Capítulo 51:

Tamara suspiró, sintiendo que Xavier tenía razón en lo que decía. Sabía que no podía juzgarlo por los errores de Joel, pero era difícil para ella confiar en alguien después de lo que había pasado.

“Lo sé, Xavier”. Dijo ella con voz suave: “No es que no quiera aceptar tu ayuda, es solo que me cuesta confiar en alguien después de todo lo que he vivido. Fueron tantos años escuchando que era frígida, que no tenía gracia, cuando me colocaba un vestido se%y me decía z%rra… ¿Sabes las veces que hice el ridículo para seducirlo? Y la frustración que sentía en no decir nada y en no poder sacar adelante mi matrimonio. Jamás lo había logrado ni en cien de años, porque simplemente a él le gustaban los hombres y yo solo fui su tapadera”.

Xavier, que no sabía nada de eso, o estaba tan centrado en lo referente a su bebé que no la había escuchado antes cuando dijo esa parte. Se quedó sin palabras, no sabía qué decirle.

“Sé qué no hay palabras de consuelo, y si te soy sincera tampoco las quiero… cinco años de mi vida perdidos hundiéndome”. Hizo un gesto con la mano de que ya no seguiría: “Pero volviendo al tema que nos ocupa, si tú estás dispuesto a poner de tu parte, yo también lo hare”.

Xavier sonrió aliviado y extendió su mano hacia la de Tamara, agarrándola con ternura.

“Entonces empecemos de cero, Tamara. Prometo no hacerte daño y hacer todo lo posible para hacerte feliz”.

“Ey, espera, no es que ahora seremos pareja ni nada de eso, es que me voy a relajar… y te haré la vida más llevadera”. Pronunció mientras cruzaba los dedos detrás de su espalda, porque realmente esas no eran sus verdaderas intenciones.

Aunque Xavier no vio los dedos, había algo en la expresión de Tamara que le hacía sospechar, era una especie de picardía que se reflejaba en los ojos y que le indicaban que algo se traía entre manos.

Sin embargo, en ese momento prefirió no decir nada, pero con el tiempo entendería el significado de esa mirada.

Al día siguiente, ella se levantó temprano, pero él ya estaba haciendo el desayuno.

“Tú te sientas a desayunar, yo debo hacer unas cosas en mi oficina, pero voy a pedir que me traigan todo para acá ¿Puedo instalar algunas cositas para trabajar desde el despacho?”. Inquirió sin dar muchas explicaciones.

“¿A qué te refieres con cositas?”. Interrogó ella frunciendo el ceño.

“A algunos pequeños artículos de oficina, para trabajar desde aquí mientras cuido a mi hijo”. Dijo serio.

“¿Con cuidar a tu hijo a qué te refieres? Por qué a menos que tengas alguna forma de sacarlo de mi panza y volverlo a meter, no tengo idea en cómo puedes cuidarlo”. Declaró con seriedad.

“Cuidando de ti, también cuido de él. Como no quieres que contrate a una mujer de servicio, te ayudaré yo… hoy barro, limpió y sacudo las alfombras… no te preocupes, te dejare el apartamento impecable. Por lo menos puedo ayudarte una vez por semana o cada quince días, claro a menos que esté sucio y sea necesario limpiarlo antes”.

“¿Es en serio?, pero esto es una maravilla”. Dijo para sí misma, sin dejar de sonreír.

Una media hora después, lo vio salir con una camiseta pegada a su tórax como una segunda piel. Inmediatamente comenzó a limpiar, primero inició con la aspiradora, mientras ella se sentaba a observarlo, pendiente de cada uno de sus movimientos.

Quedó como hipnotizada viendo como se le prensaban los músculos de los brazos, tanto así que se sintió acalorada. Así que abrió un cajón de una mesita y sacó un abanico para comenzar a darse aire.

“¿Tienes calor? ¿Te enciendo el aire?”. Interrogó él con aparente inocencia.

“No, no”. Dijo con las mejillas sonrojadas: “Mejor me ducho, así se me quita el calor. Debe ser por las hormonas, ya sabes, el embarazo. No vayas a creer que es por otra cosa”-

“¿Y qué otra cosa podría ser?”. Interrogó él con inocencia, conteniendo la risa.

“Por nada más por supuesto”. Ella se paró como si cientos de demonios la persiguieran y se fue a su habitación.

Entró al baño y abrió el agua helada.

“Maldito provocador y estas hormonas que en verdad no ayudan… porque estoy segura de que es eso”.

