La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1591
Capítulo 1591:
«Leonel, no tiene sentido. Tus acciones ahora, no despiertan nada en mí. Cada mirada tuya revive la imagen de tu beso a Anika, la alegría de tu tacto, la claridad de tu mirada. Es inútil. Esos recuerdos están grabados en mí, una marca indeleble que no podemos borrar».
Ella fijó sus ojos en él, dejando que el silencio llenara el vacío.
La noche posó su tacto frío sobre la piel de Leonel, su rostro de un tono fantasmal. «Por favor, te ruego que dejes ir esos recuerdos».
Pero Alexis sintió el peso de ellos, inamovible.
Terminó la llamada, cerró la cortina y se apartó de sus súplicas.
Los regalos, una torre de intentos de disculpa, los arrinconó. Si a la luz de la mañana él no los había reclamado, serían desechados, igual que los restos de su pasado.
La inquietud se apoderó de Alexis a medida que la noche se hacía más profunda. Se paseaba, acunando con las manos la vida que llevaba dentro, buscando consuelo en el movimiento.
Un sinfín de pensamientos sobre el día que se avecinaba se agolpaban en su mente, pero una sensación de falta la acosaba.
Su mirada se posó en el pequeño objeto brillante, un faro en el aterciopelado manto de la noche, una sombra entre las sombras, un silencioso deseo de cumpleaños flotó desde él. «Feliz cumpleaños, Alexis.
Sus cumpleaños compartidos eran pocos, sus despedidas muchas. Sin embargo, él se aferró a la tradición de celebrar el día de ella, a pesar de su distanciamiento.
Apenas había amanecido cuando Alexis se levantó, con las citas del día por delante, empezando por una visita a su médico.
Al salir, sus ojos rozaron los regalos abandonados.
Hizo una pausa y encargó a la recepcionista que se los devolviera a Leonel, anotando su número.
Mientras la recepcionista recogía los objetos, reflexionó en silencio sobre su coste. Tanta extravagancia parecía un capricho innecesario.
Cuando Alexis se instaló en el coche, llamó a su padre. «Papá, me voy a una revisión prenatal», anunció al teléfono.
La sorpresa de Waylen ante su partida en solitario fue palpable incluso a través del teléfono.
Su asistente era su compañera habitual, aliviando la carga del día. La revisión transcurrió sin contratiempos y el médico, una cara amiga para los Fowler, le presentó a Alexis una imagen de ultrasonido.
Los tonos vibrantes pintaban un cuadro de salud.
«Es preciosa», exclamó la doctora con alivio. Había albergado temores de que Alexis pudiera tener problemas con sus sentimientos hacia el bebé, temores que ahora eran infundados.
Alexis asimiló la imagen de su hija y sintió una alegría silenciosa.
Su ayudante echó un vistazo y, al ver un parecido no expresado, se mordió la lengua.
Al salir de la habitación, Alexis se quedó helada.
Leonel estaba allí, una presencia inamovible desde la noche anterior, aferrado a una gran bolsa que, con toda probabilidad, contenía los 32 regalos devueltos.
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