La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 704
Capítulo 704:
Marcus medía por lo menos un metro ochenta, mientras que Melissa era menuda y medía apenas un metro setenta.
Después de pasar mucho tiempo juntos, este momento marcó el contacto físico más cercano que habían compartido nunca. Detectó una sutil y agradable fragancia en su cuerpo y no pudo evitar preguntarse qué marca de colonia masculina usaría. En cambio, ella olía como una suave crema facial a base de leche.
Tras un momento, Melissa se enderezó apresuradamente, en un intento de recuperar la compostura.
Sin embargo, Marcus no la soltó.
Seguía sujetándola por la cintura, y su voz era grave y ronca.
«¿Cómo es que sigues oliendo a leche? Dime, ¿cuándo te destetaste?».
Ella levantó la vista y lo miró a los ojos.
Los ojos de Marcus se oscurecieron durante un breve instante. Al segundo siguiente, la soltó y, con tono indiferente, dijo: «Ten más cuidado en el futuro».
Melissa no dijo nada.
Marcus volvió a su escritorio, hojeando sin rumbo los papeles que tenía delante. Con tono indiferente, comentó: «Después del trabajo, pásate por el supermercado a por algo de comida. Esta noche me apetece estofado de cordero con zanahorias».
Melissa asintió. «De acuerdo».
Su expresión era algo vacía. Marcus, dejando a un lado el documento que sostenía, sugirió: «Si no hay nada más, siéntete libre de irte por ahora».
Al salir del despacho del director general y cerrar suavemente la puerta tras de sí, Melissa sacó de su bolsillo una cajita de terciopelo y la contempló en silencio, sumida en sus pensamientos…
Para ella, era quizá la posesión más preciada que había tenido en su vida.
Marcus tenía sus momentos en los que le ponía las cosas difíciles a Melissa deliberadamente, pero era uno de los pocos que le mostraba verdadera amabilidad. Aun así, sabía que no debía acercarse demasiado a un hombre de su estatura; estaba fuera de su alcance.
En su mente rondaba la idea de que tal vez, sólo tal vez, cuando él se cansara de ella, toda esta situación llegaría a su fin.
Y para entonces, aún podría conservar su trabajo.
Al acercarse a la puerta del departamento de secretaría, Melissa oyó los agudos y desdeñosos cotilleos de sus compañeros.
«¿Quién se cree que es? El Sr. Fowler sólo está interesado porque nunca se ha encontrado con alguien tan inculta como Melissa», se mofó uno.
«Desde luego. La familia del señor Fowler rebosa de bellezas, sus hermanas y primas; y él ha conocido a un montón de chicas guapas.
Melissa ni se le acerca. Está destinado a casarse con alguien despampanante, de una familia respetable», dijo otro.
«Y sus mundos son polos opuestos. ¿En qué demonios está pensando?
¿Que cocinar unas cuantas comidas la convertirá en la señora Fowler?».
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