Capítulo 56:

Tamara y Xavier se quedaron paralizados en medio del callejón oscuro, rodeados por cuatro hombres. Él rápidamente se separó de ella, para que las miradas de los hombres se posaran en él.

“Tranquilos amigos, no queremos problemas”. Dijo Xavier con voz pausada.

Pero los hombres no parecían dispuestos a escuchar. Dos de ellos avanzaron hacia Tamara con la intención de revisarla. Ella dio un paso atrás asustada, pero Xavier sin titubear se interpuso entre ella y los delincuentes, adoptando una postura protectora.

“No se acerquen a ella”. Advirtió Xavier.

Los hombres se detuvieron un momento, examinando a Xavier midiendo sus posibilidades de ganar una pelea. Uno de ellos se rio.

“Deja que la revisemos y no intentes nada gracioso, ¡O alguien saldrá lastimado!”.

“No se atrevan a tocarla. No permitiré que le hagan daño”. Pronunció con firmeza.

El delincuente se burló.

“¿Quién te crees, valiente? Mejor entrégame todo o habrá consecuencias”.

Xavier mantuvo la mirada fija en el delincuente, sin ceder ni un centímetro.

“No voy a entregarte nada, no tengo nada encima. Pero si buscan problemas, les advierto que controlarme no será tan fácil cómo piensan”.

Tamara, aunque un poco temerosa, admiraba la valentía de Xavier. Sabía que él haría todo lo posible para mantenerla a salvo, y aunque ella tenía conocimientos en defensa personal, temía hacer algo que afectara la seguridad de su hijo.

Otro de los delincuentes se burló.

“¡No te hagas el héroe! Entrega tus pertenencias ahora mismo o te arrepentirás. ¡Eres un estúpido si crees que puedes enfrentarte a los cuatro!”.

Sin esperar más, uno de los delincuentes lanzó un golpe hacia Xavier. Pero el hombre, con su entrenamiento y reflejos afilados, esquivó el ataque respondiendo con una serie de rápidos movimientos defensivos.

El delincuente de la navaja lo atacó al mismo tiempo que lo hacía otro y en un pequeño descuido le hirió una pierna, pero Xavier ni se inmutó, igual logró desarmarlo mientras le daba golpe tras golpe.

“No subestimen a aquellos que han sido preparados para esto”. Dirigiéndose a Tamara le pidió escapar: “Corre Tamara y avisa a los guardaespaldas”.

Ella dudó y él le volvió a repetirlo: “Por favor, corre y no te detengas”.

Tamara titubeó, pero enseguida cumplió la orden y salió corriendo

Entretanto, Xavier se enfrentaba a ellos con las habilidades de lucha que había adquirido durante sus años de entrenamiento, esquivaba los golpes con agilidad, al mismo tiempo que atacaba.

Los delincuentes intentaron rodear a Xavier, pero él se movió ágilmente, bloqueando sus ataques y contrarrestando con precisión.

“¡Maldito seas!”. Dijo uno de los hombres frustrado.

“No es demasiado tarde para detenerse. Pongan fin a esto ahora y váyanse”.

Mientras Xavier continuaba lidiando con los delincuentes, Tamara avisó a los guardaespaldas que apenas estaban como a dos cuadras.

“¡Están atacando a Xavier!”. Exclamó.

Enseguida los guardaespaldas corrieron hacia donde estaba su jefe, pero la escena que vieron era que los hombres estaban siendo atacados por Xavier.

Después de todo no eran tan hábiles como Xavier y en cuestión de minutos ya estaban los cuatro recostados en el suelo, sacudiéndose los brazos doloridos.

“¡No podemos con él! ¡Vámonos de una vez!”. Expresó uno de los delincuentes.

Reconociendo su derrota inminente, los delincuentes desanimados y temerosos de ser capturados, decidieron retirarse. Pero allí fueron interceptados por los guardaespaldas, quienes de una vez que los atraparon, llamaron a la policía para que se los llevara.

Entretanto, Xavier iba caminando con Tamara tomados de las manos.

Ella estaba impresionada por su forma de defenderse, se sentía orgullosa y estaba agradecida por su valentía, por eso lo halagó muy emocionada.

“¡Xavier, estuviste increíble! No puedo creer lo que acabas de hacer, enfrentaste a los cuatro tú solo”.

“Creo que ellos no eran muy hábiles, creo que eso le quita mérito”. Dijo con humildad: “Además, por defender a mi mujer y a mi hijo me enfrento a cualquiera”.

“Yo no soy tu mujer”. Protestó ella.

“Pero lo serás”. Respondió con seguridad y de pronto ella se detuvo.

Xavier se quedó sorprendido cuando segundos después ella lo envolvió en un cálido abrazo, sintiéndose agradecida y protegida, al mismo tiempo que la adrenalina comenzaba a disiparse.

Llegaron al apartamento, y él la detuvo sosteniéndola de la mano.

“¿Sabes? Se me ocurre una forma de que me des las gracias”. Sin ella esperarlo, la acercó a su cuerpo con una mano y con la otra sostuvo su mentón, para luego besar sus labios, no lo hizo de manera apasionada, fue más bien un beso dulce, tierno. Era como si quisiera demostrarle cuánto la respetaba y cuidaba.

