Mamá correcta, papá equivocado -
Capítulo 55
Capítulo 55:
Tamara estaba completamente e%tasiada, su corazón latía a mil por hora y su alma se encontraba en medio de un torbellino de emociones. Xavier la besó con deleite, haciéndola sentir como si magia recorriera sus venas.
Sin embargo, enseguida su mente se llenó de las palabras de Joel ‘¿Crees que serás capaz de provocar a algún hombre? ¡Eres frígida! No sirves para nada, solo yo te puedo aceptar’. Esas palabras fueron con un baño de agua fría para ella, que quitaron toda e%citación de su cuerpo.
Enseguida lo empujó para apartarse.
“¡No por favor! ¡Para!”. Exclamó con un tono de miedo.
Aunque Xavier estaba e%citado, su tono de súplica p$netró sobre la neblina de deseo que en ese momento lo cubría y se apartó… sobre todo cuando vio la expresión de dolor en el rostro de Tamara, se apartó sin dejar de verla.
“Lo siento Tamara, no pensé que te estaba asustando, yo me dejé llevar ¡Diablos!”. Exclamó levantándose sin poder evitar estar molesto consigo mismo.
Él comenzó a caminar hacia la puerta, aunque ella podía dejarlo así y hacerle creer que era por su acercamiento, no pudo hacerlo.
“Xavier, no te vayas. No eres tú…”. Sollozó: “Es Joel… él me dijo que yo… era frígida y que… no soy capaz de e%citar a ningún hombre”.
Le dijo cubriéndose la cara sin poder contener sus lágrimas.
Xavier giró lentamente hacia ella, su mandíbula tensa mientras luchaba por contener su ira. Joel era un maldito miserable poco hombre, y no por su preferencia se%ual, sino por su cobardía, porque el miserable no asume lo que es y para sentirse hombre la humillaba. Se dio cuenta de que ella había sido lastimada profundamente por Joel. Sintió rabia hacia él y ternura hacia ella.
Si lo tuviera enfrente lo golpearía hasta que sus manos le dolieran, él no tenía derecho a hablarle así a Tamara, y mucho menos a hacer que se sintiera tan mal consigo misma.
Él se acercó a ella con pasos lentos y cuidadosos, como si temiera asustarla aún más.
“Tamara, mírame a los ojos”. Le dijo mientras levantaba suavemente su barbilla para que lo mirara, sus ojos estaban anegados en lágrimas: “Eres una mujer hermosa y atractiva, no hay nada que alguien pueda decirte para que cambie eso. Joel no tenía derecho a hablarte así, y mucho menos a hacerte sentir que no eres lo suficientemente buena”.
Ella lo miró con tristeza en los ojos, pero también había una chispa de esperanza en ellos. La tomó en sus brazos con delicadeza y la sostuvo mientras ella lloraba. Xavier continuó hablando, sus palabras tranquilizadoras resonando en el aire frío y desolado.
“Lo que Joel dijo es una mentira. Eres capaz de e%citar a cualquier hombre, solo mírame a mí”. Ella lo vio con escepticismo: “¿Quieres comprobarlo?”.
Agarró con suavidad su mano y la llevó hasta la dureza de su masculinidad.
“¿Crees que si no fueras capaz de e%citarme estaría así?”. Interrogó y ella se ruborizó tanto que no parecía una mujer que había estado casada, aunque sabiendo la alimaña que era Joel ya era entendible.
“No lo sé… tú eres un p%to que te e%citas hasta de la brisa si te pega”. Susurró en tono bajo.
“Tampoco así. Además, creo que desde ahora solo me e%citarás tú. Debes entender que nada de lo que dijo Joel es verdad, debes tener en tu vida, a alguien que te valore y te respete, no te mereces nada de lo que él te dijo o hizo. Tamara, yo soy esa persona que necesitas… sé que tienes muchas reservas en aceptarme, pero te prometo hacer todo lo que esté en mi poder para demostrártelo”.
Tamara sollozó, pero esta vez sus lágrimas eran de alivio. Xavier le ofreció un abrazo cálido y reconfortante. Ella se aferró a él con fuerza, sintiendo su corazón latir contra su pecho.
Se sintió a salvo en sus brazos, como si pudiera confiar en él con su vida. Xavier acarició su cabello con ternura besándola suavemente en la frente, haciéndola sentir especial y amada. Además, estaba tratando de infundirle confianza y fuerza.
Tamara se entregó al abrazo, dejando que Xavier la cubriera con todo su amor y protección. Finalmente, se separaron y se miraron a los ojos.
“Xavier… de verdad… no sé qué decir”. Balbuceó Tamara.
