Capítulo 1723:

Alexis era la personificación de la belleza a sus ojos, aunque por un momento, lo había olvidado momentáneamente.

Mientras abrazaba a la mujer, sintiendo el calor que irradiaba su cuerpo, Leonel apartó suavemente sus brazos y le susurró suavemente al oído: «Te ayudaré a limpiarte. Relájate, Alexis».

Tal vez sus reconfortantes palabras surtieron efecto, pues Alexis aflojó el agarre y se acomodó suavemente en la cama.

Se sentía como si tuviera el poder de hacer cualquier cosa.

Leonel dejó escapar un suspiro tembloroso mientras la miraba fijamente. Luego apagó todas las lámparas de la mesilla.

El amplio dormitorio estaba envuelto en la oscuridad, mientras afuera seguía cayendo una suave llovizna. A pesar del tiempo, la luna apareció silenciosamente detrás de las nubes, su suave luz se filtró por la ventana, bañando la gran cama con un suave resplandor. Parecía envolver a la mujer que yacía allí, creando una atmósfera serena y hermosa.

Leonel se inclinó lentamente, sus dedos temblaban mientras desabrochaba la camisa de Alexis.

Temía que ella lo rechazara y reaccionara violentamente.

Sin embargo, Alexis permaneció pasiva, tumbada en silencio y observándole obedientemente.

Le limpió el cuerpo con alcohol varias veces, tratando de bajarle la fiebre.

Bañada por la suave luz de la luna, su piel parecía temblar levemente.

En apenas cinco minutos, su cuerpo estaba empapado en sudor, como el de alguien que acaba de salir de la lluvia.

Su voz se volvió ronca al hablar: «Ya está. Deja que te ayude a ponerte la ropa».

Al segundo siguiente, se abrazó a él.

Su suave cuerpo le oprimió el pecho, poniendo a prueba su determinación. A pesar de sus esfuerzos por controlarse, Leonel se encontró acariciando suavemente su esbelta cintura mientras hablaba con voz ronca. «No.

«¿Por qué no?»

Alexis le puso la mano en el pecho y le susurró: «Leonel, tienes el corazón acelerado».

¿Cómo no iba a tener el corazón acelerado?

Sentía que se le iba a salir del pecho.

De repente, Leonel le agarró las manos y se las sujetó firmemente a los costados. Respiró hondo y la miró con determinación. Si la luz fuera mejor, ella vería la intensidad de sus ojos ardientes.

Finalmente, bajó la cabeza y empezó a besarla.

En ese momento, Leonel comprendió que, en el estado actual de conciencia de Alexis, ella permanecía felizmente inconsciente. Ella creía que aún eran jóvenes e inocentes, por lo tanto, no se resistiría a nada de lo que él le hiciera.

Había olvidado su separación, sus peleas e incluso la existencia de Anika. Además, había olvidado el dolor que él le había infligido.

Ahora, Alexis depositaba su confianza en Leonel, cediendo suavemente bajo sus caricias, permitiéndole que se saliera con la suya. Si no la hubiera amado, se habría limitado a satisfacer sus deseos sexuales sin preocuparse por sus sentimientos.

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