La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 602
Capítulo 602:
Una vez acomodados en el coche, Alexis preguntó en voz baja: -¿Qué tal si conduzco yo? No te ves muy bien».
«Está bien», respondió Leonel, quitándose de encima su preocupación con un leve movimiento de cabeza.
Se tomó un momento, sentado en silencio, antes de abrocharse el cinturón de seguridad y encender el motor.
Tres horas más tarde, llegaron a Warsew.
Al llegar, Leonel firmó con su nombre y, dos horas más tarde, recibió una urna blanca con las cenizas de Kenneth.
Fuera, Alexis esperó pacientemente.
Cuando Leonel salió, se le acercó con una pregunta amable. «¿Piensas llevárselo a Duefron?».
Leonel, con voz grave, negó con la cabeza. «Aún no ha terminado su viaje. Lo dejaré aquí, en Warsew».
Alexis sintió que la invadía una oleada de confusión.
Leonel la condujo a la orilla del río. Abrió con cuidado la urna y soltó las cenizas suavemente en la corriente del río.
Poco a poco, los restos de polvo se alejaron, desapareciendo en las profundidades del agua.
Una silenciosa finalidad flotaba en el aire.
Colocando una mano reconfortante sobre su hombro, Alexis le preguntó suavemente: «¿Todavía le odias?».
Leonel no respondió. En lugar de eso, se volvió y abrazó a Alexis con ternura.
Acurrucó su rostro cerca de ella, permaneciendo en silencio, perdido en sus pensamientos.
Alexis prefirió no romper el silencio.
Con la mirada perdida en la distancia, reflexionó sobre cómo las sombras de la infancia podían tardar toda una vida en desvanecerse. A pesar de la riqueza y el éxito de Leonel, las cicatrices de su pasado parecían destinadas a permanecer en su corazón para siempre.
Permanecieron junto al río una media hora antes de marcharse.
A las ocho de la tarde, Leonel condujo el coche de vuelta a Duefron. Permaneciendo sentado, sugirió suavemente a Alexis: «Vete tú primero a casa».
Alexis le dirigió una mirada de reojo y percibió algo no dicho.
En un tono lleno de tranquila determinación, Leonel añadió: «Me voy.
Volveré antes de las diez».
Alexis comprendió sus intenciones tácitas.
Se limitó a asentir. «Está bien, pero regresa temprano», respondió.
Después de salir del coche, hizo una pausa, se inclinó hacia la ventanilla y le aconsejó suavemente: «Conduce despacio, ¿vale?».
Una sutil sonrisa se dibujó brevemente en el rostro de Leonel al reconocer su preocupación.
La puerta del coche se cerró y el elegante deportivo negro desapareció poco a poco en la noche. Alexis permaneció fuera un momento, siguiendo con la mirada el camino que había tomado. Sabía que se dirigía a visitar la tumba de su madre.
Al entrar en su apartamento, Alexis cerró la puerta y dejó escapar un suspiro cansado. Sacó una buena pila de expedientes, decidida a ocupar su mente mientras esperaba a Leonel. A pesar del cansancio, se preparó una taza de café, preparándose para la larga noche que le esperaba.
Leonel no regresó hasta casi medianoche.
La suave luz del apartamento le envolvió en un cálido abrazo al abrir la puerta. Alexis estaba absorta en unos documentos en el sofá, con un comportamiento más tranquilo que de costumbre y los ojos fijos en las páginas.
Leonel se quitó el abrigo y entró en la habitación. «¿Por qué no te has acostado todavía?», preguntó.
No pudo evitar darse cuenta de que ella seguía con la ropa que se había puesto antes, lo que era una clara señal de que había estado sentada allí desde que llegó a casa. Le había estado esperando.
Qué tonta, pero qué alma tan paciente.
Leonel dejó caer despreocupadamente su abrigo sobre el sofá y escuchó la voz de Alexis.
«Te estoy esperando. Ya casi he terminado. Me iré a la cama después de terminar esto».
Con cuidado, Leonel le quitó el documento de las manos, con preocupación en la voz.
«Todavía no has cenado, ¿verdad?».
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