Capítulo 59:

Xavier se levantó del suelo con el cabello mojado y la ropa totalmente empapada, mientras Tamara seguía riéndose de él.

Xavier se levantó del suelo con una mueca de dolor en el rostro, aun sin entender lo que había pasado.

Tamara, por otro lado, seguía riéndose de lo sucedido, pero en su interior sentía un poco de culpa por haber manipulado la situación de esa manera. Finalmente, logró controlar sus risas y fue hacia él para ver cómo estaba.

“¿Qué diablos pasó? ¿Por qué pusiste una cucaracha en la ducha?”. Le preguntó Xavier, visiblemente molesto: “No tiene gracia, Tamara”.

Le reprendió tratando de recuperar la compostura.

“¿Yo? Yo no hice eso… seguro fue porque hoy no quisiste limpiar… y me río porque es inevitable hacerlo cuando te ves tan gracioso. Pareces un pollito remojado, mira cómo te quedó el cabello”. Respondió ella aun riéndose.

“Tengo la sospecha de que fuiste tú, porque no hay manera de que estuviera esa cucaracha allí”.

“Seguro fue que limpiaste mal, pero quiero saber si te lastimaste ¿Te pasó algo?”. Interrogó ella preocupada.

“Solo fue un pequeño resbalón, no te preocupes, estoy bien”. Respondió él, sabiendo que no iba a sacar nada bueno de seguir discutiendo con Tamara. Sin embargo, cuando ella lo vio cojear se preocupó y se acercó a él.

“Dime ¿Qué te pasó? ¿Te lastimaste?”.

Xavier sintió un fuerte dolor en la pierna izquierda, y se dio cuenta de que se había torcido el tobillo en la caída.

“Oh, no, Xavier, déjame ayudarte”. Expresó preocupada mientras lo ayudaba a caminar hacia el sofá, cuando estuvo sentado le preguntó: “¿Necesitas hielo o algo?”.

“Gracias, Tamara. Un poco de hielo sería bueno”. Respondió él mientras extendía el pie.

Tamara corrió a la cocina y regresó con una bolsa de hielo envuelta en una toalla.

Xavier se inclinó hacia adelante y apoyó el pie herido sobre la bolsa de hielo mientras Tamara se sentaba a su lado.

“¿Estás seguro de que estás bien?”. Preguntó ella de nuevo, mirándolo con ojos preocupados. Sentía remordimiento, porque si no le hubiera puesto la cucaracha, él no se habría lastimado.

Otra vez Xavier la vio con sospecha, hizo un gesto de dolor.

“Me duele a morir… auch…”. Se quejó, aunque en realidad estaba exagerando su dolor, para hacerla sentir culpable.

Ella se inclinó para revisarle el pie y aunque al principio ella pensó que estaba fingiendo, cuando vio que su pie se estaba inflamado supo que estaba diciendo la verdad.

“No debiste asustarte, si la cucaracha estaba muerta, no te iba a hacer nada”. Rápidamente apretó los labios al darse cuenta lo que había dicho.

“¿Cómo sabes que estaba muerta?”. Interrogó Xavier con una ceja arqueada, sus sospechas estaban creciendo.

“Uh… me lo supuse, porque seguro la aplastaste. Pero olvidemos eso por ahora, lo importante es curar tu pie”. Respondió Tamara tratando de ocultar su error.

Xavier asintió, decidido a dejar el tema de la cucaracha por ahora. No quería lidiar con las mentiras de Tamara mientras su pie le seguía molestando.

Él dejó que ella le examinara el pie, Tamara deslizó sus manos suavemente sobre su tobillo asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Sus manos eran suaves y cálidas, Xavier no pudo evitar sentirse cómodo y relajado bajo su toque, su cabello tenía un olor dulce que hacía que su miembro se pusiera duro entre sus piernas.

Cada vez que ella tocaba su piel adolorida, sentía un estremecimiento recorrer su cuerpo.

“No parece estar roto”. Dijo ella, finalmente, aliviada.

Xavier asintió, dándose cuenta de que no podía seguir conteniéndose, la deseaba tanto. Si no se apartaba de ella, terminaría besándola y haciéndola suya en ese sofá.

“Gracias, voy a vestirme”. Dijo levantándose del sofá, pero hizo un movimiento brusco y la toalla que cargaba en su cintura se cayó, dejándolo por completamente desnudo frente a Tamara. Quien abrió los ojos tanto, que parecía que se le saldrían de sus órbitas.

