La promesa del padre de mis trillizos -
Capítulo 52
Capítulo 52:
POV Eva Dreyfus
“Niccolo, escogí esta pieza porque el que la compuso hizo que la canción no fuera especial nada, pero a la vez en todo, porque cada nota que escuchas te puedo decir que mínimo escuchas más de cuatro acordes, por eso es especial, porque la pieza es muy enriquecida a nivel de composición”.
Le digo muy feliz, yo me imaginaba bailar esta pieza casi entera en mi boda y bueno, ahora lo estoy cumpliendo, estoy segura de que Niccolo estaba destinado para mí y yo destinada a él, después de tantas dudas encontré mi certeza en él.
“Amore mio, yo no sabia eso, ahora veo porque insististe mucho”, nos miramos con deseo, y solo le doy un piquito en los labios.
“¡Ay! No antojes, solo concentrate en mí”.
Me concentro en el.
“Bien, bien, lo estás haciendo increíble”, sentencia todo picarón, y le veo en sus ojos que quiere irse rápido de aquí, pero, tenemos que esperar un poco más.
“Cada vez me gustas más, ¿Qué es lo que debo de hacer?”, inquiero para seguirle ese juego calenturiento que tiene.
Seguimos bailando al compás de la música, me acerco más a él, pego mi cabeza a su pecho, quiero escuchar su corazón.
“Eva, ¿Estás cómoda allí en mi pecho? Dime si te gusta, sabes que podemos desaparecer en cualquier momento, tú solo gira la orden que yo la ejecuto”, me propone y yo me despego de su pecho.
Justo viene la madrastra de Niccolo para bailar con él y yo le dejo, a mi me sostiene las manos alguien, pero, no me doy cuenta por qué estaba viendo a Niccolo, al voltear es el abuelo, asi que bailo pasito a pasito con él.
Luego veo como mi tía aprovecha para bailar con él y a mi dejan las manos vacías por lo que, me doy cuenta de que es Antonio quién viene a bailar conmigo y sonrío porque es súper divertido.
Pasado unos minutos veo como todo el mundo está bailando con todo el mundo y a mi se me pierde de vista a Niccolo, vuelvo a mirar a Antonio que ya me estaba mirando fijamente y ambos nos reímos de la situación.
“Déjame llevármela”.
Niccolo hace acto de presencia y entre risas Antonio suelta mis manos y Niccolo las toma, le miro el rostro que está lleno de celos y es primera vez que lo veo tan celoso.
“Sí, estaba cómoda en tu pecho, además tengo un gran problema y es que cada vez que veo una nueva faceta tuya me encanta, me gusta, cada vez me gustas más, ¿Qué hacemos al respecto?”, vuelvo a retomar la conversación en donde la habíamos dejado.
“Entonces, ¿No estaría bien, si te gusto más y más?”, me responde con una pregunta juguetona y yo le miro desafiante, arqueo una ceja y la bajo rápidamente.
“No sé cómo responderte a eso, creo que estaría mal que no me gustases más y más, no puedo decir nada más”, me callo antes de que vaya a decir algo inapropiado en el lugar en donde estamos.
“Eva, dime lo que me ibas a decir, no te guardes nada o si, no te haré que me lo digas”, me expresa y le miro desafiándolo.
“No, ahora no puedo decirte que te deseo”, le digo la verdad, él se muerde los labios y se acerca a mi oído, nada más con que haga eso me da cosquillas.
“Solo hazlo, porque si no será peor”.
Me tiene en un estira y encoge, no entiendo muy bien por donde va el asunto, asi que le pregunto y tiro contundente a ver cómo reacciona.
“¿También me deseas?”, inquiero mirándolo desafiante.
“Dímelo ahora, ¡Dime que me deseas!”, le insisto y veo que él está en severos aprietos, solo veo que nos movemos de un lado a otro, hasta que él logra sacarnos de toda la multitud de personas y nos vamos fuera del restaurante que está en el ultimo piso.
Abajo está un hotel, donde por supuesto, todos nosotros hemos reservado una habitación, por desgracia la nuestra no queda nada lejos de donde estábamos, asi que solo bajamos un piso y Niccolo me guía hasta nuestra habitación, solo huelo su perfume que me embriaga.
Ambos entramos y cierra la puerta y estamos totalmente a oscuras, hasta que enciende la luz y ya está sin ropa, lo que logra asustarme, me levanto y lo único que pude hacer es ver su miembro duro.
