Mamá correcta, papá equivocado -
Capítulo 52
Capítulo 52:
“¿Es en serio? ¿Por qué no puedes esperar un poco y dejar que mi asistente se encargue de eso? ¿Acaso el helado va a perder su sabor porque en vez de comprarlo yo mismo, envíe por alguien por él?”. Preguntó sin poder creerlo.
Tamara, con voz caprichosa y haciendo un puchero le respondió: “Es que tengo antojo irresistible de helado de chocolate con granola, que no voy a poder dormir si no me lo como… pero que envíes a alguien a buscarlo no es igual”.
Xavier levantó una ceja con sospecha.
“Según tú, ¿Por qué no es igual?”. Inquirió Xavier y la chica se cruzó de brazos.
“Porque no, quiero que lo traigas tú mismo, porque dijiste que el bebé y yo podríamos contar contigo qué harías cualquier cosa por complacernos y yo quiero ver el esfuerzo que pones para satisfacer mis antojos”.
Sus palabras sorprendieron al hombre.
“Estás bromeando ¿Verdad? No puedo creer que estés pidiendo esto a las dos de la mañana, tengo la leve sensación de que lo estás haciendo para incomodarme”.
“Entonces tus sentidos están un poco atrofiados”. Expresó con una sonrisa traviesa: “No es una broma, quiero que vayas a buscar mi helado de chocolate con granola. Será un verdadero acto de amor para tu hijo y de interés para mí, porque si no nos puedes complacer en algo tan insignificante como un helado ¿Quién dice qué podrás hacerlo en otras cosas? Los esfuerzos válidos deben venir de ti mismo, no de un ejército de asistentes, no de gente que trabaja para ti… además, el bebé es tuyo, no de tu asistente”.
Xavier suspiró con resignación.
“Está bien, si eso es lo que quieres. Voy a complacerte, llamaré a mi asistente para decirle que se olvide de ello. ¡Prepárate para una aventura de helado!”.
“Hay un problema Xavier ¡Yo no iré! Vas a ir tú, yo te espero aquí”.
Aunque Xavier tenía sospechas sobre las intenciones de Tamara, no iba a poner ninguna objeción, porque o se trataba de una prueba o estaba cultivando motivos para decir que no era confiable y echarlo. Él no estaba dispuesto a caer en eso.
“Está bien, iré yo”. Caminó hacia la puerta y llamo a su asistente: “Ven a buscarme con el chofer, iré con ustedes a comprar el helado de chocolate con granola”.
“Ya nosotros estábamos en eso”. Dijo el hombre confundido al otro lado de la línea, porque en los años que tenía trabajando con su jefe, nunca lo había visto a salir a comprar algo.
“¿Acaso no escuchaste mi orden? Vengan al apartamento de Tamara que yo iré con ustedes”. Sentenció y luego cortó la llamada.
Xavier se preparó mentalmente para la odisea que sería la búsqueda del helado mientras esperaba la llegada de su asisten. No debió esperar mucho, y cuando llego junto a sus hombres, su asistente lo miraba insistentemente.
“¿Por qué me miras tanto? ¿Acaso nunca has visto un hombre salir por qué quiere complacer a su mujer embarazada?”. Inquirió con irritación.
“Disculpe señor ¿Usted ya inició una relación con la Señora Tamara?”. Preguntó el hombre sorprendido de que su jefe hubiera podido convencer a la mujer tan rápido, porque le había parecido bastante fiera.
Xavier lo observó con molestia.
“¿Puedes dejar de ser tan chismoso y dejar de indagar en mi vida privada? Debería bajarte el sueldo por andar de vieja curiosa”.
“Disculpe señor”. Dijo el asistente dándose cuenta de que su jefe no estaba de buen humor.
Seguramente la Señora Tamara lo mandó a él y por eso está molesto. Pensó el hombre, y como si Xavier le hubiera leído el pensamiento, le respondió.
“Si, ella me envío, tiene sus caprichos y tengo que cumplirlos para que el bebé esté bien. Además, no puedo arriesgarme a perderla por un antojo no satisfecho. Tengo que asegurarme de que el helado tenga la cantidad perfecta de granola, no puedo defraudar a Tamara en este aspecto… además, se trata de mi primera misión como papá, el primer antojo de mi hijo”.
El chofer comenzó a recorrer casi toda la ciudad, viendo las heladerías abiertas y que tuvieran la disponibilidad del helado de chocolate con granola perfecto.
Después de una búsqueda exhaustiva, lo encontraron. Xavier pidió treinta helados, por eso terminaron tardando más tiempo, cuando se los despacharon todo, pidieron en el negocio una cava para impedir que se derritieran.
