La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1686
Capítulo 1686:
Leonel acarició tiernamente su pierna izquierda y murmuró: «Ofreceré mis bendiciones cuando llegue ese momento».
Su intercambio se sintió bastante aburrido. Aun así, Edwin escuchó atentamente, hasta el punto de perder la partida de ajedrez. Lo tomó como un mal día, insistió en otra ronda y pidió la revancha. Marcus recogió las piezas y se burló. «Aunque jugáramos diez rondas más, perderías. ¿Qué sentido tiene ser testarudo?».
En ese momento, Edwin se volvió de repente hacia Leonel con una sonrisa y comentó: «Leonel, Marcus se refería a mí hace un momento. Desde luego, no se refería a ti».
Leonel frunció el ceño, sintiendo que lo invadía una sensación de impotencia. Se daba cuenta de que los dos hombres se burlaban de él.
Afortunadamente, Waylen bajó las escaleras en ese momento, acompañado por los sirvientes que estaban preparados para servir la cena. El ambiente durante la cena fue algo incómodo, con cada uno perdido en sus propios pensamientos.
Tras la cena, cuando Leonel se disponía a marcharse, Evelyn no pudo resistirse a correr hacia él y entregarle una bolsa de agua caliente de color rosa. «Usa esto, papá», le dijo con seriedad. «Te aliviará el dolor de piernas».
Leonel la aceptó con los ojos llenos de emoción. Queriendo evitar decepcionar a su hija, respondió: «Está bien, gracias».
Evelyn no pudo resistirse a darle un abrazo, y Leonel la estrechó contra sí, aunque su mirada se desvió hacia Alexis, que estaba en el balcón de arriba. Alexis parecía inusualmente tranquila. Pensó que probablemente se había adaptado y aceptado la realidad de su relación con su novia.
Pronto entablaría una nueva relación y comenzaría un capítulo completamente distinto de su vida. Contemplar esto despertó en él una punzada de amargura, pero se sintió impotente para alterar el curso de los acontecimientos. Leonel dedicó una leve sonrisa a Alexis antes de entrar torpemente en el coche por la puerta trasera.
El conductor estaba a punto de preguntar por el destino cuando notó que Leonel se reclinaba en su asiento, con lágrimas brillando en las comisuras de los ojos. El conductor se sorprendió, pero luego se conmovió. No tenía ni idea del inmenso valor que había necesitado Leonel para tomar la decisión de dejar marchar a Alexis.
El aire dentro del coche se sentía pesado y triste. El conductor no recordaba la última vez que había visto a Leonel tan abatido. Mantuvo la vista en la carretera, sin querer molestar a Leonel.
El elegante vehículo rodó por las concurridas calles de Duefron. A medida que anochecía y las farolas se encendían, la gente se agolpaba en las aceras. Leonel echó un vistazo al exterior, pero por primera vez, el bullicio no pareció alcanzarle.
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