La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 642
Capítulo 642:
Necesitaban otro hijo, se dio cuenta Leonel.
Pero reflexionó, si Evelyn no estuviera enferma, ¿Alexis habría regresado alguna vez?
Su desprecio por él no era ningún secreto, no quería formar parte de su vida.
Leonel luchaba con estos pensamientos, incapaz de decidir qué resultado era más doloroso o insoportable.
Entonces, el sonido de la risa de un niño se coló por la ventana.
Instintivamente, se movió, abriendo las puertas francesas del balcón. Su mirada se posó en Evelyn, que jugaba en el césped con Ollie…
Vestida con un vestido de flores, Evelyn era una imagen de la ternura, su pelo suave y esponjoso, que recordaba a una delicada muñeca.
La visión ablandó al instante el corazón de Leonel.
De repente, Evelyn tropezó y cayó sobre la hierba. Se frotó los ojos y se le saltaron las lágrimas.
Sin dudarlo, Leonel bajó corriendo hacia ella.
La criada ya había recogido a Evelyn y le estaba quitando la hierba de encima, pero las lágrimas de la niña persistían, sus gritos llenaban el aire mientras Ollie, su compañero, revoloteaba ansioso.
«Evelyn,»
gritó Leonel mientras empujaba la verja y se agachaba para cogerla en brazos.
La criada vaciló, consciente de los rumores de que Leonel era el padre de Evelyn, y se apartó.
El llanto de Evelyn se intensificó.
El servicio que empleaba era costoso, pero valía la pena.
Leonel gastó veinte millones de dólares, pero recibió la información por la tarde.
La sangre de Evelyn era portadora de un trastorno regenerativo que requería un trasplante de células madre compatibles. La solución óptima era un trasplante con sangre de cordón umbilical.
En consecuencia, Leonel fue el compañero elegido por Alexis para este fin.
Dado que las mayores probabilidades de éxito procedían de la sangre del cordón umbilical de un donante que compartiera los mismos padres biológicos que Evelyn, la participación de Leonel era crucial.
Al anochecer, el crepúsculo proyectaba un tono dorado sobre el dormitorio.
Leonel se quedó pensativo y los documentos se le escaparon y cayeron a la alfombra.
Volvió a concentrarse, los recogió y los revisó varias veces.
Consultó a un especialista que conocía. El diagnóstico coincidía con los resultados de la investigación.
Necesitaban otro hijo, se dio cuenta Leonel.
Pero reflexionó: si Evelyn no estuviera enferma, ¿habría vuelto Alexis?
Su desprecio por él no era ningún secreto, no quería formar parte de su vida.
Leonel luchaba con estos pensamientos, incapaz de decidir qué resultado era más doloroso o insoportable.
Entonces, el sonido de la risa de un niño se coló por la ventana.
Instintivamente, se movió, abriendo las puertas francesas del balcón. Su mirada se posó en Evelyn, que jugaba en el césped con Ollie…
Vestida con un vestido de flores, Evelyn era una imagen de la ternura, su pelo suave y esponjoso, que recordaba a una delicada muñeca.
La visión ablandó al instante el corazón de Leonel.
De repente, Evelyn tropezó y cayó sobre la hierba. Se frotó los ojos y se le saltaron las lágrimas.
Sin dudarlo, Leonel bajó corriendo hacia ella.
La criada ya había recogido a Evelyn y le estaba quitando la hierba de encima, pero las lágrimas de la niña persistían, sus gritos llenaban el aire mientras Ollie, su compañero, revoloteaba ansioso.
«Evelyn,»
gritó Leonel mientras empujaba la verja y se agachaba para cogerla en brazos.
La criada vaciló, consciente de los rumores acerca de que Leonel era el padre de Evelyn, y se hizo a un lado.
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