Capítulo 1616:

El tiempo pasó en silencio y él se inclinó hacia ella, apretando su mejilla contra la de ella. Sabía que aquel momento quedaría grabado en su memoria para siempre.

Cuando Alexis se despertó aquella tarde, la cama estaba vacía. Desde el piso de abajo llegaban risas y conversaciones, las voces de los niños se mezclaban con las de Leonel. Alexis se incorporó bruscamente y dirigió la mirada hacia la ventana, donde la puesta de sol marcaba el comienzo de la noche. ¿Cuánto tiempo llevaba dormida?

En ese momento, la puerta se abrió con un chirrido y Leonel entró. Sus miradas se cruzaron, Alexis seguía atontada por la siesta. Leonel se acercó a la cuna para ver cómo estaba el bebé. «Son casi las siete», murmuró. «Seguías dormida, así que fui a recoger a Evelyn y a Daniel yo mismo».

Alexis se limitó a asentir.

«Leonel, al notar su silencio, le ofreció una pequeña sonrisa. «Ya he comido».

El aire entre ellos se sentía incómodo. Alexis se echó hacia atrás su larga melena castaña y bajó las piernas de la cama. «Me refrescaré y luego bajaremos a cenar».

Pero Leonel intervino: «Quédate aquí. Está lloviendo y el piso de abajo está húmedo».

Tras una pausa, Alexis aceptó. Sin embargo, la habitación del bebé no era ideal para estancias largas de los tres. Finalmente, Leonel hizo que los sirvientes trasladaran la cuna a su dormitorio principal. Cuando se fueron, Leonel cogió a Alexis en brazos de forma inesperada.

«¿Qué haces?», protestó ella, tirándole de la camisa. «Bájame».

Leonel le sostuvo la mirada. Finalmente, habló. «Después de que nació Daniel, te llevé a todas partes, incluso al baño. Han pasado los años, pero sigues siendo tan ligera como una pluma».

Ella frunció el ceño. «Bájame, no está bien que los niños nos vean así».

«¿Son los niños los que te preocupan, o soy yo?», insistió él, con el agarre firme.

Ella apretó el gemelo, con voz vacilante. «Ya no estoy acostumbrada a esto. Leonel, sé que tenemos un acuerdo, pero esto es demasiado rápido…»

Llevaban casi un año separados. Ahora eran casi extraños. Sin embargo, Leonel no la dejó.

La llevó de vuelta al dormitorio principal, deteniéndose en el largo pasillo para apretarla suavemente contra la cálida pared de ladrillo rojo. Consciente de su aversión al frío, le apoyó la espalda con ternura.

Bajó la cabeza y sus labios rozaron la base de su oreja. «¿Recuerdas tu cumpleaños de hace dos años? ¿Aquel en el que te emborrachaste y acabaste haciéndolo aquí mismo?», susurró con voz ronca. «Todavía recuerdo lo que sentí. ¿Lo recuerdas, Alexis?»

«Lo había olvidado».

Alexis respondió rápidamente, con la voz teñida de ansiedad. No quería recordar; aquellos recuerdos eran demasiado vergonzosos. Aquella noche había sido imprudente.

Su relación ya era tensa entonces, y esa noche, bajo la influencia, ella había sucumbido a él. Durante el mes siguiente, Leonel había utilizado el alcohol para incitarla a la intimidad en repetidas ocasiones.

Pero, ¿podrían tales actos imprudentes o el sexo en estado de ebriedad salvar realmente un matrimonio fracasado? La idea dejó a Alexis con una sensación de vacío. Al resurgir estos recuerdos, un rubor de vergüenza coloreó sus mejillas, añadiendo suavidad a su formidable presencia habitual.

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