Madre correcta, padre equivocado -
Capítulo 25
Capítulo 25:
Lorenzo se acercó a él preocupado y le dio la mano para ayudarlo a levantarse.
“¿Te duele algo? ¿Te golpeaste duro?”. Preguntó preocupado.
Xavier le dio la mano a Lorenzo, sintiéndose un poco avergonzado, hasta la ebriedad se le había quitado del susto.
“¿El orgullo cuenta? Porque ese es el que más resultó golpeado con esta caída”. Dijo con sinceridad causando la risa del otro hombre, hasta que su conversación fue interrumpida por Tamara.
“Vaya, una presentación bastante interesante, pensé que venias a cantar, pero al parecer venias a payasear”. Dijo entre risas desde el balcón.
Xavier ignoró sus palabras y comenzó a revisarse la herida de la pierna mientras sangraba. Isabella se acercó y al verlo se preocupó, luego él intentó simular, pero era notorio que estaba cojeando.
A la mujer le dio pesar por lo que le había hecho su hija, porque, aunque en ese momento Tamara estuviera allí mirando con una expresión de inocencia en su rostro. Ella como su madre la conocía bien y sabía que ella tenía que ver con ese accidente, más tarde no se le salvaría de pedirle una explicación.
“Lo mejor será que me vaya”. Dijo Xavier con una expresión de dolor en su rostro.
Isabel se compadeció y llegó a la conclusión que no podía dejarlo ir en esa situación.
“Lorenzo, despacha a los músicos”. Ordenó Isabella. Enseguida Xavier sacó su cartera, tomó varios billetes y se los dio a Lorenzo.
“Por favor, para que les pague a los mariachis antes de irse, después de todo no hay razón para que permanezcan aquí… ni yo tampoco, llamaré un taxi para irme”.
Isabella le puso la mano en el brazo para impedir que hiciera la llamada.
“¿Qué clase de gente crees que somos para permitirle irse luego de que misteriosamente alguien les abriera la puerta a los perros y estos te atracaran?”. Dijo mirando hacia Tamara, quien permanecía en silencio haciéndose la loca.
“No quiero incomodarlos…”. Comenzó a decir Xavier, pero de nuevo fue interrumpido.
“No intentes alegar con mi mujer, porque no le ganarás. Ella es abogada, juez, fiscal, todo”. Le dijo Lorenzo encogiéndose de hombros.
“¿Lo sanas y lo envías a su hotel?”. Preguntó Tamara y su madre la miró con una sonrisa acusatoria.
“No, Xavier se va a quedar aquí esta noche ¿Y qué crees? Se me ocurre que se quede en la habitación que está al lado de la tuya”.
“Pero mamá… esa habitación tiene el baño dañado”. Protestó Tamara.
“Puede compartir el tuyo”.
“¡¡¿Qué?!! Claro que no mamá ¡Eso no es posible!”. Protestó, pero en vez de recibir respuesta de su madre, le respondió Xavier.
“Ay Tamy, por eso dice que quien ríe al último ríe mejor”. Dijo Xavier en tono divertido, mientras Tamara le sacaba la lengua en un gesto infantil y entraba molesta en su habitación
Estaba indignada, no podía creer que sus padres le hicieran eso. Cuando soltó a los perros, lo hizo como una simple travesura, jamás pensó que lo morderían de verdad y que terminaría lastimándose. Lo más sorprendente es que a pesar de que había salido y regresado corriendo después de soltar los perros, su madre terminó dándose cuenta.
No pudo evitar sentir un atisbo de remordimiento por lo que había hecho y su conciencia empezó a molestarla.
Mientras tanto, Xavier entró a la casa en silencio, lo sentaron en una silla del comedor y los padres de Tamara comenzaron a curarlo.
“Señora Isabel, usted es muy bella…”. Comenzó a decir y Lorenzo le apretó donde tenía la mordida del perro, haciéndole quejar de dolor: “¡Rayos! Con cuidado ¿Me está curando o me quiere dejar lisiado?”.
“Entonces si no quieres quedarte así, deja de estar diciéndole a mi mujer que es bella”. Protestó Lorenzo poniéndose de mal humor.
“Aguante allí, no se enoje y déjeme terminar, quien no vea la belleza de su esposa está ciego… además la belleza se hizo para admirarla y no he terminado… si la Señora Isabela no estuviera casada”.
“Eso no le ha limitado para que estés detrás de Tamara”. Debatió Lorenzo.
“Pero Tamara si me gusta y la Señora Isabel no, además los ojos de su hija no brillan a excepción de cuando se estaba burlando de mí por qué el perro me mordió… y los de su esposa sí. Así que no tiene por qué preocuparse. Además, ¿Acaso no confía en la Señora Isabel?”.
