

Si dormía con un hombre y…

El doctor se acerca.

Sus brazos rodean mi hombro con delicadeza permitiéndome llorar en ellos.

Siento que puedo quedarme un poco más de esta forma y aunque desconozco quién es realmente este hombre me siento agradecida.

“¿Me dices tu nombre?”, pide en silencio.

“Quiero saber como ponerle a tu examen prenatal”.

“Beatriz”, lloro.

“Me llamo Beatriz, pero puedes decirme Bea”.

“Beatriz, soy Lucas, te lo dije antes”, me informa.

“Pero parece que estabas muy débil para recordarlo”, lo.miro.

“Puedes decirme Lucas y como dije antes te prometo que no tendrás que preocuparte de los gastos del hospital, ahora termina de cenar”.

“Gracias, usted de verdad”, trago mi gratitud.

“Usted de verdad es un ángel”

POV Lucas

Salgo de la habitación donde la chica desvalida que he decidido ayudar.

Ella duerme después de unos minutos.

Tomo el bol vacío que mi madre me preparó sintiéndome agradecido de poder hacer este tipo de cosas.

Aunque sus padres realmente me parecen crueles después de todo lo que me contó.

Camino por el pasillo hasta mi consultorio y suspiro sentándome en mi silla durante un minuto, me digo que debo hacer que mi madre deje de preguntarme todo el tiempo cuando voy a presentarle a alguien.

No quiero a nadie en mi vida.

No quiero atarme emocionalmente a alguien que podría dejarme solo una vez más.

Miro hacia la ventana detrás de mi escritorio en silencio.

La oscuridad más allá se llena de esas sensaciones oscuras que me llenan desde que tuve aquel accidente en mi infancia.

Sé que mi madre ayudó mucho a que mis ataques de pánico pasaran, probablemente sin ella no habría podido siquiera tener una vida mínimamente agradable.

Porque a pesar de todo las pesadillas siguen ahí.

Nunca se han ido.

Aunque intento mentirle mis padres para no preocuparlos….

Están ahí.

Mi madre es demasiado sensible y no necesito más preguntas o que trate de psicoanalizarme durante meses.

Resoplo cuando la puerta de la oficina se abre.

Mi asistente me sonríe como hace siempre que me ve e intento ignorar el hecho de que solo está intentando que surja algún interés fuera de lo profesional, pero desgraciadamente eso no va a suceder.

“¿Están todos los exámenes en orden?”, pregunto.

“¿Hace unos minutos dejé a la chica durmiendo en su habitación?”

“La verdad no tenemos mucho que descubrir aquí”, se inclina para mostrarme.

“Ella solo necesita una buena dieta por unas semanas y un control natal regular, por suerte la encontramos”.

“¿La encontraron?”

“Oh, estaba en un restaurante pidiendo trabajo cuando se desmayó y el Doctor Antonio la mandó a atraer”, sonríe.

“Se dio cuenta de que este era uno de los casos en los que sueles intervenir. Así que me pidió llamarlo”

Ella me mira con admiración.

“Usted es un buen hombre y… por eso yo…”

“Vete a casa, Claudia”, la corto.

“Me quedaré un rato más antes de irme también”.

La chica comprende lo que trato de hacer.

Siento culpa cuando sus ojos se apagan con decepción ante mi frialdad, pero se marcha cómo le pido.

Sirvo un poco de agua cuando siento mi boca seca y me siento una vez más para llamar a mi hermana.

Lucía tarda en contestar, pero escucho su voz feliz cuando responde con alegría.

“¡Hermanito!”

Ella se emociona.

“Pensé que no llamarías hoy”

“Lu, sabes que llamo todos los fines de semana”, respondo.

“En especial cuando voy a casa de mamá y tú llevas tiempo sin bajar de tu pequeña montaña”.

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