Capítulo 1426:

Pero antes de que pudiera pronunciar las palabras, Leonel abrió bruscamente el cinturón de seguridad y la subió a su regazo. Ambos eran bastante altos, pero por suerte, el coche tenía espacio suficiente para acomodarlos.

«¿Te has vuelto loco, Leonel? ¿Y si nos pillan los criados? ¿Has pensado en mi reputación?»

Leonel le pasó la mano por el costado, dándole un pellizco juguetón.

Su mirada era intensa y su voz áspera, con una pizca de gruñido.

«No hay nadie cerca para verlo. La casa es nuestra por hoy».

Apretó los labios contra los suyos, un beso ardiente que lo decía todo.

Mientras lo hacía, levantó la falda de Alexis con atrevimiento, con el deseo claro en sus ojos.

Alexis, sin embargo, no lo sentía.

Para ella, esto estaba lejos de ser un acto de amor; se sentía como un calvario, dejándola fría y distante durante el encuentro.

Leonel fue implacable, llenándola de besos.

Cuando llegó el momento de bajarse del coche, hizo salir a Alexis. La noche se había instalado, y el aire estaba cargado del aroma de la cena que se preparaba en las casas vecinas.

Ignorando las tentaciones de la mesa, Leonel cogió a Alexis en brazos y se dirigió directamente al piso de arriba. Alexis, resignada a su destino, le preguntó con frialdad: «¿Cuál es tu plan, Leonel? Obligarme no está bien, ¿verdad?».

Leonel, imperturbable, continuó su ascenso.

Sus rasgos resplandecían bajo la opulenta lámpara de araña.

Al encontrar su mirada, sonrió con una pizca de sarcasmo en el tono.

«¿Qué tiene de malo? Sólo soy un marido para mi mujer».

Hizo una pausa y añadió: «Sra. Douglas, es natural en las parejas casadas, ¿no cree? Satisface los deseos de ambos. ¿O no lo ve así?».

Alexis ardió de rabia ante sus palabras.

Se dio cuenta de que estaba marcando su territorio, recordándole el vínculo que compartían, subrayando que era su marido.

¿Satisfacer los deseos de ambos? ¡Qué tontería!

«¡No me importa satisfacer las necesidades del otro!» espetó Alexis, con un tono cargado de desdén.

Leonel se inclinó hacia ella y le plantó un suave beso en los labios antes de murmurar: «Ya entrarás en razón, nena. Tus antojos te alcanzarán pronto».

Con una rápida patada, abrió de golpe la puerta del dormitorio principal, y el aire se llenó de expectación.

Arrojada sobre la amplia cama, Alexis sintió un torbellino de sensaciones.

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