“No digas nada, solo déjate consentir, no hay presión, podemos ir poco a poco hasta que te sientas segura. Yo no voy a dejar de sentir lo que siento por ti, te voy a demostrar que mis sentimientos son verdaderos. Desde el momento en que te vi supe que eras diferente a todas las demás mujeres. Eres fuerte y valiente, te mereces alguien que te trate como tal”.
Tamara sintió que su corazón latía acelerado en su pecho, mientras Xavier se acercaba a ella lentamente. La besó apasionadamente, deslizando su lengua dentro de su boca y explorando cada rincón. Tamara se aferró a él, sintiendo un intenso calor recorrerla de pies a cabeza.
Cuando estaba sumergida por completo en esas sensaciones, él se separó y acarició con suavidad sus labios.
“Iremos lentamente, pero seguro”. Pronunció y ella asintió sintiéndose mejor.
Hasta que frunció el ceño cuando se dio cuenta de que el muñeco se había callado.
“¿Por qué se quedó en silencio?”.
Antes de que él pudiera decir algo, ella extendió la mano y tomó el muñeco. Vio la tapa que cubría las baterías flojas y al revisarlo se dio cuenta de todo lo que había ocurrido.
“Todo este tiempo le quitaste las baterías para hacerme creer que lo habías controlado y no era así”. Dijo con tristeza: “Dime Xavier ¿Qué sientes engañándome? Explícame ¿Qué hay en mi para hacer que los hombres quieran burlarse?”.
Él sintió la tristeza en su mirada y su dolor instalarse en lo más profundo de sus huesos.
“No, Tamara, te juro que esa no era mi intención”. Trató de explicarse, pero la desconfianza ya se había instalado.
“Por favor Xavier. Sal de mi habitación”. Susurró en un tono desolado.
“¡Tamy mi amor! Te juro que no quería burlarme de ti”. Pero ella siguió haciendo un gesto con la mano para que saliera y Xavier lo hizo.
Tamara se quedó en la habitación y se acostó tomando el muñeco en sus brazos, mientras lágrimas silenciosas recorrían su rostro. Se sentía vulnerable y engañada, como si todo lo que había estado construyendo junto a Xavier se hubiera derrumbado en un instante.
Pasó un rato llorando, sin dejar de sostener al muñeco entre sus brazos. Mientras tanto, fuera de la habitación, Xavier se sentía destrozado por dentro. Sabía que había cometido un error imperdonable, se arrepentía de haber pensado que era una broma inocente y ahora se daba cuenta de lo mucho que había lastimado a la mujer que amaba.
Al mismo tiempo que ella lloraba, él daba vueltas por la casa sin saber qué hacer, pensando de encontrar la forma de reparar el daño que le había hecho.
Después de un rato, Tamara decidió levantarse y salir a caminar para despejarse. Tomó su abrigo y se envolvió en él para protegerse del frío de la noche.
Xavier la vio y decidió no dejarla ir sola, la siguió tratando de que ella no se diera cuenta.
Cuando Tamara salió a la calle, se encontró con una ciudad dormida y silenciosa. Con las luces de las farolas iluminando el camino, el ambiente estaba como ella se sentía en ese momento, desolada.
Mientras caminaba, trató de procesar todo lo que había ocurrido. Sabía que era mentira lo que Xavier le decía, porque si fuera así, no habría hecho lo que hizo. Aunque quizás pareciera que era una simple broma, para su maltrecha autoestima no era así, sino solo un indicio de la burla del hombre hacia ella y del poco aprecio que le tenía.
Fue entonces cuando escuchó unos pasos detrás de ella. Se dio la vuelta y vio a Xavier parado, mirándola con una profunda tristeza.
Él se acercó lentamente a ella y susurró.
“Lo siento”. Expresó con sinceridad, abrazándola fuertemente.
Tamara se dejó ir por la sensación de ser abrazada por Xavier, apoyando su cabeza en su pecho como si fuera un lugar cálido donde ella podía llorar sin miedo. Grandes sollozos salían de sus labios, al mismo tiempo que sentía el calor que transmitían sus brazos.
“Perdóname, te juro que no lo hice con mala intención, si me quieres castigar entonces cómprame dos muñecos más y los atiendo día y noche, así práctico por si son trillizos… no quiero verte triste, ni llorando, porque entonces me angustio. Quiero a la Tamara bromista, juguetona y muy ocurrente”.
“¿Estás seguro?”. Murmuró: “Después no te quiero escuchar arrepentido. Tú no aguantarías a esa Tamara”.
“Todo lo que venga de ti será bien recibido… te amo Tamy y cada día más”.
La colocó de espaladas a él mientras la abrazaba, besando su cuello, ninguno se dio cuenta cuando de pronto fueron rodeados por unos hombres.
“¡Entréguennos todo lo que tengan!”. Exclamó uno de ellos mostrando el filo de un cuchillo.
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