Mamá psicóloga
Capítulo 42

Capítulo 42:

POV Jeremías

“¿Esperaron mucho tiempo?”

“Hemos estado aquí por horas”

Mi madre está enfadada.

“Como pueden marcharse y regresar a esta hora, mis nietos deben comer a las seis y son las ocho con treinta”.

“Madre, solo fuimos de paseo, deja de gritar”.

“¡No estoy gritando y creo que esta mujer está alterando la rutina de mis nietos!”, me mira.

“Eso no es bueno Jeremías”.

“¡Papá!”

La voz de Lucas tiembla.

Maldigo a mi madre cuando veo a mi hijo temblar y Lizbeth corre a cargar al pequeño en brazos.

Lucía corre hasta las escaleras, asustada.

La molestia me llena.

Esta repentina necesidad de mi madre de meterse en mi vida no me agrada.

En especial, sí está afectando a mis hijos.

“Lleva a los niños arriba, Lizbeth”, digo sin dejar de mirar a mi madre.

“Pídele a la empleada, prepararlos para cenar y luego baja, atenderé a mi madre”.

“Vale, volveré en un momento”

“¡Tú no vas a ningún lugar con mis nietos!”

Mi madre grita una vez más y no puedo contenerme más.

Camino hasta ella para tomarla de la mano.

Mi tío se pone en pie dispuesto a interponerse en mi camino, pero se detiene cuando, lo miro con advertencia.

“Deja de gritar madre”, gruño tomándola del brazo.

“Estás asustando a Lucas y no le hace bien”.

“Esa mujer sí que no le hace bien”, repite ignorando mis palabras.

“No puedo creer que…”

“Deja de gritar Madre”.

Escucho a Lizbeth maldecir.

Lucas comienza a llorar mientras su hermana hace lo mismo aún en la escalera y mi esposa corre para alejar a los niños de la sala de estar.

Suelto a mi madre cuando estamos solos una vez más e intento guardar la calma masajeando el puente de mi nariz.

“¿A qué viniste madre?”, gruño.

“¿¡Qué intentas conseguir con esto, Lauren!?”

Mi madre abre sus ojos como platos cuando la llamo por su nombre.

Mi tío rodea a mi madre con sus brazos y me mira con desaprobación.

“¿Qué está pasando contigo Jeremías? ¿Por qué tratas a tu madre de ese modo? Tú no eres así muchacho”.

“Ustedes tampoco son de este modo”, respondo.

“O al menos eso creía”.

“Estamos tratando de llegar a una solución, de hacerte ver que no siempre tienes la razón”

Mi tío toca mi hombro.

“Queremos ayudarte”.

“¿Les pedí ayuda?”, gruño.

“No sé qué error, es ese que quieren hacerme ver, pero definitivamente viniendo a mi casa y gritando frente a mis hijos no es la forma”.

“Es esa mujer, me molesta verla con mis nietos, esa mujer es el error y estoy segura de que le hará mucho mal a su enfermedad”.

“La única que está haciéndole mal a sus nietos eres tu madre, gritando cuando sabes que no debes, ignorando todas mis palabras y pretendiendo inmiscuirme en algo que hace años no te importa”.

“¡Jeremías!”

Mi tío grita ante esas palabras.

Mi madre comienza a llorar como si el mundo estuviera a punto de acabarse y me señala con uno de sus dedos.

“Eres un egoísta, cómo te atreves a decirme algo así, como te atreves a decir que mis nietos no me importan como…”

“Llevas años solo apareciendo en esta casa dos veces por años trayendo regalos y excusándote con tus nietos”, la señalo.

“Años que solo pasas cinco minutos aquí y no eres capaz de preguntarles cómo están o preocuparte por su estado”, niego.

“Ni siquiera te importa como estoy yo tampoco así que deja de actuar como si nuestras vidas te importaran madre porque desde que mi padre y mi hermano murieron, nada parece importarte”

Mi madre me abofetea.

No digo una sola palabra, mientas ella tampoco puede negar que tengo razón en esto, pero unos pasos apresurados se acercan hasta nosotros y Lizbeth de socola entre mi madre y yo con las manos en su cintura.

“¿Qué están haciendo los dos?”, nos regaña.

“Puedo oír sus gritos hacia el segundo piso, los niños están aterrados”.

“No te metas en esto entrometida, tú no eres nadie para…”

“¡Soy la madre de los niños ahora!”, le responde.

“Soy la mujer de Jeremías y al parecer a la única que le importan porque usted no hace más que empeorarlo todo”.

“¿¡Quién te crees muchacha!?”, la voz de mi tío se eleva.

“Lo único que estás buscando es dinero verdad, deja de fingir que no es así y lárgate por tus propios pies”, le advierte.

“Esta es una familia decente y aunque mi sobrino esté perdiendo la cabeza solo porque tiene una z%rra que caliente bien su cama no voy a permitir que te quedes con un solo centavo de nuestra compañía o que arruines la salud de mis sobrinos”.

“¡No amenaces a mi mujer!”, grito tomando a Lizbeth de la mano.

“Y no vuelvas a tomarte el atrevimiento de hablar así de ella”, miro a mi tío furioso.

“Esto no tiene nada que ver contigo, esto no tiene nada que ver con ninguno de los dos, ¡Fuera de mi casa!”

“¡Te vas a arrepentir de esto Jeremías!”, grita mi madre tomando su bolsa.

“No sabes cuanto vas a arrepentirte de esto, tu hermano debe estar repudiándote desde el más allá”.

“Mi hermano debe estar desencantado de ti madre y no vamos a hablar de lo que pensaría mi padre”.

“Estas cometiendo un error Jeremías”, mi tío advierte antes de salir tras mi madre.

“Esta mujer no vale todo esto y no piense que voy a permitir que pongas en riesgo la salud de mis sobrinos, el bienestar de la empresa y la relación de nuestra familia”.

No le digo una palabra.

Mi tío sigue a mi madre fuera de casa y me dejo caer cansado sobre el sofá, Lizbeth se sienta a mi lado.

No dice absolutamente nada, pero supongo que tampoco hace falta.

Ella acaricia mi cabello como la he visto hacer con Lucas tratando de reconfortarme.

Mis ojos se encuentran con los suyos, humedezco mis labios ante las inminentes ganas de besarla y ella parece darse cuenta por qué después de cerrar los ojos un momento se inclina sobre mi cuerpo y coloca su boca sobre la mía para besarme rápidamente.

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