Capítulo 53:

Tamara no pudo evitar sonrojarse y dejar escapar un suspiro. Se giró para mirarlo a los ojos, incapaz de decir nada, siendo el deseo lo único que se podía percibir entre ellos.

Él no se movió por un par de segundo, solo la miró con intensidad mientras ella se acercaba lentamente, pero cuando se dio cuenta de lo que hacía se detuvo. Mientras, él esbozaba una media sonrisa, se levantó, se inclinó un poco hacia ella y le susurró.

“Buenas noches, Tamara. Creo que es hora de descansar, quizás el agua helada te puede servir, de lo contrario… ya sabes dónde encontrarme”. Le dijo guiñándole el ojo, se despidió y caminó hacia la habitación con una sonrisa.

Xavier dejó a Tamara con el cuerpo tan tenso como las cuerdas de una guitarra, no podía creer que todo le hubiera salido mal y ahora estuviera más caliente de lo que había estado temprano.

“¡Qué hombre tan creído! Tengo que hacer que se vaya de aquí”. Dijo levantándose y caminando de nuevo a la ducha, mientras sentía como si tuviera una cascada entre sus piernas: “Al parecer últimamente no puedo salir de aquí”.

Se duchó con agua helada como por tercera vez en el día, pero las imágenes er%ticas se repetían de manera incesante en su mente. Se sentía sensible y demasiado e%citada, tanto que, por primera vez en sus veintitrés años, se mast%rbó.

Fue una experiencia diferente, nunca la había experimentado. Quizás fue por vergüenza, por tabú, por falta de curiosidad o porque pensaba que eso solo podía hacerlo su pareja. Pero ahora se sentía tan caliente que sus manos se extendían por cada centímetro de su piel, acariciando muy delicadamente cada punto erógeno. Ella imaginaba la sensación de sus dedos entrelazados con los de él en todos esos lugares y el sentimiento era tan fuerte que le hacía temblar.

Sus dedos recorrieron su cuerpo de arriba abajo, se detuvieron en sus pechos jugando con ellos y sensibilizándolos, mientras su mente comenzaba a fantasear con la idea de Xavier acariciándolos.

Sus manos bajaron directamente a su se%o, masajeando los pliegues de su piel con sus suaves movimientos circulares que hacían vibrar el botón en medio de sus piernas.

Tamara se deslizó un dedo, luego dos y empezó a moverlos en su interior. Ligeros jadeos salieron de su boca cuando alcanzó el clímax y todas las sensaciones le explotaron dentro del cuerpo, fue entonces cuando se dio cuenta de lo necesitada que estaba de tener algo tan íntimo y sereno con alguien. Lo extraño es que nunca se había sentido así, era la primera vez que tenía esa necesidad, que era consciente de su deseo.

Unos minutos después salió de la ducha, se secó y se colocó una bata. Luego se acostó tratando de relajarse para así deshacerse de su estado de e%citación, estaba tratando de calmarse porque su respiración estaba demasiado agitada.

Después de media hora de relajación y respiración profunda, logró calmarse un poco y cayó en un profundo sueño, donde esta vez era Xavier que recorría cada parte de su piel.

Xavier llegó a su habitación y prácticamente se arrancó la ropa del cuerpo, se sentía demasiado e%citado. Entró a la ducha, puso el agua helada y comenzó a ducharse. Sin embargo, someterse al agua fría no era suficiente, su er$cción era casi dolorosa.

“Tamara, vas a matarme”. Cerró los ojos y comenzó a darse placer con su mano, porque era la única forma de contrarrestar la presión.

Lo único que podía sentir era el calor de su piel y el deseo de su cuerpo por ella. Sus dedos jugaban con sus testículos, mientras que con la otra mano manipulaba su miembro, bajando y subiendo alternadamente, marcando un ritmo lento pero placentero.

Sus movimientos se volvieron más intensos, su respiración se agitó, sus g$midos llenaron la habitación, llegando a clímax en medio de su fantasía de estar con ella.

El org%smo fue tan fuerte que tembló por varios minutos y lanzó un suspiro largo.

Cuando por fin tuvo control sobre los sentimientos, salió de la ducha y se envolvió en una toalla. Se tendió en la cama y respiró profundamente, permitiendo que sus pensamientos regresaran a Tamara.

Cerró los ojos y esta vez fue él quien recorrió cada centímetro de su piel. Beso cada lugar que más la e%citaba y la hizo suya con ternura. Finalmente, se quedó dormido con una sonrisa satisfecha en el rostro.

Al día siguiente Xavier se levantó de la cama, estirando los brazos y bostezando mientras se dirigía al baño para asearse. Después de lavarse la cara y cepillarse los dientes, se encaminó hacia la cocina con la esperanza de preparar un delicioso desayuno para él y Tamara. Sin embargo, al llegar a la cocina, sus ojos se posaron en una nota que estaba sobre la mesa.

La nota decía: [Xavier, salí temprano por algunos asuntos y regresaré antes del mediodía. No te preocupes por cocinar, compraré algo en el camino. Besos, Tamara.]