“Exactamente, como si yo fuera a salir corriendo detrás de cualquiera que me diga bella. Pero déjalo quieto, que por asomar eso, hoy dormirá en el sofá”. Dijo Isabella sintiéndose molesta.
“Xavier, no me ayudes tanto… yo me convierto en tu cómplice y te pones de parte de ella”.
Antes de que Isabella terminara de curarlo, apareció Tamara.
“¿Necesitan ayuda?”. Preguntó con una expresión de picardía en su rostro.
“Por favor, preferiría que ella ni se me acerque, no confío en su buen juicio”. Declaró Xavier con desconfianza.
“Eso me pasa por querer ser buena samaritana, ahora cuando te vayas a acostar busca bien en que baño vas a hacer tus necesidades, porque en el mío no lo harás”. Dicho eso salió corriendo sin mirar atrás.
“Ella parece otra, cuando la conocí en la fiesta en el hotel parecía asustada, como si temiera que alguien le iba a hacer algo, pero ahora se ve atrevida, desafiante, altanera y presuntuosa”. Dijo con un brillo especial en sus ojos que no pasó desapercibido para la pareja.
“¿Y qué pasa Xavier? ¿No te gusta de esa manera? ¿Prefieres a la sumisa de la fiesta?”. Preguntó Lorenzo con curiosidad.
“Realmente, aunque son la misma, esta nueva versión de Tamara me resulta bastante interesante y será un reto domar ese carácter del demonio que tiene”. Declaró con una expresión de diversión en su rostro.
“¡Suerte con eso Sebastini! Porque te aseguro que a partir de ahora mi hija volverá a ser la mujer que nunca debió dejar de ser por un hombre”. Pronunció con firmeza.
“¿Por qué dice eso? ¿Acaso el idiota de Joel no la dejaba ser ella?”. Preguntó sin dejar de prestar atención a Lorenzo.
“Mi hija siempre fue bromista, incluso a mí me jugaba unas bromas pesadas. Era osada, atrevida, demasiado extrovertida y ocurrente. Pero cuando conoció a Joel Prato cambió su forma de ser, dejó de hacer lo que le gustaba para convertirse en la mujer que él quería y eso la anuló por completo”.
“¿Tanto lo amaba para hacer eso?”. Inquirió, sintiéndose un poco irritado ante esa posibilidad.
“Eso no es amor, el verdadero amor te hace ser auténtico, crecer para sacar la mejor versión de ti sin cambiar tu esencia. Si no logra eso en ti, es una ilusión, pero jamás amor”.
“¿Por qué Tamara se separó de él si había hecho tantos cambios para complacerlo?”. Preguntó Xavier mientras Lorenzo permanecía callado, fue su esposa quien respondió.
“No lo tomes a mal ni como una grosería de nuestra parte, pero quien tiene que contarte lo sucedido es Tamara, esa no es nuestra verdad para contarla… lo único que nosotros quisiéramos, es que ella pueda librarse por fin de esa relación que no ha sido buena… quizás te parezca extraño que de cierta manera te estemos animando a que te le acerques, pero te aseguro que como padres tenemos todo el derecho de mostrarle a nuestra hija que existe algo distinto y que puede ser feliz”.
Hablaron por un buen rato hasta que le mostraron la habitación a Xavier. Este se acostó en la cama, sin dejar de pensar en la conversación que había tenido con los Señores Castelli ¿Qué razones tendrían para no aceptar la relación de Tamara con Joel? ¿Tamara todavía estaría enamorada de Joel?
Xavier se quedó dormido minutos después de recostarse, pero tenía el sueño muy liviano, por eso fue inevitable que se despertara cuando escuchó unos sollozos.
“No Joel… por favor, ¡No me hagas esto!”. Se escuchó la voz femenina de Tamara.
Xavier se levantó, pensó que después de unos segundos todo se calmaría, pero los sollozos de ella se hicieron más intensos.
“¡¡¡No!!!”. Gritó.
Xavier no pudo esperar más y salió corriendo a la habitación de ella, y a pesar de que la puerta estaba cerrada, la logró abrir con el tallo de una flor artificial que había a un lado de la puerta. En cuando lo hizo, vio que Tamara estaba en el centro de la cama moviendo su cabeza de un lado a otro, como si tuviera una pesadilla, todo mientras una capa de sudor cubría su cuerpo y las lágrimas bañaban su rostro.
“No Joel, así no, por favor”. Rogó.
Sin embargo, lo que sacó una maldición de la boca de Xavier fue ver el cardenal en su mejilla que resaltaba en su blanquecino rostro. Allí no le quedó duda de lo que había ocurrido con el hombre.
“Maldito Joel Prato, juro que voy a volverte papilla y jamás podrás levantarte en tu p%ta vida, todo por ser un cobarde”. Exclamó apenas con rabia contenida.
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