Mamá psicóloga
Capítulo 137

Capítulo 137:

POV Beatriz

“Tienes razón, dormí contigo, soy una estúpida, estaré esperando el dinero mañana a las dos de la tarde, así que no pierdas más tu tiempo maldiciéndome”.

Cierro mis ojos después de esas palabras.

Corto la llamada sintiéndome todavía peor que hace unos minutos cuando tomé esta decisión y después de devolver el móvil regreso a mi habitación.

Me quedo ahí el resto del día.

Le doy de comer a mis niños, tomo una ducha para irme a dormir después de pasada la hora de la cena y ni siquiera entonces puedo descansar por culpa de mi conciencia.

La mañana llega acompañada de mi dolor de cabeza, como he hecho los otros días alisto a mis hijos, solo que esta vez empaco para irme completamente de aquí.

Le doy las gracias a las monjas a la hora del almuerzo y me pongo en pie de la banca donde estuve rezando hasta la hora indicada.

“Vamos a estar bien bebés”, murmuro saliendo de la iglesia.

“Les prometo una vez más que voy a hacerlo bien”.

Mi corazón duele porque he dicho estas palabras muchas veces y también he fallado en todas las formas que he usado para ello.

Camino tranquilamente hasta la entrada del convento.

Las puertas se abren para mí, un doy rápidamente las gracias antes de clavar mi vista en el auto gris que espera del otro lado de esta.

Me toma unos minutos caminar con el carrito para mis bebés hasta el auto.

Trago grueso antes de tocar la ventanilla de dicho auto y cuando esta comienza a bajar me recuerdo que estoy haciendo esto porque no me queda más remedio que ella.

POV Lucas

Dos semanas, dos semanas desde que se marchó y que ni siquiera he sido capaz de dormir, no hay forma de encontrarla, cómo pudo desaparecer de esa forma.

Es imposible, salgo de la cama donde he pasado la noche sin dormir por un solo minuto.

Afeito mi barba diciéndome que debo encontrarla, pero también debo estar lo suficientemente bien como para seguir buscándola, así que después de darle de comer a mi gato que luce igual de deprimido que yo, como mi propio desayuno y salgo del departamento.

Conduzco hasta la oficina de mi padre sin realmente querer hacerlo, pero esto es otra cosa con la que he tenido que lidiar.

Salgo del aparcamiento tratando de pensar dónde debería buscar hoy a Beatriz y cuando entro al hospital voy tan metido en mis pensamientos que si ese hombre no llega a tocarme un hombro no me doy cuenta de que está ahí.

“¿Así que sí que eres rico?”, dice negando con sarcasmo.

“Esa z%rra sabe muy bien que estaba haciendo”.

No lo reconozco al instante, pero después de una mirada me doy cuenta que es el padre de los bebés de Beatriz.

Frunzo el ceño sin saber exactamente qué está haciendo aquí. Él suspira colocando una mano sobre mi hombro, una mano que trato de alejar.

“¿Qué demonios haces aquí? ¿Qué quieres con Beatriz? te advierto que si vienes a molestarla yo voy a…”

“No quiero nada con ella y es justamente por eso que estoy aquí”.

“¿Cómo dices?”

“Mira, no sé qué líos tienen ustedes”, responde él.

“Pero necesito que le adviertas a esa oportunista que no voy a dejarme chantajear y que no pienso darle un solo centavo como me pidió”.

Tomo al hombre, frente a mí de su camisa.

La molestia me llena, pero acaba de decir algo que me importa lo suficiente como para seguir escuchándolo, maldecir y ofender a Beatriz sin partirle la casa.

“¿Hablaste con ella?, ¡Cuando!”

“Supongo que te dejo”, dice divertido.

“Así que vacío tu tarjeta y corrió”, se suelta de mi agarre.

“Bien por ella o no, realmente no me importa, pero no quiero tener nada que ver con ella o sus hijos”.

“¿Sabes dónde está?”

El tipo desagradable limpia una suciedad inexistente de su chaqueta, acomoda su ropa, como si pudiera cambiar que es un desgraciado y después de rascar su barbilla pensativo, luego habla con calma.

“¿Qué tal si hacemos un trato?”, me propone.

“Yo sé dónde está y tú quieres encontrarla; si te encargas de que no me moleste nunca, más te daré la dirección”

“Eso no es un problema”, gruño.

“Ella es mi esposa, no te necesita”.

“Quiero eso por escrito”, responde.

“Porque si vuelve o intenta chantajearme otra vez quiero tener como defenderme”.

“Firmemos lo que te dé la gana”, digo.

“¿Quiere también que me haga oficialmente cargo de tus hijos?”

“No son mis hijos”, responde el desgraciado.

“Pero eso estaría bien”.

“Vamos a mi despacho”

Él asiente.

Me sigue hasta el elevador privado que da a la dirección del hospital y cuando llego a la oficina de mi padre este me mira extrañado.

El tipo junto a mí ni siquiera saluda, pero se sienta en uno de los sofases como si nada.

“¿Quién es ese?”, dice mi padre acercándose.

“¿Qué hace aquí?”

“Es el padre de los bebés”, responde.

“Tiene información y voy a encargarme de todo ahora, podemos posponer nuestra reunión , ¿Verdad?”

“Claro que sí, llámame si necesitas algo”

“Gracias padre”.

Mi padre se marcha dejándome solo con este desgraciado una vez más.

Marco el número del departamento legal del hospital y pido unos documentos sencillos; pero bien formulados.

El abogado los trae después de unos minutos en los que ni siquiera quiero ver el rostro del estúpido hombre sentado a unos metros de mí.

Cuando los papeles llegan el abogado los le para nosotros, ambos aprobamos las cláusulas tanto para desligarlo a él, completamente de la vida de esos niños como mi compromiso a impedir que Beatriz trate de pedirle dinero una vez más o lo molestemos en el futuro con los bebés.

“Bien, supongo que es mi turno”

El tipo saca su móvil.

Me pide un bolígrafo y garabatea rápidamente una dirección en un papel.

“Tienes que estar ahí hoy a las dos”, me informa.

“Ella va a estar esperando ese dinero”.

“Espero no tener que verte otra vez”.

“Espero lo mismo”.

Dice respondiendo a mis palabras de desagrado antes de marcharse de mi oficina, miro mi reloj con prisas viendo que me quedan algunas horas para conseguir llegar a la hora que ese desgraciado dijo.

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