Mamá correcta, papá equivocado -
Capítulo 54
Capítulo 54:
Xavier se quedó viendo el muñeco con seriedad, sin emitir ninguna palabra.
“¿No me digas que no te gusto mi regalo especial?”. Inquirió ella con un tono de diversión en su voz.
Xavier levantó la vista y luego sonrío, revisó el muñeco mientras lo miraba con curiosidad, sin poder evitar sentirse intrigado por la idea.
“Interesante. ¿Me puedes indicar cómo funciona?”. Inquirió.
Tamara, que en la tienda le habían enseñado su funcionamiento, le explico las funciones. Desde su capacidad para llorar hasta su necesidad de ser alimentado y cambiado.
“Dime ¿Crees que tienes la capacidad para poder manejar esto o vas a decirme que no y nos olvidamos de esta convivencia? Entonces verás a tu hijo cuando haga sus necesidades solo y hable como al año”.
“Yo hablé a los tres meses”. Dijo orgulloso y ella levantó la ceja con incredulidad: “No te miento, a esa edad empecé a decir mi primera palabra y caminé a los siete meses, mi hijo puede ser como yo”.
“O como yo, fui floja para caminar, para que hacerlo si mientras no lo hiciera lo demás podrían llevarme en brazos. Así que no te creas muy inteligente porque hablaste y caminaste a temprana edad, más bien fuiste muy tonto”. Expresó para molestarlo, porque le causó enojo que fuera tan creído y se llenara la boca con sus logros excepcionales: “Ahora veamos como son tus capacidades para cuidar a tu hijo”.
“Claro que sí puedo atenderlo ¡Soy capaz de cualquier cosa!”. Habló con determinación.
Tamara asintió, impresionada por su confianza.
Xavier sonrió, revelando unos hoyuelos en sus mejillas y tomó al muñeco entre sus brazos, abrazándolo con ternura.
“Está bien, voy a dejar que te familiarices con él. Te veré en un rato”.
Tamara salió de la habitación, dejando a Xavier solo con el muñeco. Se preguntaba cómo reaccionaría ante las demandas de cuidar a un ‘bebé’ las veinticuatro horas del día.
Un par de horas más tarde, mientras Tamara estaba en la sala, se dio cuenta que desde hace rato que el ‘bebé’ no lloraba, se acercó al despacho y solo pudo escuchar ruidos de teclados. Se acercó con sigilo y abrió la puerta, encontrándose con una escena cómica y tierna al mismo tiempo.
Xavier había sacado una silla mecedora de uno de los cuartos y la había colocado en su oficina. Con su pie, balanceaba suavemente al muñeco mientras seguía trabajando en su escritorio.
Tamara no pudo contener la risa al ver la dedicación y creatividad de Xavier en su rol de ‘padre’.
“¿Estás meciendo al bebé con el pie mientras trabajas? ¿Y por qué está tan silencioso? ¿No ha llorado? ¿No hay que cambiarle el pañal?”. Mientras ella preguntaba él negaba.
“No, es que mi hijo está demasiado cómodo con su papá, le encanta mi compañía, yo le canto y él se queda tranquilo”. Dijo con seriedad mientras ella lo miraba con sospecha,
Aquí pasa algo, porque el pedazo de muñeco está tranquilo, ni siquiera está llorando, algo le hizo. Pensó ella.
“¿Me permites a nuestro bebé?”. Preguntó ella extendiendo la mano, pero Xavier se negó.
“No, es mi turno de entrenarme, ya llegará el tuyo… ahora por favor no interrumpas el momento de padre e hijo”. Expuso con una expresión circunspecta: “Me costó mucho equilibrar el cuidado de mi niño con el trabajo”.
Tamara se acercó y se sentó observando a Xavier con sospecha. Mientras tanto él sudaba frio, porque si ella se quedaba un poco más, se iba a dar cuenta lo que había hecho. Para evitar ser descubierto cargó al bebé y comenzó a ‘dormirlo’.
Tamara entrecerró los ojos y se levantó de allí, porque la imagen del hombre cuidando al niño era tan tierna que le provocaba lanzársele encima.
“No te preocupes Tamara”. Le dijo acariciando el muñeco: “Haré todo lo que esté a mi alcance para ser un buen padre. Aunque sea con el pie”.
Ambos estallaron en carcajadas, disfrutando de ese momento de complicidad y amor.
Cuando Tamara se fue, Xavier, decidió a hacer frente al desafío del muñeco de entrenamiento. Activó de nuevo sus funciones, entonces el llanto del muñeco llenó la habitación haciendo eco por los pasillos del apartamento.
