Capítulo 1615:

La voz de Leonel temblaba de emoción. «Todo es culpa mía. Por favor, Alexis, dame otra oportunidad. Seré el marido y el padre que te mereces».

Tras su súplica, la abrazó más fuerte, tanto que le dolió. «Me duele, Leonel», susurró ella. Ella emitió un sonido de dolor en su abrazo. Leonel tardó un momento en darse cuenta de lo que había hecho. Rápidamente, la soltó. Sus ojos abatidos rebosaban de lágrimas, despertando una punzada de culpabilidad en su corazón.

«Alexis…», susurró.

Obligado, la besó temblorosamente. Sus labios se encontraron brevemente; no se atrevió a profundizar el beso, sino que sus labios rozaron los de ella ligera y repetidamente. Alexis se tensó. Mientras Leonel la besaba, afloró un doloroso recuerdo: Leonel con Anika, sus manos explorándola con avidez, sus respiraciones cargadas de deseo.

El peso de esa imagen presionó a Alexis como un duro golpe, robándole el aliento. Sin embargo, ella no lo apartó.

Permanecieron juntos, con la respiración entrecortada. Finalmente, Alexis lo empujó suavemente por la cintura. «Ya basta».

Leonel luchó por serenarse. Apoyó la frente contra la de ella, mirándola intensamente a los ojos, aunque ella apenas soportaba encontrarse con su mirada. Ella dijo: «Quiero dormir».

«Te acompaño un rato. Cuando baje la bandeja, volveré para hacerte compañía», respondió Leonel.

«¿No vas a comer?».

«Ahora no tengo hambre. Comeré más tarde y luego traeré a Evelyn y a Daniel».

Antes de bajar, Leonel le besó la mejilla una vez más. Alexis se tumbó en la cama, sintiendo náuseas. Comprendió el motivo, pero prefirió ignorarlo.

Permaneció en silencio hasta que sintió que la cama se hundía a su lado. Leonel siguió con la ropa puesta pero se quitó el cinturón, precavido ante la posibilidad de que la hebilla del cinturón la incomodara.

«Si esta hebilla te presionara durante dos horas, probablemente dejaría una marca en tu tierna piel», le susurró cerca del oído. Alexis permaneció en silencio. Alexis estaba tumbada de lado, con la mirada fija en la cuna donde el bebé dormía profundamente, tal vez saciado de comer.

En el fondo, deseaba estar más cerca del niño, pero se resistía a mostrar demasiado afecto en presencia de Leonel. Sin embargo, Leonel pareció leerle el pensamiento. Le besó la nuca y murmuró suavemente: «¿Te traigo al bebé?».

Ella se negó suavemente. «Está durmiendo. Esperemos a que se despierte».

Leonel no insistió. En lugar de eso, abrió los brazos, invitando a Alexis a descansar contra él, algo poco frecuente incluso en los momentos de mayor pasión del pasado. A Alexis le pareció algo artificioso. A su edad, seguía siendo un sentimental.

«¿En qué estás pensando? Estoy aquí para hacerte compañía», le dijo Leonel al notar su vacilación. Luego la acercó con cuidado, asegurándose de ser gentil.

Apoyó la barbilla en la cabeza de ella y la tranquilizó con voz profunda y tranquilizadora: «Acabamos de tener a nuestro bebé. No pensaría en otra cosa».

Era realmente cálido. Alexis se permitió un momento de tranquilidad antes de cerrar los ojos. Al principio tensa, se fue relajando poco a poco en el calor de su hombro a medida que la fatiga se apoderaba de ella.

Leonel observó su expresión apacible; carecía del brillo juvenil de años anteriores, pero era innegablemente hermosa. No pudo resistirse a pasar suavemente los dedos por su rostro.

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