La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1687
Capítulo 1687:
El coche abandonó la ajetreada ciudad y se adentró en un barrio tranquilo, atravesando un camino arbolado que conducía a la mansión de Leonel. Justo cuando el conductor se disponía a aparcar, Leonel dijo: «Mételo en el garaje subterráneo». El conductor se sorprendió, pero hizo lo que le había dicho, girando el coche hacia la entrada subterránea.
El garaje era enorme. A Leonel le encantaban los coches y tenía más de una docena de vehículos de alta gama. Los sacaba a pasear de vez en cuando. Pero ahora…
Leonel, sentado atrás, le dijo al conductor: «Puede irse».
El conductor dudó un momento antes de bajarse. Leonel se quedó solo en el coche, con el débil sonido de su respiración.
Al cabo de un rato, abrió lentamente la puerta y se dirigió hacia los coches que tanto le gustaban. Pasó sus delgados dedos por cada uno de ellos, sintiendo el polvo que se había depositado en ellos, lleno de nostalgia.
Todos los coches estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo. Ninguno se había movido en más de seis meses. Ahora eran más bien piezas de exposición. Leonel sabía que nunca volvería a conducirlos, igual que nunca volvería a estar con Alexis.
Tras permanecer un rato en silencio, cogió el teléfono y marcó el número de Noreen. Le indicó con calma: «Arregla la venta de todos los coches del garaje… Sí, me da igual el precio».
Noreen, al otro lado, se quedó atónita. Sabía lo mucho que esos coches significaban para Leonel; algunos incluso los habían elegido juntos él y Alexis. Venderlos era lo último que ella pensaba que él haría.
Noreen se quedó estupefacta y tuvo que volver a preguntarle.
Leonel, con el teléfono en la mano, respondió: «Sí, venderlos todos».
Tras colgar, echó otro vistazo a los coches que tanto apreciaba. Sabía que tenía que desprenderse de ellos, igual que de sus recuerdos con Alexis. Era duro, pero no tenía elección.
Leonel tomó el ascensor y subió hasta el último piso. Entró en el dormitorio principal. Todo estaba como antes. Parecía que Alexis aún estaba allí.
Se quedó allí un momento, luego se dirigió al armario de los licores y cogió una botella de vino tinto. Desde el accidente, no había bebido mucho, debido a su pierna mala. Pero hoy necesitaba un trago. Sirvió un poco de vino en un vaso alto y se lo bebió de un trago.
El líquido oscuro se deslizó suavemente por su garganta y su nuez de Adán se movió con cada trago. Tenía un aspecto intenso y seductor. Siguió bebiendo hasta vaciar la botella.
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