Cuando finalmente llegaron al apartamento de Tamara con los helados, ella se encontraba profundamente dormida en el sofá, completamente ajena a la odisea heladera que Xavier acaba de enfrentar.
Al verla dormida, Xavier no pudo evitar negar con la cabeza.
“¡Por todos los santos heladeros! ¿En serio se quedó dormida?”.
El asistente no pudo contener la risa.
“Parece que sí, señor”.
Xavier suspiró.
“Ya te puedes ir Emiro. Coloca el resto en la cocina y dame uno a mí, supongo que puedo disfrutar yo mismo de uno de los helados de chocolate con granola. Después de todo, me lo he ganado”.
Con una sonrisa irónica en el rostro, Xavier se sentó junto a Tamara y comenzó a disfrutar del helado que tanto esfuerzo le costó conseguir. Aunque aparentemente la sorpresa no había salido como esperaba, sabe que hizo todo lo posible para satisfacer los caprichos de Tamara, incluso si eso significaba una búsqueda desenfrenada.
Sin embargo, sabía que algo no cuadraba, miró a un lado a la mujer tumbada en el sofá y las sospechas se abrieron paso en él.
Tamara, por su parte, creía que estaba haciendo su mejor actuación de ‘profundamente dormida’.
Se había inventado toda una estratagema para que él se comiera el helado y luego ella pudiera ‘despertar’ y pedirlo nuevamente, para así poder enviarlo otra vez a buscarlo y así fastidiarlo. Pero este hombre era demasiado astuto y parecía estar un paso por delante de ella.
Xavier se acomodó junto a ella y la observó como fingía dormir. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro mientras sostenía el helado de chocolate con granola en la mano.
“Vaya, vaya”. Pronunció Xavier en voz baja: “Parece que alguien está durmiendo profundamente y no va a poder disfrutar de este delicioso helado, ¡Es una lástima! Aunque yo sí lo disfrutaré”.
Tamara intentaba mantener su respiración regular y sus ojos cerrados, pero no podía evitar escuchar los g$midos de placer que Xavier hacia mientras saboreaba el helado.
“Mmm…”. Hablaba Xavier entre gemidos: “¡Este helado está delicioso! No puedo creer lo que me estaba perdiendo”.
Tamara apretó los puños, luchando por no reírse y arruinar su actuación. No podía creer que Xavier estuviera disfrutando de esa manera el helado mientras ella se fingía dormida.
Xavier se acercó aún más, llevando el helado a su boca y saboreándolo con éxtasis. Tamara podía escuchar los sonidos de deleite con cada bocado.
“Uff, esto es una delicia”. Decía entre mordiscos: “Creo que me voy a convertir en adicto a este helado”.
Tamara tuvo que morderse el labio para no estallar en carcajadas. Estaba sorprendida de lo bien que Xavier estaba actuando, tenía la sospecha que la había descubierto, pero no quería dar su brazo a torcer.
Decidió que no podía seguir allí aparentando estar dormida, ya era suficiente… además, quería probar el helado. Abrió los ojos, fingiendo sorpresa al ver a Xavier.
Bostezó y habló con voz adormitada.
“Oh, ¿Ya has vuelto? Me quedé dormida. ¿Dónde está mi helado?”.
Xavier la miró con una ceja alzada, sin ocultar su escepticismo y luego habló en tono sarcástico.
“¿De veras te quedaste dormida? Porque escuché perfectamente cómo disfrutabas de tu siesta y de mi helado”.
Ella no pudo evitar reírse dejándose en evidencia frente a él.
“¡Ups! Parece que me descubriste. Estaba intentando hacer una broma, pero claramente no funcionó. ¿Puedo tener mi helado ahora?”.
Xavier se río. Levantándose fue a la nevera, buscó otro helado y se lo dio a Tamara.
“Claro, aquí está tu helado. Pero recuerda, la próxima vez que intentes una estratagema, asegúrate de que yo no esté un paso por delante”.
Ella comió primero su helado y respondió con aparente inocencia.
“Lo tendré en cuenta. Pero admitámoslo, fue una broma bastante divertida, ¿No crees?”.
“Sí, lo fue, no puedo negar que me sorprendiste. Pero ahora disfruta de tu helado y asegúrate de no volverá a fingir que estas dormida”.
“¿Por qué no lo haría?”. Dijo ella encogiéndose de hombros.
Él acercó su boca a su oído.
“Porque la próxima vez no devoraré mi helado, sino tu boca con la mía”. Susurró en voz ronca activando cada fibra en el cuerpo de la joven.
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