Cerró los ojos visualizando de nuevo al hombre con su físico atlético y su ropa ajustada, sus pectorales marcados, sus pantalones ceñidos… esa imagen despertó un deseo ardiente en ella, pero rápidamente se sacudió esos pensamientos de la cabeza. No iba a dejar que Xavier la tentara tan fácilmente.

Se dio una ducha fría, el agua helada corría por su cuerpo mientras trataba de enfriar su mente y apartar las imágenes provocativas de su cabeza. Se recordó a sí misma que no debía caer en las intenciones ocultas. Pero, aun así, no podía evitar sentirse atraída por él.

Después de su ducha fría, Tamara salió del baño con una determinación renovada. No iba a dejar que sus deseos la controlaran. Tenía un plan en mente, y ese mismo día lo pondría en marcha, porque ese hombre era un peligro para ella.

Se dirigió hacia la sala, donde Xavier todavía estaba ocupado con la aspiradora.

Se acercó a él con una sonrisa juguetona en su rostro para hablarle.

“Xavier, creo que has dejado un poco de polvo aquí”. Dijo, señalando una pequeña mancha en la alfombra.

Xavier se detuvo y miró a Tamara, sorprendido por su repentino cambio de actitud.

“Lo siento, no lo vi. Voy a limpiarlo de inmediato”.

“No te preocupes, puedo encargarme de eso”. Respondió Tamara con una voz seductora”. Además, me vendría bien un poco de ejercicio”.

Xavier la miró con curiosidad, sin estar seguro de que era lo que estaba tramando. Pero no iba a rechazar la ayuda de Tamara, especialmente si ella se ofrecía voluntariamente. Además, solo era ese espacio.

Tamara tomó la aspiradora y comenzó a pasarla por la alfombra, moviéndose con gracia mientras se aseguraba de que Xavier no pudiera apartar los ojos de ella. Cada movimiento que hacía estaba diseñado para provocarlo, para despertar ese deseo que ella sabía que él sentía.

Después de terminar con la aspiradora, Tamara se levantó lentamente y se acercó a Xavier, mirándolo directamente a los ojos.

“Gracias por permitirme ayudarte, Xavier. Espero haber cumplido con tus expectativas”.

Xavier estaba visiblemente anonadado, sin saber cómo reaccionar ante la repentina seducción de Tamara.

¿Acaso ella me estaba provocando? Se preguntó, sin saber por primera vez como actuar.

“Gracias, Tamara, pero no te preocupes, quedé en que sería yo quien te ayudaría”.

Ella sonrió satisfecha. Su plan estaba en marcha y había dejado a Xavier descolocado, porque no sabía que esperar. Pero ella no sería la única que ardiera, él también debía sentir el fuego del deseo atormentándolo.

Ahora solo necesitaba seguir adelante con la otra parte de su plan y ver qué sucedía a continuación.

Esa noche, estaban sentados en el sofá viendo una película cuando Tamara se quejó, él que estaba en el otro sofá se preocupó y se acercó a donde ella estaba recostada.

“¿Qué sucede? ¿Te duele algo?”.

“No tranquilo, no te preocupes, estoy bien”. Pronunció ella, sin embargo, la expresión de su rostro la delataba.

“Por favor Tamara, recuerda que soy el padre del bebé, y si está en mis manos hacerte el embarazo más llevadero, solo debes decirme ¿Qué quieres? ¡Dímelo!”. Exigió saber.

“Es que tengo antojo de comer helado de chocolate con granola”. Pidió sintiéndose aparentemente avergonzada.

Él sonrió.

“¿Solo es eso?”. Interrogó y ella asintió.

Estaba contando los segundos para verlo salir y ella poder relajarse de tanta testosterona.

Sin embargo, segundos después se quedó sorprendida cuando lo vio levantarse, pero no caminó hacia la puerta de la casa, sino hacia el interior. Tomó su celular, marcó un número y dio una orden.

“Emiro, trae treinta helados de chocolate con granola al apartamento de la madre de mi hijo, tiene antojo de helado”.

Tamara no pudo evitar mirarlo con incredulidad y hasta con un poco de irritación, porque ella esperaba verlo salir a buscarle el helado, pero en su lugar le dio la orden a su asistente.

“¿Qué ocurre? ¿Pasa algo malo?”.

“Qué así no quería el helado”. Murmuró malhumorada.

“¿Y cómo lo querías?”.

“Qué tú mismo me lo vayas a comprar”. Expresó seria y con tono firme.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar