Madre correcta, padre equivocado -
Capítulo 24
Capítulo 24:
Lorenzo sintió un nudo en la garganta, sabía que no podía contarle nada a Isabella porque enseguida les daría la orden a los hombres de no dejar entrar a Xavier, y él estaba seguro de que ese hombre podría hacer feliz a su hija.
Aunque al principio se sintió molesto porque no les hubiera dicho la verdad, pero al pensar en frío, se dio cuenta de que tenía razón. Cuando tenías dinero, era difícil saber quiénes te buscaban porque tenían un interés auténtico en ti y no por el dinero. Además, tampoco es que eran cercanos o de confianza para que él se abriera a ellos.
Pese a nunca haberle mentido a Isabella, esta vez debía hacerlo. Porque mientras vio a su hija esa noche, pudo notar a que la antigua Tamara estaba allí en la superficie, esa que hacía bromas y la que no le importaba lo que los demás pensaran de ella. Necesitaba recuperar a su hija, y ese muchacho podía lograrlo, había visto también como la miraba, se atrevía a decir que lo hacía tal y como él miraba a su esposa.
Así que estaba dispuesto a apoyarlo y a improvisar frente a su esposa.
“Solo estoy planeando algo especial mi amor. Pero como es una sorpresa, no puedo decirte más porque dejaría de ser una sorpresa”. Declaró diciendo una verdad a medias.
Isabella frunció el ceño, no creyéndole del todo, pero su postura se suavizó un poco.
Lorenzo supo que había ganado tiempo, solo esperaba que Xavier pudiera llegar lo más pronto posible, no creía que pudiera soportar otro interrogatorio más de su mujer. Ella era más severa e inquisitiva que cualquier cuerpo de seguridad del mundo.
“Vamos a curarte esa mano”. Le dijo ella, luego entró al baño y sacó el botiquín de primeros auxilios, lo sentó en uno de los sofás de la habitación y comenzó a limpiarle la herida.
Luego de que terminaron, se acostaron a dormir. Cuando vio que Isabella se durmió, Lorenzo se deslizó sigilosamente fuera de la cama, tomó su celular y bajó para llamar a los hombres de seguridad que tenía en la entrada de la propiedad.
“Por favor, cuando vean llegar a Xavier Sebastini con unos mariachis, lo dejan entrar de inmediato y le dicen cuál es el balcón de la habitación de Tamara”.
Después de hablar con los hombres, decidió regresarse a la habitación, pero cuando estaba subiendo la escalera, saltó del susto al escuchar la voz de su esposa que venía descendiendo las escaleras.
“¿Mi esposo me puede decir dónde estaba?”. Preguntó con seriedad.
Lorenzo se sintió atrapado.
Tamara, por su parte, se fue a su taller y molesta agarró todas las figuras que había hecho de Xavier y las rompió furiosa. Luego salió de allí y se lanzó a su cama a llorar.
“Seguro solo quería llevarme a la cama… soy tan tonta, apenas con unas palabras bonitas, yo me creí todo”. Se dijo mientras no dejaba de pensar que era un completo desastre para enamorarse: “Enamorarme no, porque yo no estoy enamorada de ese hombre, solo me dejé deslumbrar… porque bueno, es presentable”.
Se dijo en voz alta no queriendo reconocer que definitivamente el hombre era un espécimen particular, fuera de serie, único.
Engaña al mundo entero Tamara, pero a mí no. Te recuerdo que conozco tus más íntimos secretos, como por ejemplo esas escenas er%ticas que te imaginabas cuando estabas bailando con él.
“¡Cállate idiota!”. Exclamó peleando con su conciencia: “Tú no sabes, ni dices nada”.
Se reprendió ella misma. Dándose cuenta de que si seguía de esa manera iba a terminar enloqueciendo.
Al final de tanto pelear consigo misma, terminó quedándose dormida.
Xavier, después de llamar y despertar a su secretaria a las doce de la noche para que le buscara un mariachi. Por fin pudo conseguir y contratar a uno, sin pérdida de tiempo se dirigió a la casa de los Castelli.
No pusieron ninguna objeción para que entrara, llegaron y se instalaron justo en frente del balcón de Tamara. Antes de que empezaran a tocar, Xavier dio varias boconadas de aire, rogando al cielo que eso le sirviera por lo menos para que la mujer accediera a conversar con él y que lo escuchara.