Tamara se encontraba al otro lado de la puerta para escuchar atentamente los sonidos que provenían del despacho de Xavier, porque por un momento pensó que él le había hecho algo al muñeco para que no llorara.
Sin embargo, sus sospechas se dispararon cuando notó el llanto del bebé y seguidamente las palabras tiernas de Xavier para calmarlo.
“Tranquilo bebé, tu padre está aquí contigo”. Pronunció en voz alta, porque a través de la sombra debajo de la puerta, se pudo dar cuenta que estaba allí pendiente de lo que sucedía en el despacho.
“Parece que Xavier está lidiando bien con el muñeco. Tal vez estaba equivocada”. Susurró para sí misma y se alejó.
Cuando Xavier la sintió alejarse, respiró profundo.
“Ella quiere volverme loco, pero vamos a ver quién va a volver loco a quien”.
A lo largo del día, el llanto intermitente del muñeco continuó resonando en el apartamento. Xavier se esforzaba por atender las necesidades simuladas del ‘bebé’, cargándolo en brazos cada vez que el llanto se intensificaba, alimentándolo y cambiándole los pañales, estaba bastante latoso. En un descuido de Tamara, porque había estado pendiente de lo que hacía, lo volvió a desactivar.
Sin embargo, hacia la madrugada, la situación tomó un giro inesperado. Xavier volvió a activar al muñeco, este comenzó a llorar de manera escandalosa y persistente. Eran alrededor de las tres de la madrugada y Xavier se levantó de la cama con determinación.
Bostezando caminó a la habitación de Tamara, como tocó la puerta y ella no abrió, él decidió entrar con cautela. La vio durmiendo plácidamente en la cama, se acercó lentamente acostando al muñeco a un lado de la cama. Ella escuchó el escándalo del muñeco y se despertó de mal humor, protestando somnolienta.
“¿Qué estás haciendo, Xavier?”.
“Solo estoy intentando apaciguar al bebé. Parece que en este momento necesita atención de su madre”.
Tamara, aún medio adormilada, se percató de la situación, pero ese sonido la tenía atormentada.
“¡Cállalo! ¿Por qué me lo traes aquí?”. Preguntó de mal humor.
“Muy fácil, porque tú eres la madre y la responsabilidad es de los dos… el bebé tiene hambre, así que como dice el dicho: ‘mamá pélate esa teta y alimenta a tu hijo’”. Expresó conteniendo la risa.
“Xavier Sebastini… déjame dormir. El entrenamiento es para ti, no para mí, yo tengo decenas de primos a quienes he cuidado”. Dijo apretando los dientes con rabia. Se volvió a acostar arropándose de pies a cabeza, pero Xavier le quitó la cobija.
Ella se enojó tanto que levantó la mano para darle un golpe, pero Xavier la sostuvo y la apretó con su cuerpo, mientras ella lo miraba como un ciervo que es encandilado por las luces de un auto.
“¡Por Dios Tamara! Me vas a enloquecer, me tienes pensado en una y mil maneras de hacerte el amor”. Le susurró con voz ronca, mientras que ella sentía su corazón latir como una locomotora y su estómago encogerse en su vientre. Tragó grueso luchando consigo misma para resistirse a ese ataque del hombre.
“El bebé… está llorando… supongo que no puedes ignorarlo por más tiempo”. Declaró ella con un hilo de voz, deseando tantas cosas al mismo tiempo. Quería que se quedara, pero también que se marchara.
“Quiere estar con su madre”. Susurró y sin poder contenerse más, la besó.
El beso fue apasionado, intenso, desbordante, luego descendió por su cuello mientras sus respiraciones se agitaban. Ella arqueó su espalda y cerró los ojos disfrutando del momento; sintiendo el pecho agitado y su abdomen tenso, inclinó su cabeza hacia atrás dejando escapar un g$mido de éxtasis.
Estaba enloquecida, solo quería sentirlo dentro de ella, Xavier abrió los ojos con dificultad, queriendo saborear cada segundo de aquel encuentro. Tomándola con una sola mano por la espalda, la otra acercó su rostro al de él para besarla como nunca había hecho con ninguna mujer.
Tamara se adentró a sus labios y lo disfrutaron como si aquel momento fuera perfecto. Se abrazaron con fuerza, para luego rodar en la cama, colocándola encima de él. La sostuvo mientras todos sus movimientos contenían la pasión que ambos sentían por el otro. Sus manos se deslizaron por su espalda, hasta llegar a su firme trasero.
“¡Necesito que seas mía Tamara! Después de este momento jamás pensarás en nadie más, mis besos y mis caricias estarán grabadas como a fuego en tu piel”. Susurró acercando sus labios a los de ella, devorándola con un impresionante deseo.
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