Madre correcta, padre equivocado -
Capítulo 9
Capítulo 9:
Tamara estaba petrificada, jamás había visto a Freya tan enfurecida. Joel soltó a su mujer, pero en vez de dejar todo así, se giró, miró a Freya con absoluto odio y se enfrentó ella mientras esta seguía sujetando el tacón de manera peligrosa.
Le tomó la mano y se la apretó con fuerza, pero Freya con la otra mano comenzó a golpearlo.
“¡Tú eres la culpable de todo! Mal influencias a Tamara y la pones en mi contra, como no eres más que una mujer fácil, que no le importa amanecer en la cama de cualquiera, solo estás buscando que mi mujer se comporte de la misma manera. Seguro que se vistió así siendo aconsejada por ti… quiero que te alejes de ella, no vuelvas a acercarte porque voy a pedir una orden de alejamiento”. Espetó con molestia.
“¡Eres una Bestia! Sientes placer intimidando un par de mujeres, pero seguro que tu valentía sale corriendo cuando ve a un verdadero hombre. Ya vas a ver cómo hago un escándalo y saco a todos esos hombres de negocios para que vean el tipo tan despreciable que eres ¡Auxilio! Este desgraciado quiere hacerle daño a mi amiga”. Comenzó a gritar a todo pulmón provocando mayor furia en el hombre.
Joel levantó la mano para golpear a Freya, pero Tamara se interpuso asustada porque no quería que Joel le hiciera daño, por eso le tomó el brazo al hombre.
“Ya Joel, déjala quieta, por favor vayámonos a casa, yo me iré contigo y si no quieres que vea a Freya no lo haré, pero no le hagas daño”. Pidió en tono suplicante, mientras su amiga la miraba molesta.
“Te juro Tamara Castelli, que no sé quién es más bruto si esta bestia o tú porque te vas a ir con él sabiendo que puede hacerte daño. Por favor vente conmigo, vamos a llamar a tu familia, a tus padres, ellos no te van a dejarte sola ¡Ven conmigo!”. Le pidió extendiendo la mano.
Tamara titubeó, vio el rostro de Joel y negó con la cabeza.
“Lo siento Freya… me iré con mi esposo”. Pronunció y con el rostro empañado en lágrimas se subió al auto sin prestarle atención a los gritos de Freya.
Freya observó cómo el auto se alejaba, dejándola sola en medio del estacionamiento. No podía creer lo que acababa de suceder. Tamara, su mejor amiga, se había ido con aquel hombre violento y peligroso. Se sintió triste, furiosa, impotente y con miedo al mismo tiempo.
Temía que él terminara matándola ¿Qué podía hacer ella? No podía dejarla sola, no cuando necesitaba ayuda, pero el principal problema es que ella creía que no la necesitaba y que estaba todo controlado, pero no era así.
¿Cómo podía Tamara estar tan ciega? ¿Acaso no veía que estaba en peligro? Freya sabía que tenía que hacer algo para ayudarla, pero no sabía qué hacer. Pensó que quizás lo mejor era llamar a los padres de Tamara, tomó su teléfono dispuesta a llamarlos… pero ellos estaban en Ch!le y por la hora ya pasaban de la diez de la noche allá. Suspiró mientras se iba a la casa sin dejar de preocuparse.
Por otra parte, cuando Joel se subió al auto, esbozó una sonrisa cruel.
“Muy bien, la decisión que tomaste fue la correcta… y espero que de ahora en lo adelante no vuelvas a verte con esa mujer”. Expresó de manera despectiva.
“Pero es mi amiga, es la única que tengo”. Dijo en voz baja.
“Pues ya no tienes ninguna porque te prohíbo que vuelva a ir a nuestra casa es una mala influencia ¿Has entendido? Si me desobedeces vas a sufrir las consecuencias”. Preguntó de manera violenta y ella solo asintió en silencio.
Vio la expresión de Joel y no pudo evitar que su cuerpo se estremeciera del miedo. Temía por su vida, temía huir, temía llamar a sus padres para decirles que se había equivocado y que ellos siempre tuvieron razón. Ella había sido una necia por no obedecerlos, y a pesar de tener todos esos pensamientos, una parte de ella lo justificaba y le daba la razón, porque ella no debió coquetear con otro hombre…
Cuando llegaron a la casa, Tamara subió corriendo a su habitación para cambiarse de ropa. Aún no había comenzado a hacerlo, cuando escuchó un fuerte golpe en su puerta y segundos después se abrió de par en par. Vio a Joel parado ahí, con los ojos enrojecidos de furia y ella se asustó al verlo así.
Él la tomó por los hombros y la sacudió.
“Dime ¡¡¡¿Te acostaste con Sebastini?!!”. Exigió saber Joel con un grito.
“Yo no me acosté con él”.
“Aparte de indigna, eres una mentirosa que está deshonrado a tu familia ¡¿Qué creerán cuando sepan que su hija es una adúltera?! Que coquetea y se revuelca con un hombre que acaba de conocer”. Gritó indignado.
“¡Te dije que no tuve se%o con él!”. Declaró con firmeza y sus palabras provocaron que el hombre le abofeteara con fuerza la cara, dejándola por completo consternada y las palabras de Freya llegaron a su mente.
‘Será peor, te hundirá, te chupará la vida, te exprimirá hasta volverte un ser totalmente sin voluntad. Primero son las acciones, las palabras, después las prohibiciones, luego serán golpes, así irá escalando este conflicto y lo peor es que llegará hasta un nivel que no puedas escapar’.
Tamara se sostuvo el rostro, mientras lo miraba con sorpresa.
“No me mires así, porque todo esto lo has provocado tú y ahora vamos a comprobar si son verdades tus palabras”. Dijo el hombre con severidad
“¿Qué vas a hacer?”. Preguntó preocupada, mientras Joel metía la mano entre la ropa de la mujer y se abría paso entre sus piernas hasta llegar a su intimidad e introducir los dedos en ella sin ningún tipo de cuidado.
Ella se sintió humillada, ultrajadas y las lágrimas rodaron por su mejilla. Sobre todo cuando se llevó la mano a su nariz para olerla y verificar que no olía a s%men.
Tamara sintió que las piernas le temblaban, mientras él se ría de satisfacción al ver cómo la mujer se encogía en su propio cuerpo.
“¡Desnúdate!”. Le ordenó y ella lo miró como si no lo entendiera, como no cumplió sus órdenes de inmediato le gritó: “¿Acaso estás sorda? Te pedí que te quitaras la ropa”.
Ella lo miró con una mezcla de aturdimiento y temor.
“¿Por qué?”. Preguntó con preocupación.
“Porque quiero hacerle el amor a mi mujer… después de todo, dicen que es lo más recomendable para qué los bebés que tanto quieres lleguen”. Pronunció con una expresión siniestra.
Como ella se mantuvo inmóvil ante sus palabras.
Joel tomó el vestido que usaba de extremo a extremo y lo rasgó, tirando los restos en el suelo, mientras ella lo miraba sin saber qué hacer.
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