Xavier suspiró sintiéndose desanimado por la noticia. Había estado emocionado por la idea de compartir una comida con Tamara, pero ahora se sentía desplazado y con pocas ganas de cocinar solo para él. Decidió conformarse con un sencillo sándwich sin calentar y se sentó en la mesa, pensativo.

Después de terminar su improvisada comida, Xavier tomó su teléfono y llamó a su asistente.

“Hola, Emiro. Necesito que me traigas todos los equipos necesarios para el funcionamiento de una oficina al apartamento de Tamara lo más rápido posible, antes del mediodía. También necesito tiempo para armar mi espacio de trabajo aquí, antes que ella llegue”.

“¡Claro, señor! Estaré allí en unos minutos con todo lo que necesita”. Respondió el hombre.

Mientras esperaba a su asistente, Xavier miró alrededor de la sala y se dio cuenta de que necesitaría ayuda adicional para mover y ensamblar los muebles. Decidió contratar a un par de hombres que se especializaban en ese tipo de trabajos y volvió a llamar a su asistente.

“Emiro, necesito contratar a dos hombres para que me ayuden a armar mis muebles y equipos de oficina, que lleguen junto con los equipos”.

“Claro, señor. Allí estarán puntualmente”.

Xavier paseaba por el apartamento de un lado a otro, mientras esperaba la llegada de su asistente y los trabajadores. Estaba decidido a crear un ambiente de trabajo cómodo y funcional allí, quería mantenerse ocupado y distraerse de la constante tentación que representaba Tamara.

Mientras esperaba a la gente, limpió de nuevo el apartamento. Había escuchado decir a Tamara que era alérgica al polvo, y no quería que se enfermara.

Mientras tanto, en otro lugar de la ciudad. Tamara estaba en una tienda especializada en artículos para bebés. Tenía un plan en mente para poner a prueba la paciencia de Xavier y ver cómo reaccionaba ante la responsabilidad de cuidar de un ‘bebé’.

Se acercó a un muñeco de entrenamiento que parecía un recién nacido, tenía funciones que simulaban el llanto, la alimentación y los cambios de pañal. Sonrió al imaginarse la expresión de Xavier cuando lo viera.

“Señorita, me quiero llevar este muñeco de entrenamiento”. Dijo mientras pensaba que de esa manera probaría la paciencia de Xavier cuando se trataba de cuidar de un bebé.

La vendedora asintió y envolvió cuidadosamente el muñeco en una bolsa. Tamara salió de la tienda con una mezcla de anticipación y nerviosismo en su rostro. Estaba determinada a demostrar que Xavier no era tan bueno como parecía y que no estaba preparado para ser padre, de esa manera esperaba que se hartara y terminara yéndose de su casa.

Después de comprar el muñeco, se sentó en un restaurante del centro comercial y comió un desayuno nutritivo. A pesar de estar sola, se sintió relajada y en paz consigo misma, hasta una sonrisa se dibujó en sus labios mientras pensaba si Xavier pasaría la prueba.

Quizás las personas no pudieran entender su forma de actuar, pero ella necesitaba estar segura, no soportaría otra decepción en su vida

Lugo de comer dio un recorrido por el lugar e hizo varias compras.

Un par de horas después regresó a su apartamento, todo estaba impecable con un suave olor a flores silvestre que llenaba el lugar.

“Xavier”. No lo encontró en la cocina, fue a su habitación y tocó, pero nadie le abrió.

Recorrió la terraza, la salita de estar, el balcón, hasta que decidió ir al despacho y allí lo encontró. Estaba tan concentrado trabajando que ni siquiera se dio cuenta de su llegada.

“Xavier”. Le volvió a llamar y él levantó la vista con una sonrisa resplandeciente, en sus ojos se vio la emoción al verla.

“¡Llegaste! Me alegro de eso, porque esta casa no es lo mismo sin ti”.

Ella asintió y vio a los lados, dándose cuenta de los ‘algunos equipos de oficina’ a lo que él se refería.

“Menos mal que son algunos pequeños equipos de oficina, no me imagino si fueran grandes”. Dijo con sarcasmo.

“Apenas son una cuarta parte de los que tengo en mi empresa”. Se justificó un poco avergonzado, ella asintió: “¿Dónde fuiste? ¿La pasaste bien?”.

“Si, la pasé excelente, y te traje un regalo”.

“¿En serio?”. Preguntó emocionado: “Muéstramelo”.

Ella lo tomó de la mano y lo llevó a la sala donde había dejado las bolsas de sus compras, tomó la que tenía el bebé y se la entregó.

Xavier emocionado se sentó en uno de los sofás y abrió la bolsa sacando su contenido, quedo sorprendido al verlo.

“¿Un muñeco? ¿Qué voy a hacer yo con este muñeco?”. Preguntó frunciendo el ceño.

“Es fácil, ese es un muñeco de entrenamiento. Desde este momento será tu hijo, debes cuidarlo y atenderlo como tal”.

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