Justo en ese momento y como si se tratara de un episodio de ‘Salvado por la Campana’, la música comenzó asonar precisamente en el instante en que Lorenzo tenía que rendirle cuentas a Isabella.
La melodía llenó todo el lugar y enseguida las varoniles voces del vocalista y de Xavier se empezaron a escuchar. Para el deleite de los oyentes, el hombre tenía una buena voz, aunque andaba un poco perdido con la letra. Como estaba algo ebrio cantaba con sentimiento, sintiendo cada letra de la canción, Lástima que no sabía mucho de Vicente Fernández.
Me gustas completita, tengo que confesarlo.
Nomás al saludarte me da el mal del amor.
Me brotan los deseos me tiembla todo el cuerpo.
Y lo que estoy pensando no se puede decir.
Me gustas para todo con todos los excesos.
Nomás de imaginarme se me enchina la piel.
Qué imágenes tan bellas me cruzan por la mente.
Y me estorba la gente verdad de Dios que sí.
Lástima que seas ajena y no pueda darte lo mejor que tengo.
Lástima que llegó tarde y no tengo llave para abrir tu cuerpo.
Lástima que seas ajena el fruto prohibido que jamás comí.
Lástima que no te tenga porque al mismo cielo yo te haría subir.
Lástima que seas ajena y no puedo darte. Lo mejor que tengo. Lástima que llegó tarde y no tengo llave. Para abrir tu cuerpo…
Mientras cantaba, Lorenzo e Isabella salieron a asomarse en el balcón, ella sorprendida ante el espectáculo y él con una sonrisa de complicidad.
Por su parte, Tamara al escucharlo, aunque se asomó por la ventana y sería hipócrita decir que no le gustaba, no quiso salir al balcón. En su lugar salió de su habitación y se fue por la puerta trasera de la casa a buscar a un par de amiguitos que estarían felices con esa serenata.
“Vamos a ver Xavier Sebastini Ferreri, si esto te da una respuesta de lo que me importas”. Dijo sin ocultar una sonrisa traviesa en sus labios.
Xavier estaba en la estrofa más emotiva de la canción, cantando con los ojos cerrados, de repente sintió a los músicos salir corriendo. Al abrir los ojos vio a dos gigantescos perros corriendo tras de él. Intentó correr a la van donde se habían metido los cantantes, pero estos estaban tan asustados que se negaron a abrirle. Por lo que tuvo que salir corriendo a otro lado, intentando huir de los perros quienes no cesaban de perseguirlo.
Sin saber a dónde ir y con el barullo de los perros atrás, Xavier se topó con un árbol de Almendro en el que había una rama baja, sin pensarlo dos veces y viendo que no había otra salida, decidió subirse a un árbol, el cual parecía inestable. Se balanceaba de lado a lado y Xavier intentó encontrar alguna rama lo suficientemente resistente para sostenerlo.
Al llegar arriba, se encontró con la sorpresa de que la rama no resistió su peso y se desprendió arrastrándolo consigo. Por lo cual terminó aterrizando de platanazo justo donde los perros le esperaban. Se rompió la cabeza donde la sangre le empezó a brotar de manera escandalosa, sin embargo, ni siquiera se quejó del dolor, estaba pendiente de evitar los ataques de los perros.
Al mismo tiempo que esto sucedía, se escucharon las sonoras carcajadas de todos quienes lo observaban. Incluyendo a Tamara, que tenía mucho tiempo que no se divertía tanto, y es que parecía imposible que alguien observara la situación sin reírse, ya que era muy divertido ver como no solo como intentó huir de los perros, sino también la estrepitosa salida.
Finalmente, uno de los perros logró morder su pantalón y lo desgarró, dejando expuesta su piel. Xavier gritó al sentir los dientes del animal cerrándose sobre su pierna, pero en ese momento escuchó una puerta abrirse y una voz que llamaba a los perros.
“¡Quietos!”. Ordenó Lorenzo, los animales dejaron de atacarlo y corrieron hacia la perrera. Mientras tanto, Xavier se quedó tumbado en el suelo, no solo pasando el dolor, sino la vergüenza de estar haciendo el ridículo por primera vez en su vida.
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