Él se apartó un poco y la miró a los ojos antes de volver a besarla con más fuerza, ya sintiendo la llama del deseo arder en su interior.

Ella se dejó llevar por el beso, sintiendo cómo su cuerpo se derretía ante el tacto de Xavier. De repente, se encontró acorralada contra la pared, mientras sus manos recorrían la piel de Xavier explorando cada centímetro de su espalda y hombros.

El ambiente estaba cargado de deseo y pasión, ambos lo sabían. Pero Xavier se detuvo a tiempo, antes de que las cosas se salieran de control.

“No quiero que pienses que te obligaré a nada o que me voy a aprovechar, lo último que quiero es que te sientas incómoda, iremos poco a poco hasta que te sientas preparada, por ti espero la vida entera si es posible”. Dijo él, respirando pesadamente mientras la miraba fijamente a los ojos.

Ella asintió sonrojada, sintiendo que su corazón latía a mil por hora, incapaz de decir una sola palabra. Se sentía vulnerable y expuesta frente a Xavier, pero al mismo tiempo, estaba empezando a confiar en él.

Él la abrazó con fuerza, sosteniéndola cerca de su pecho y suspirando profundamente.

“Solo quiero que sepas que eres lo más importante para mí, y aunque no me creas, cada día te amo un poco más y estoy dispuesto a esperar todo el tiempo que necesites para que puedas entregarte a mí con confianza y seguridad”. Le susurró al oído, mientras besaba su cuello suavemente.

Ella se estremeció ante el contacto de sus labios, sintiendo que su piel se erizaba por la electricidad que recorría su cuerpo. Se aferró a él con fuerza, dejando escapar un leve g$mido de placer.

Xavier sonrió al escucharla y la tomó de la mano guiándola hacia el sofá, pero de pronto un quejido salió del hombre y ella frunció el ceño. Fue allí donde vio el pantalón rasgado y la sangre saliendo rápidamente de la herida.

“¡Oh por Dios Xavier! ¡Estás herido!”. Exclamó angustiada. Sin pensarlo dos veces, le mandó a quitar el pantalón: “¡Quitátelos!”.

Xavier abrió los ojos con una sonrisa divertida.

“¿Estás segura?”. Interrogó en tono seductor.

“Deja el coqueteo y vamos a revisar esa herida”. Lo reprendió, corrió al baño y buscó el botiquín de primeros auxilios.

Dejándolo sentada en el sofá, comenzó a examinar su herida. Luego sacó unas tijeras, gasa y alcohol. Él gruñó cuando ella tocó la herida en su muslo, pero no se movió de su lado. Ella le aplicó el alcohol en la herida de Xavier y él g!mió.

“¿Te duele mucho? ¿Dónde te duele?”. Preguntó preocupada.

“Te pondré la mano donde me duele”. Le dijo en voz ronca, cuando ella vio la expresión de su cara se dio cuenta de que la estaba seduciendo.

Ni siquiera le dio tiempo a reaccionar cuando le puso la mano en el bóxer donde era evidente su gran er$cción, el rostro de la chica se tiñó de carmesí.

“Xavier, esto es serio”. Lo reprendió con voz entrecortada.

“Esto también”.

Sus miradas se cruzaron, él la miraba con una expresión mezcla de dolor y dulzura.

Ella lo ignoró y con la gasa limpió la herida, pero la sangre seguía saliendo, intento hacer su trabajo lo más rápido posible con una expresión de concentración que hizo sonreír a Xavier,

Cada vez que su mano rozaba la piel desnuda de Xavier él g$mía, pero no era de dolor, sino de deseo, entretanto ella sentía su corazón latir aún más fuerte.

Finalmente, después de limpiarla bien, cubrió la herida con un vendaje improvisado.

“¿Estás seguro de que estás bien?”. Preguntó ella preocupada.

“Estoy bien”. Respondió él, pero ella sabía que mentía.

Había notado la palidez en su rostro y sabía que la pérdida de sangre debía haber sido considerable.

“Voy a llamar a Freya para que nos acompañe al médico, la herida es profunda y requiere de varios puntos”.

“No la molestes, estaré bien”. Trató de protestar, pero ella fue firme.

“Vamos a ir Xavier Sebastini, y no admito negativa”. Señaló con firmeza.

Ante la determinación de Tamara, Xavier no pudo seguir resistiéndose y en menos de diez minutos era llevado por el par de mujeres a la clínica más cercana. Donde por casualidades de la vidam estaba el Doctor Marco Santorino, quien había estado atendiendo a una paciente, al verlo corrió hacia él.

“Xavier, ¿Estás herido?”. Le dijo observando la pierna.

Y Freya quien le tenía un poco de rencor al doctor, le respondió con sarcasmo.

“No que va, no está herido, es que a él le encanta hacerse dibujitos en la piel con los cuchillos”.

Tamara y Xavier contuvieron la risa, mientras el doctor la miraba con molestia, luego hizo un gesto a los guardias de seguridad y les dio una orden.

“¡Saquen a esta odiosa mujer de aquí!”. Ordenó mientras la mujer abría la boca sin poderlo creer.

“¡No puedes hacer eso!”.

“Claro que puedo, porque soy uno de los socios mayoritarios de esta clínica y aquí se reserva el derecho de admisión”. Expresó molesto.

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