Mamá correcta, papá equivocado -
Capítulo 16
Capítulo 16:
La rabia en el interior de Isabel estaba a niveles exorbitantes, le hubiese gustado tener al desgraciado de Joel en frente para deformarle a golpes su estúpido rostro. Pensó tratando de contenerse, porque no quería asustar a su hija y que terminara alejándose sin contarle nada.
Se quedó estupefacta, mirando el moretón en la mejilla de su hija. Quería preguntar qué había pasado, pero sabía que Tamara hablaría cuando estuviera lista, no deseaba presionarla.
Después de un momento de silencio, Tamara respiró profundamente y comenzó a hablar, con la voz temblorosa por la emoción.
“Joel, me ha estado maltratando, mamá… casi desde que nos casamos, pero no físicamente hasta ayer, pero ha sido abusivo, emocionalmente, me ha…”. Respiró profundo, conteniendo las lágrimas, por unos segundos quedó privada, sin poder hablar mientras su madre le acariciaba con suavidad su mano: “Discúlpame, es difícil hablar de esto… yo quería estar casada para toda la vida… tenía tanto miedo a decirles que me había equivocado, por eso aguanté, esperé pacientemente a ver si cambiaba, pero eso no pasó. Cada día las cosas escalaban, primero palabras hirientes, su indiferencia, desprecio, lo último fue la bofetada…”.
No siguió hablando, se colocó las manos en la cabeza y siguió llorando con absoluto pesar.
“Seguro esto me pasó por haber sido una hija desobediente”.
“Claro que no, mi niña”. Le dijo acercándose a ella de pie y acunándole la cabeza en su vientre: “Eso no tiene que ver contigo, sino con Joel”.
“Tú me dijiste que no me casara, lo hice oponiéndome a tus consejos, a los de mi padre, yo…”. Antes de que continuara hablando, su madre la detuvo.
“Amor, cada uno de nosotros tenemos que tomar nuestras propias decisiones, acertadas o equivocadas, eso es parte de la vida… tú eres una mujer maravillosa, siempre lo has sido, eres valiente, decidida…”.
“Pero ahora no soy así”. Sollozó: “Soy cobarde, él me hizo sentir que no valía. Ha estado controlándome, diciéndome qué hacer, cómo vestirme, a dónde ir, incluso con quién hablar, hasta me alejó de ustedes. Y yo lo he dejado… todo fue escalando lentamente, siempre lo justifiqué, porque lo amaba… o no sé, pensé que sin él no podría continuar, aunque ahora veo que estaba equivocada, que merezco algo mejor”.
Su madre la abrazó más fuerte, sintiendo la tristeza de su hija en cada lágrima que caía. Sabía que tenía que hacer algo para ayudarla a recuperar su fuerza interior.
“Escucha, mi amor. Lo que te ha hecho Joel es inaceptable. Hiciste bien al aléjate de él, no importa lo mucho que creas amarlo, no puedes permitir que te controle y te lastime así. No debería haberte controlado ni manipulado de esa manera. Pero eso no significa que sea tu culpa, ¿Entiendes? Él es el responsable de sus acciones, no tú”.
La joven asintió, tratando de mantener la calma mientras se secaba las lágrimas.
“En cuanto a lo que dijo sobre que no vales nada, sabes que no es cierto, ¿verdad? Eres una persona maravillosa, con tantas cualidades y talentos. No permitas que alguien más te haga sentir lo contrario. Eres una mujer inteligente y hermosa, mereces a alguien que te ame y respete por quién eres”.
La madre de Tamara la abrazó de nuevo, sintiendo una gran tristeza por su hija. Nadie merecía ser minimizado, nadie debía soportar semejante sufrimiento en nombre del amor.
“Tamara hay personas que sienten que deben humillar a los otros para sentirse poderosos… creen que haciendo sentir a los demás como una porquería o tratando de opacar su valía serán más importantes; pero no lo oigas, busca tu esencia dentro de ti… allí está esa niña valiente, osada de lengua afilada que no se quedaba con nada adentro. Has tomado la mejor decisión, si en este tiempo no ha dado indicios de cambio, sino que sus actitudes en tu contra han escalado, jamás cambiará”.
Tamara le contó lo último que ocurrió, después del último episodio.
“Parecía otro, incluso me dijo que me daba tiempo para que lo pensara, que él iba a cambiar y que nuestro matrimonio sería digno de los Castelli”.
La madre de Tamara escuchó atentamente mientras su hija le contaba todo lo que había pasado.
La miró a los ojos, en un gesto de apoyo y empatía hacia su hija. Sabía que era difícil para ella dejar a alguien que una vez amó, pero también sabía que era lo mejor para su bienestar emocional.
Su experiencia le decía que las promesas vacías eran una táctica común que los abusadores utilizaban para mantener a sus víctimas bajo control.
“Tamara, no estoy segura de que debas creerle. No te ilusiones con las palabras vacías de él, quien ya te hizo daño en el pasado, probablemente lo volverá a hacer en el futuro. Recuerda que las palabras son baratas, pero las acciones hablan más fuerte, el cambio real no es algo que se promete, sino que se demuestra con hechos”.
Tamara asintió con la cabeza, sabiendo que su madre tenía razón.
“Lo sé, mamá. Es solo que… tengo miedo al señalamiento… a tener que explicar, a decir que lo dejé porque me maltrataba… ¿Qué va a decir la gente? Que soy una idiota ¿Qué cómo me he aguantado tanto? ¿Qué por qué me dejé maltratar? ¿Qué cómo es posible que siendo la hija de quien soy lo haya permitido? No quiero eso mamá”. G¡moteó con voz entrecortada,
“¡No hija! ¡Detente! Nadie tiene derecho a juzgar, hay muchas mujeres que son víctimas del maltrato sin saberlo, lamentablemente el machismo se ha arraigado tanto que ni siquiera ellas son capaces de darse cuenta… no tienes que darle explicaciones a nadie… yo me siento orgullosa de ti, porque muchas mujeres no logran poner un alto y se convierten en parte de las estadísticas de feminicidios. Que no te importe lo que diga la gente, tienes a tu familia y amigos que te apoyaremos en todo momento. Quienes te amamos jamás vamos a juzgarte, no estás sola en esto, Tamara”.
La joven asintió, sintiendo la fuerza volver a su cuerpo.
“Mamá, quiero volver a modelar en barro, hacer mis esculturas… y algún día que mis obras puedan ser apreciadas… yo necesito regresar a mi origen”. Dijo con lágrimas en los ojos y su madre sonrió también con los ojos humedecidos.
“¡Ven! Quiero mostrarte algo”. Isabel la tomó de la mano y la llevó al segundo piso, abrió la puerta de una habitación y la hizo pasar. Cuando Tamara vio todo lo que había allí, se sentó en el suelo, no podía contener las lágrimas.
“Es mi taller”. Expresó con un hilo de voz.
“Si, tu padre lo ha mantenido intacto… porque decía que algún día volverías a seguir creando aquí… siempre hemos esperado que vuelvas, y no me refiero a físicamente, sino a que regrese nuestra chiquilla alocada. Esa que apostaba con su tío Luca para hacerle bromas a su padre, tan solo para ganar dinero que usaba luego para comprarle regalos. Nuestra Tamara, la que llegó aquí con ganas de comerse al mundo, nuestra chiquilla de mirada dulce, pero de comportamiento pícaro. ¡Bienvenida de nuevo, hija!”. Expresó, mientras ambas se fundían en un gran abrazo cargado de emoción y de mucho significado.
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