La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1499
Capítulo 1499:
Apoyado en la cama, Leonel parecía sumido en sus pensamientos. Ante las palabras de Noreen, ofreció una tenue inclinación de cabeza. «Que pase».
Con una tarea entre manos, Noreen llenó un vaso con agua tibia y lo puso al alcance de Leonel. «Voy a buscarla. Tal vez sea hora de arreglar las cosas».
Saliendo, llamó a Anika. Anika, una mezcla de nervios y expectación, abrió la puerta y entró. Su voz temblaba ligeramente. «Leonel, nosotros…»
Él la observó en silencio. Atraída por él, Anika se acercó, un impulso que no pudo resistir. Pero cuando se inclinó hacia él, la reacción de Leonel fue rápida y sorprendente.
Evitó su avance, haciéndola tambalearse, antes de tirarle del pelo y golpearle la cabeza contra la mesilla de noche. El golpe fue fuerte, y la esquina le hizo un pequeño corte en la piel.
Aturdida, Anika se tocó la herida, sin apartar la mirada de Leonel. Estaba desconcertada; la dulzura que conocía de él parecía un recuerdo lejano. Leonel la agarró por la barbilla, con un tono gélido y una clara advertencia. «Te dije que dejaras en paz a Alexis. A pesar de su lucha, la provocaste con la prensa en el juzgado».
La voz de Anika temblaba de incertidumbre. «Nunca quise decir eso. Leonel, una vez me elegiste a mí. Ahora que ella ya no está, ¿por qué no darnos una verdadera oportunidad? ¿Cómo sabrás si no sientes lo mismo a menos que lo intentemos?».
La respuesta de Leonel fue despectiva, una mano firme contra su pecho. Sacó un cigarrillo del bolsillo e inclinó la cabeza para encenderlo, una columna de humo le tapó la cara. Con una risita cínica, preguntó: «¿Existe realmente el amor abundante?».
A Anika se le fue el color de la cara al darse cuenta. Ella nunca había sido su elección, sólo un peón en su juego contra Alexis. A pesar de la conmoción, se le escapó una risa hueca.
«¿Mi presencia la alteró, o fue obra tuya? ¿Recuerdas con quién te fuiste del bar? ¿Quién te abrió las puertas de su casa, quién estuvo a tu lado después de aquellas discusiones con tu mujer? Fui yo, en tu casa, en tu cama. Compartimos rondas de golf, viajes a Hondrau. Me has abrazado, me has besado… no sólo un error de borracho, sino con clara intención».
Su risa estaba teñida de locura. «Imagina la cara de Alexis al ver esas fotos, esos vídeos. El dolor, la enfermedad que le debe haber provocado».
Leonel la miró, con expresión gélida e implacable. Anika sintió un destello de miedo antes de que su coraje volviera a surgir. Lo había perdido todo. El miedo ya no la dominaba. Su risa fue sardónica. «Estuve a punto de conquistarte, ¿verdad?».
Una vez descargado, Leonel encontró consuelo en la soledad de su villa, un marcado contraste con su calidez habitual. Las paredes, antaño vibrantes, permanecían mudas, el aire desprovisto de risas y aromas culinarios, las noches desprovistas del parloteo de los niños. El silencio era ensordecedor.
Se refugió en el balcón cuando se acercaba el crepúsculo. El criado, tratando de despertarle, subió las escaleras con una invitación a cenar.
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