Mamá psicóloga -
Capítulo 41
Capítulo 41:
POV: Lizbeth
“¿Estoy educándolos mal?”, gruñe.
“No llevas más de un mes con nosotros, no tienes idea de todo lo que he intentado y cuanto trabajo me ha costado que ambos Lucía y Lucas al menos sonrían, he buscado los mejores maestros, les he dado la mejor educación, he hecho todo lo que está en mis manos para cuidar de ellos como lo necesitan”.
“No eres psicólogo”, respondo molesta con su terquedad.
“Comprendo tu preocupación, pero los niños son niños, necesitan más que una buena educación o buenos maestros, necesitan cariño e interacción, necesitan contacto con la sociedad, con personas de su edad, con alguien que comparta sus gustos, no estoy diciendo que no lo hicieras bien”, lo miro.
“Solo digo que deberías al menos pensarlo”.
“No, no tengo nada que pensar, no pienso dejar que mis hijos se expongan a situaciones que empeoren su tratamiento, así que no hablemos más de este tema”.
Hago mis manos, un puño, me pongo de pie molesta y camino hasta mi marido con molestia, golpeo su hombro, exasperada con su terquedad, e intento hacerlo una segunda vez, pero Jeremías me toma del brazo y me hace caer sobre su regazo.
“¿Por qué eres tan violenta?”, me acusa.
“¿Por qué me gusta que lo seas?”, niega.
“Cielos, como puede ser que discutir contigo me moleste a tal punto que quiera besarte”.
“¿Por qué querría besarte?”, le respondo.
“¿Por qué tendría algún deseo de besar a alguien tan obstinado que no valora mi opinión?”
“Si valoro tu opinión”, responde.
“Pero mis hijos son lo más preciado para mí y no quiero que sufran más, además, estoy seguro de que, si quieres besarme, porque mejor no discutimos sobre esto”.
Trago grueso, el baile voraz de las mariposas en mi estómago se hace más intenso y cuando mi esposo peina mi cabello hacia atrás siento que mi corazón corre tan rápido que en cualquier momento explotará.
“Que hay que discutir”, murmuro.
“Yo… yo no creo que tengamos que hablar sobre lo que sucedió”.
Me pongo en pie para regresar a mi asiento.
Jeremías me observa durante un momento y luego se cruza de brazos inclinándose sobre su silla.
“Me interesas”, admite.
“Por algún loco motivo no puedo sacarte de mi cabeza y aunque no puedo decir que te amo, quizás te deseo, quizás quiero seguir besándote o algo más, ¿Qué opinas de eso?”
¿Qué opino?
¿Que podría opinar sobre que este hombre exasperante que me hace sentir de esta forma?
Carraspeo sin poder mirarlo realmente a el rostro y escucho el murmullo dentro de mi cabeza que dice que debería dejarle claro que no quiero hablar de eso.
“Estoy interesado en explorar un poco más esta sensación”, comenta.
“Sé que dijimos que no haríamos nada más allá de fingir ser una pareja, pero quizás podríamos tener un roce más…”, busca la palabra.
“Íntimo, lejos de nuestro contrato o cualquier situación o lazo emocional, creen no suelo proponer este tipo de cosa espero quizás podríamos pasarlo bien juntos”.
Abro mis ojos ante su sugerencia, él me mira con una sonrisa en sus labios que me hace morder uno de los míos y siento esa vocecilla gritar dentro de mí que debería aceptar, que quizás sería interesante ver a dónde me lleva este sentimiento, pero antes de que pueda decir alguna cosa Lucas corre hacia nosotros.
“¡Papá!”
Jeremías aleja sus ojos de mí.
“¡Papá jugué con muchos niños!”, sonríe emocionado.
“Lucía se tiró de un trampolín y muchas pelotas volaron”, sigue contando su historia.
“¿Podemos venir mañana también?”
El hombre frente a mí me mira.
Limpia algo de sudor de la frente del niño con una servilleta de papel y le pide ir por su hermana prometiéndole pensarlo.
Cuando Lucas se aleja una vez más hacia el área de juegos, mi esposo toma una de mis manos con las suyas y acaricia mis nudillos.
“Hagamos un trato”, comenta.
“Pensaré sobre la escuela y mis hijos si me prometes darme una respuesta a lo que te propuse”, me mira con firmeza.
“Me gustaría que accedieras a explorar esto que hay entre los dos, pero si no lo quieres hacer lo entenderé y no insistiré más”
POV Jeremías
Observo en silencio a la mujer que ayuda a mis hijos a bajar del auto.
La sonrisa radiante en la expresión de Lucía me hace sentir completamente feliz y cuando esta le pide a Lizbeth con unas rápidas señas llevarla a jugar una vez más con otros niños, pienso detenidamente en lo que ella dijo.
“Lucas, ¿Puedes venir un segundo?”
Pido a mi hijo haciendo que la expresión sonriente de mi hijo se detenga por un segundo, Lizbeth le pide que venga hasta mí con un gesto y el niño obedece sin pensarlo.
Me acuclillo para estar a su altura.
“Cariño, tu madre dijo que fuiste a un colegio”, lo miro con firmeza.
“¿Qué te pareció?”
“Estaba bien”, comenta desinteresado.
“Había muchos niños”.
“¿Qué pensarías de ir a uno?”
“¿Podría?”
Mi hijo abre sus ojos con la emoción en su voz.
“¿De verdad?”
“Tal vez”, comento poniéndome en pie.
Mi hijo no dice una sola palabra, pero asumo que no quiere emocionarse por nada.
Me apresuro para tomarlo en mis brazos y aunque se resiste un poco termina apoyando su brazo en mi hombro.
“¿Qué les gustaría cenar hoy a tu hermana y a ti?”, cuestiono.
“Cenemos todos en el jardín, ¿Quieres?”
“¿Cenarás con nosotros hoy papá?”, me mira incrédulo.
“Creí que estarías ocupado”.
La forma casual en que mi hijo dice esas palabras me hace sentir mal, camino con él hasta la casa mientras medito seriamente sobre lo que dijo mi esposa de pasar más tiempo con ellos y admito que quizás sí he estado bastante lejos de mis hijos hasta ahora.
Recuerdo que mi padre siempre decía que no importaba si teníamos todo y no había amor o no pasábamos buenos momentos juntos.
Niego alejando esos pensamientos y me prometo tener más en cuenta esas palabras.
No solo por mis hijos, sino por descubrir un poco más de la mujer que no deja de rondar mis pensamientos.
Una mujer que está parada en medio de la sala de estar.
“¿Sucede alguna cosa?”, cuestiono dejando a Lucas sobre el suelo.
Lizbeth no dice una sola palabra, pero tampoco lo necesito porque cuando miro en dirección a los muebles veo a mi madre y mi tío sentados tranquilamente en ellos.
“¡Jeremías, sabes cuantas veces te llamé!”, mira a mis hijos.
“¿¡Donde estaban hasta esta hora!?”
“Fuimos a dar un paseo”, responde Lizbeth.
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