La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 1427
Capítulo 1427:
Antes de que pudiera orientarse, Leonel estaba sobre ella, con la camisa rápidamente desechada mientras inundaba la habitación de Luz.
El brillo picó sus ojos, agravándola.
Molesta, arremetió contra él, tachándolo de pervertido.
Leonel, que se cernía sobre ella, la miró fijamente y apenas susurró. «No te gusta ser el centro de atención, ¿eh? ¿O es que eres tímida? Creí que ya habíamos superado eso, nena. Creí que lo nuestro era la honestidad».
«¡Bastardo!»
Después de escupir una maldición, Alexis cerró los ojos, su pecho subiendo y bajando con cada respiración dificultosa.
Su lucha pareció encender un fuego de lujuria en los ojos de Leonel. Tal vez se había estado conteniendo durante demasiado tiempo, o tal vez estaba ansioso por ver la reacción de Alexis, pero al principio fue muy fuerte.
Luego, se puso francamente sucio.
Ningún marido debería tratar así a su mujer. Al principio, Alexis se resistió, pero al final, se apartó, dejándole hacer lo que quería…
Su negativa a cooperar sólo empeoró las cosas para ella.
De principio a fin, Alexis aguantó, con una expresión de desagrado.
Esto cabreó mucho a Leonel. Cuando alcanzó su punto álgido de excitación, agarró su cuerpo y se la folló sin descanso. Al mismo tiempo, susurró: «Me perteneces. Siempre me has pertenecido y siempre me pertenecerás. No te atrevas a pensar en nadie más».
Pero Alexis no respondió.
Tenía el cuerpo entumecido, pero los pensamientos claros como el cristal.
Se preguntaba cómo Leonel había llegado a este punto.
Cuando todo terminó, Leonel apagó las luces, sumiendo la habitación en la oscuridad. Alexis se quedó tumbada, mirando por la ventana.
Perdió la noción del tiempo mientras Leonel descargaba su ira contra ella.
Miró la luna y se dio cuenta de que era tarde. Se dijo a sí misma que debía estar agradecida de que Leonel no estuviera saliendo con otra persona, que sólo acudía a ella cuando necesitaba sexo.
De repente, la puerta del baño se abrió de golpe.
Leonel salió en albornoz, con gotas de agua cayéndole del pelo al cuello, lo que le daba un encanto involuntario.
Parecía tranquilo y contento.
En realidad, parecía completamente diferente del tipo rudo de hace unos momentos. Leonel se secó el pelo con una toalla y se sentó en el borde de la cama, tocando suavemente el brazo de Alexis. «¿Te duele?», preguntó con voz suave.
Alexis se incorporó, acercando la colcha a su alrededor.
«¿Te detendrías aunque te dijera que sí?», replicó.
Leonel esbozó una leve sonrisa. «Ve a refrescarte. Yo bajaré a calentar la comida».
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