Mamá correcta, papá equivocado -
Capítulo 17
Capítulo 17:
Xavier llegó a Cavalcanti Moda, pasó por la recepción principal como si fuera el dueño del lugar, ni siquiera los hombres de seguridad hicieron intento de detenerlo. Con su más de metro noventa, con ese cuerpo como si fuera esculpido por los mismos dioses y su imponente presencia, nadie se atrevía a decirle nada.
Por el contrario, las mujeres lo miraban con los ojos nublados por el deseo y los hombres con envidia. Nadie se atrevía a contrariarlo, él tampoco se detenía para dar ninguna explicación.
Llegó a la recepción de la oficina del CEO y la mirada de las dos secretarias se posaron en él, a pesar de que una de ella era de casi sesenta años, miró al hombre con admiración. La más joven se dio cuenta y le reclamo.
“Ay, Señora Tulia, usted está pasada, mire cómo se le queda viendo al hombre. Usted no está para eso, está casada y hasta nieto tiene”.
Pero antes de que la señora pudiera defenderse, lo hizo Xavier. Se quitó los lentes, dejando ver esos ojos verdes que eran capaces de quitarle el aliento a cualquiera.
“Los ojos se hicieron para ver y la cualidad de admirar un espécimen del se%o opuesto no está reservado solo a los más jóvenes, si no a todas las edades de la especie”. Pronunció con voz ronca, guiñándole un ojo a la señora.
“¡Oh por Dios! Mejor dicho, imposible. Aparte de groseramente guapo, es inteligente y hasta caballeroso, esas cualidades juntas son difíciles de encontrar en alguien tan joven”. Lo halagó la señora, sin darse cuenta de que su jefe observaba la escena atentamente con curiosidad: “¿Qué se le ofrece?”.
“Soy representante de la red hotelera Sebastini y necesitaba conversar de manera urgente con el Señor Lorenzo Castelli”.
“Ah, claro, usted es el gerente de uno de los hoteles Sebastini, ¿Viene a hablar por lo de las telas?”. Interrogó la mujer y él asintió.
“Eso es correcto… me enviaron porque quizás pueda convencer a su jefe de suministrarnos todas esas telas, que tan necesarias son para nuestro negocio”. Señaló con aparente firmeza: “¿Será posible entrevistarme con él? Vine especialmente con un solo propósito a este lugar”.
Sin embargo, la realidad era que había ido hasta Fl%rencia cuando supo que Lorenzo Castelli probablemente fuera el esposo de la mujer que lo tenía atormentado.
La Señora Tulia se acercó y empezó a decirle algo al oído. Mientras tanto, Lorenzo lo miraba sorprendido, porque jamás en los ocho años que tenía trabajando allí, le veía ese tipo de actitudes a la Señora Tulia.
El representante de la red hotelera Sebastini observó con atención a la Señora Tulia mientras ella le hablaba al oído.
“Escúcheme, nosotras vamos a salir y usted va a aprovechar nuestra ausencia para entrar a la oficina del señor Lorenzo, solo así podrá verlo, porque no quiso dar citas para la mañana de hoy”. Pronunció en un susurro.
Finalmente, la mujer se alejó, pero antes de que Xavier le respondiera apareció Lorenzo, ambos se miraron de manera retadora y desconfiada.
“Disculpé si interrumpí algo importante”. Dijo, Lorenzo tratando de disimular su enojo por lo que acababa de ver: “Pero me desagrada mucho que hombres como usted, vengan a seducir a mis secretarias”.
“No pensé que un halago y amabilidad era seducir a alguien, lamento mucho haberlo molestado… en realidad mi objetivo al venir aquí era hablar con usted sobre las telas”.
Lorenzo lo miró fijamente, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por la mente del hombre.
“De acuerdo, hablemos de negocios, entonces”. Respondió fríamente.
Y a pesar de no haber querido entrevistarse con nadie, el recién llegado causó interés en él y por eso lo dejó entrar.
Por su parte, Xavier observó al tal Lorenzo con interés. Le calculó no más de cuarenta y cinco años, por lo que vio su primera ventaja, él era unos once a diez años menor, quizás eso pudiera hacer la diferencia para que Tamara posara sus ojos en él. Además, por la tristeza de la chica no creía que su flamante esposa la hiciera feliz.
“Siéntese”. Ordenó Lorenzo.
Xavier lo hizo con tanta elegancia que parecía el dueño del lugar.
“Aunque creo que esta será la negociación más rápida que voy a tener… esas telas no están en ventas, están destinadas para el lanzamiento de una colección en la empresa, así que lamentablemente ha venido a perder el tiempo”. Dijo Lorenzo con severidad.
Pero a Xavier no lo intimidaba esa actitud, ya tenía muchos ejemplos de eso en su familia, desde sus abuelos, hasta su propio padre.
“Entonces ¿Por qué me invito a pasar a su oficina si tenía la intención de negarse? Con decir no allí mismo era suficiente”. Declaró Xavier en el mismo tono usado por su interlocutor.
“Y si ya su empresa tenía mi respuesta, la cual era negativa desde antes de venir, no entiendo ¿Por qué vino?”. Preguntó con irritación Lorenzo.
Por un momento Xavier no dijo nada, solo se quedó observando el entorno, buscando alguna fotografía. Hasta que vio una donde aparecía el hombre con Tamara y no pudo evitar la expresión de enojo en su rostro.
“¿Se le perdió algo que cree que tengo en mi oficina?”. Inquirió molesto.
Xavier ignoró sus palabras y en su lugar respondió.
“Quien tiene esposa debería hacerla feliz, si no puede, debería divorciarse ¿No lo cree? Un hombre debería ser lo suficientemente varón para darse cuenta de eso”. Expresó apretando la mandíbula en un gesto de rabia.
Lorenzo frunció el ceño desconcertado al darse cuenta del cambio en la expresión de Xavier. Se sintió incómodo, no sabía por qué había visto la fotografía y había dicho eso, pero su actitud le parecía arrogante y grosera, no estaba dispuesto a permitir que un extraño le faltara el respeto en su propia oficina.
“Señor, le pido que mantenga el decoro en mi oficina. Si ha venido a hacer negocios, hablemos de negocios. Si ha venido a insultarme, puede retirarse ahora mismo porque no pienso tolerarlo bajo ninguna circunstancia”.
Xavier respiró profundo, intentando controlar su rabia. No quería perder los estribos frente a ese hombre, no cuando solo quería arrebatarle a Tamara, porque estaba seguro de que era él quien la hacía infeliz.
“Quitémonos las máscaras Señor Castelli y hablemos claramente. No me gusta la hipocresía, soy directo, sincero y no me gusta andarme por las ramas. Siempre voy de frente y esta no será la excepción. Conocí a su esposa, y quedé prendado de ella desde que la vi por primera vez, yo muy bien podía dejar pasar todo esto y seguir con mi vida a sabiendo que ella está unida a otro hombre, pero el problema es que usted, Señor Castelli no la hace feliz.
He visto en sus ojos una mirada de tristeza y no se me da la gana que esos ojos no brillen de felicidad, y como usted no se preocupa por hacerla feliz ¡Lo haré yo! Porque no vine a buscar ningunas telas, vine a decirle que, aunque su esposa se niega a prestarme atención, estoy decidido a conquistarla”.
Dicho eso se levantó del asiento y comenzó a acercarse al Señor Castelli, mientras el rostro de Lorenzo se ponía rojo producto de enojo que le provocaron sus palabras.
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