“¡Dios!”. Exclamó ella producto de la sorpresa que le produjo ver ese cuerpo que parecía esculpido por los mismos dioses.

Entretanto, Xavier no pudo evitar sentirse complacido al ver la admiración y sorpresa en sus ojos. Aunque pudo cubrirse de una vez, no lo hizo, se quedó desnudo.

Tamara había estado negada a tener algo con Xavier, pero no podía soportar el deseo que se agitaba en su interior. Sentía que una especie de lava ardiente corría por sus venas y su respiración se hizo pesada, tenía la sensación de que todo el aire había escapado de sus pulmones.

Cerró los ojos con fuerza tratando de evitar todo ese deseo que estaba acumulado en su bajo vientre. Pero sintió cómo un líquido salía entre sus piernas y el olor a e%citación llenó el lugar.

Se mordió el labio inferior al imaginar lo que sería sentir esos músculos bajo sus dedos. Xavier notó el cambio en su expresión y se acercó a ella, dejándola acorralada contra la pared.

Sin embargo, Xavier no quería ser el único en mostrar su cuerpo, decidió que era hora de tomar el control de la situación, así que bajó su mano y comenzó a quitar la blusa de Tamara mientras se miraban de manera ardiente. Ella lo observó con tanta intensidad que parecía colarse en lo más profundo de su alma.

Sin decir una sola palabra, Xavier tomó las manos de Tamara y las guio hacia su cuerpo. Ella podía sentir la fuerza de sus músculos mientras él la sostenía, su piel ardía bajo el calor de su contacto.

Xavier cerró los ojos y susurró su nombre con deseo. Tomó los senos de Tamara en sus manos y comenzó a acariciarlos con ternura. Ella g$mía cada vez más, sus miradas se encontraron, ambas cargadas de pasión, de una ardiente pasión que ninguno había experimentado antes.

“¿Quieres tocarme, Tamara?”. Preguntó Xavier en un susurro ronco, sintiendo su respiración chocar contra su piel.

Ella asintió en silencio, incapaz de articular palabra con la mirada fija en su miembro erecto. Él tomó su mano y la llevó hasta su entrepierna, dejándola sentir la dureza que la hacía arder de deseo.

“Sigue tocando, cariño”. Susurró Xavier al oído de Tamara, mientras sus manos empezaban a explorar cada centímetro de su cuerpo.

Con dedos temblorosos ella tocó su piel. A pesar de haber estado casada, nunca había tocado un hombre de esa manera. Además, Xavier era perfecto y su piel era tan suave como la seda.

El g!mió, susurrando palabras al oído de Tamara, ella respondía a cada una de ellas con besos y caricias. Xavier apretó su cuerpo contra el de ella, presionando sus miembros con delicadeza. Seguían bailando al son de su propia melodía, en la que cada nota era un suspiro o un g$mido. Sus cuerpos estaban unidos en un abrazo fiel, mientras sus pieles agradecían el contacto.

El calor que emanaba de Xavier la hacía sentir como si estuviera ardiendo por dentro. Xavier bajó la cabeza y comenzó a besar suavemente el cuello de Tamara. Sus labios suaves y cálidos enviaron un escalofrío por encima de su piel. Ella g!mió involuntariamente, sintiendo su cuerpo tensarse de placer.

Xavier continuó besándola, sus manos acariciando cada resquicio de su cuerpo, Tamara no podía soportarlo más, quería que él la tomara allí mismo. G!mió de nuevo y abrió los labios, sus besos eran cada vez más intensos, sus manos cálidas recorrían cada centímetro de su cuerpo y provocaban en ella sensaciones inexplicables que nunca había experimentado.

Cuando sus labios se encontraron de nuevo, tuvieron la sensación de que el tiempo se paralizaba. Finalmente, Xavier la tomó en sus brazos y la besó profundamente mientras la llevaba a la cama. Amaba a su mujer, y ahora se estaban dando al placer más intenso que ambos habían experimentado.

“Tamara…”. Comenzó a decir con voz ronca mientras la recostaba en la cama y la miraba fijamente a los ojos, mientras ella lo miraba asustada: “Tienes treinta segundos para decidir y decirme si seguimos o paramos. Si eliges lo primero, ya no podrás detenerme, porque no puedo seguir controlándome… porque te deseo como nunca había deseado a ninguna mujer”.

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