Se acerca a mi y sus manos se consiguen detrás de mi espalda para quitarme rápidamente el vestido de arriba a abajo, sus labios se acercan a los míos, nos besamos y con un desespero pasa su lengua por mis labios.
Nuestras lenguas se consiguen y juguetean, asi como sus manos me quitan rápidamente el vestido, yo también le acaricio, sin más en un abrir y cerrar de ojos, también estoy sin ropa.
El lame y besa desde mis pechos hasta mi vientre y ya se para donde se va, lo que me ha gustado bastante, creo que incluso más que cuando está dentro, pero algunas veces siento esa necesidad de unirnos.
…
Me levanto con muchos dolores y es que desde que nos casamos ya han pasado dos meses y estoy en mi noveno mes, verdaderamente no me gusta contarlo por semanas porque cuando me preguntan me confundo.
Luego de casarnos compramos una casa grande de dos pisos, por ahora no ocuparemos mucho el segundo piso, entonces, camino hacia la sala y gracias a Dios Niccolo está en este lugar, porque creo que tengo contracciones.
“Amor, desde que amanecí estoy demasiado mal, he vomitado dos veces y vivo en el baño, fue ahora que viene avisarte de mi estado”, me rio porque mientras le explico le hago muecas con mi cara para no preocuparlo mucho porque todo lo que dije suena terrible, sin embargo, está muy serio.
“Amore mío, tu cita para hacerte cesaría era el martes, de todos modos, estamos a buen tiempo, vamos al auto, al final, vamos a ir con el mejor médico que has tenido, ese Miles”, se doblega indignado por tan solo decir el nombre de Miles.
Es que es cierto, desde que dejé a Miles estaba con un doctor, pero, ese era demasiado brusco, el otro tenía algo en contra de las mujeres y por eso, no he ido más.
“Si, vayamos a su hospital, recuerda que no me he hecho ningún chequeo y solo he tomado lo que me mandó el último doctor, no obstante, lo dejé hace una semana”, le remarco con voz temblorosa porque tengo ganas de llorar por el dolor.
Niccolo, sin charlar más, enciende el auto y conduce a la mayor velocidad posible, me coloco mi cinturón de seguridad, le doy mi mirada a Niccolo a ver si tiene su cinturón de seguridad pues, y si lo tiene por lo que me quedo tranquila.
Media hora después llegamos al hospital donde trabaja Miles, camino lento, aunque Niccolo, al verme doblada del dolor, les dice a unas enfermeras algo y pues, me consiguen una silla de ruedas.
“Chica, el ginecólogo Miles Sano, ¿Está disponible?”, le pregunto y al decir el nombre de Miles ellas sonríen y se ven entre si.
“Si, chica, él está disponible, ¿Eras paciente constante de él no?, es que te habíamos visto mucho por este hospital”, sonrío por tal comentario porque realmente me incomoda, y yo asiento con la cabeza porque claro, aparte de todo lo que paso, venia mucho al hospital aparte de mis consultas.
´Al que le puede molestar ese comentario, sobre pensarlo y malinterpretarlo es Niccolo, aunque le vi a sus ojos y creo que solo está enfocado en que va a ser papá, bueno, espero que no haya escuchado lo que dijo la tonta esa´.
Llegamos al consultorio de Miles quien estaba arreglado unos instrumentos y apenas me ve se queda perplejo por mi presencia, sonrío y le saludó con la mano.
“Hola Miles, tengo contracciones por favor ayúdame que me duele, que me cago en la m!erda”, se lo digo seriamente y termino con una sonrisa cómica para acompañar, él se ríe y me invita a sentarme para hacerme un ecosonograma abdominal.
“Bien, como siempre te pido permiso para subirte la camisa, sentirás el gel frío de siempre y estén atentos a los bebés, ¡Ves!, en ese lugar hay uno, miremos por este lado… ¡Aquí hay otro!, ¿Pero, donde está el último?”, pregunta mientras que busca al otro bebé.
“Ya va, no lo consigo, déjame ver por este lado, ¡Ya lo encontré!, está sano, bien, voy a limpiarte con esta servilleta gigante”.
Me encanta como se expresa, Miles me hace sentir como una pequeña y eso relaja mis nervios, miro la cara de Niccolo, busco algún indicio de que esté molesto.
Pero, veo que como se ha quedado frio.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar