La promesa del padre de mis trillizos -
Capítulo 39
Capítulo 39:
POV Eva Dreyfus
“En las oficinas de investigación que quedan al sur”, me responde todo desganado y como si estuviera herido, lo que me sigue alarmando.
“Bien, gracias”.
Con eso le cuelgo y voy para ese lugar. Lo único bueno de todo el día es que no me queda lejos. Veo por el retrovisor a Paola que otra vez está desmayada.
Llego al sitio y veo un gran manchón de sangre en la puerta de vidrio, lo que me deja paralizada del miedo. Las lágrimas se hacen otra vez presentes y siento que me voy a desmayar. Voy perdiendo el equilibrio y mis ojos se van hacia atrás. Siento que comienzo a caer, pero me atrapan…
…
[En la tarde de ayer, en las oficinas del investigador privado Diego Sánchez, ocurrió una tragedia, un francotirador atacó a una persona identificada como Niccolo Di Pascuale. Luego de ese evento unos hombres se llevaron el cuerpo..]
Oigo de lejos y apenas escucho el nombre de Niccolo me despierto.
Me doy cuenta, de que estoy acostada en una cama de hospital, mio hacia mi alrededor y estoy compartiendo habitación con Paola, me levanto y llevo mis manos hacia mi mejilla, las cuales están húmedas por mis lágrimas
“Creo que estaba llorando en mis sueños”, susurro para mi, justo se da la vuelta Paola y me ve sin muchos ánimos, yo me vuelvo a acostar, recordando lo que ha pasado, lo ultimo es que me he desmayado.
“Eva, tu hijo está bien, pero debes de guardar reposo. Todo el estrés que has vivido, toda la tristeza que has agarrado, toda la ira… Le afecta a tu bebé, por favor, serénate”, me aconseja Paola de lo más tranquila, es como si me hubiera encendido de la rabia, me levanto y le miro indignada.
“¿¡Cómo que me tranquilice!?, ¿¿¡Dime!?, ¿¡Cómo me vas a pedir eso!?, Acaso no te acuerdas de que te dije que Niccolo estaba en peligro, tenía un francotirador apuntándole a la cabeza, ¡Y Daniel dijo que lo mato!”, le grito eufórica, fuera de mis cabales.
Mi respiración va mucho más rápida, casi sin dejarme respirar, de cierto modo estoy esperando que ella me diga que todo fue un delire mío, pero, ella no hace ningún gesto al respeto y solo me echo en la cama para poder arroparme hasta mi cabeza y hacerme bolita.
“¿Cómo sabes eso?”, pregunta Paola mirándome con indignación mientras me deslizo hacia ella, sintiendo mi soledad envolverme más con cada palabra.
“¿Es lo único que me vas a preguntar?”, respondo destapándome y girándome para enfrentarla aún más indignada.
“Los detectives me dijeron que se reunían en la bodega de máquinas dañadas de la empresa de mi padre. Así que fui para allá y escuché todo lo que dijo Daniel”, vocifero mientras más lágrimas se derraman de mis ojos y me abrazo a mí misma, buscando consuelo en mi propia compañía.
“¿Qué planeaban? ¿Qué decían?”, me interroga Paola de nuevo, con una mirada que parece desconfiar de mí.
Me cubro los hombros, sintiendo el frío de la habitación.
“Planeaban no matarlo y secuestrarlo para pedir mucho dinero, porque tiene una familia rica. Pero al llamar al francotirador llamado Alexander…”, explico poco a poco, con la voz temblorosa por la conmoción.
“Dijo que ya lo había matado. De allí me fui porque quería ir a la empresa Dreyfus y tenía el auto estacionado enfrente de la bodega. Se iban a dar cuenta de que los escuchaba”, hago una pausa para sollozar al recordar el nombre de Niccolo, la última vez que lo vi.
“Así que salí y me fui”, continúo llorando y oigo la puerta abrirse.
Salgo de mi escondite y veo que son unos agentes que le quitan un micrófono a Paola. Abro mucho los ojos, sorprendida y decepcionada.
“Muchas gracias por cooperar con nosotros y a usted también por haber confesado. Nos será de mucha ayuda para la investigación”, nos expresa uno de los agentes que no está involucrado en la investigación con los detectives que ya conozco.
Me levanto y miro a Paola, cuyos ojos están fijos en los agentes. Llamo su atención moviendo los brazos y finalmente vuelve a mirarme.
“Esos no son los detectives del caso de mi padre, Paola. ¿Qué has hecho?”, le pregunto nerviosa, sintiendo el miedo invadir mi cuerpo.
Ella me mira y comienza a llorar.
“Al los ayudé porque estaba molesta contigo. Pensaba que por tu culpa había fallecido Niccolo, entonces, quise vengarme de ti. Me desmayé cuando me lo dijiste”, sigue llorando.
La miro sintiéndome traicionada, pero entiendo por qué lo hizo.
“No puedo correr. ¿Puedes tú por esa grabación?”, le pregunto amablemente para cambiar de tema y ella asiente con la cabeza antes de quitarse la sábana de encima y correr hacia la puerta, desapareciendo detrás de esta.
Suspiro y me quito la sábana, poniendo ambos pies en el frío suelo mientras camino hacia el sofá. Me siento en él y miro por la ventana.
“Niccolo…”, susurro mientras miro hacia el fondo, dándome cuenta de que estoy en un piso muy alto.
Observo a la gente pasar, saliendo del hospital, parejas, bebés…
Suspiro nuevamente mientras las lágrimas vuelven a correr.
De repente, noto a un hombre mirándome. Enfoco mi mirada en él, y me resulta muy familiar. Me levanto un poco más para intentar reconocerlo.
“¡Eva!”, grita Paola desde atrás, tomándome del talón y llevándome hacia atrás, haciendo que vuelva a sentarme en el sofá.
Nuestras miradas se encuentran y veo la preocupación evidente en la suya.
“¿Qué intentabas hacer?”, me pregunta conmocionada, cruzando los brazos.
Me siento culpable por haberla preocupado.
“Pues, nada hasta que me encontré con un hombre que me miraba fijamente por la ventana, si quieres asomate y lo verás”, le digo la verdad, aseverando lo del hombre, ella me chasquea los dientes y se sube al sofá para ver a través por la ventana.
“Oye, si hay un hombre”, me da la razón y eso me calma, ya que confirma que no estoy alucinando.
Me levanto y voy hacia mi cama, para acostarme y arroparme, no me importa comer, por ahora quiero descansar.
“Eva, me avisó Rogelio que mañana tenemos que ir hacia la casa de la familia de Niccolo, asi que está bien que descanses. Nuestra familia es muy intensa, por ende, guarda fuerzas”, me aconseja Paola también yéndose a su cama y yo me cubro hasta la cabeza, para poder llorar otra vez la partida de Niccolo.
´¿Por qué Daniel? Si al final nunca me amaste, ¿Por qué querías tenerme y tener lo que tenia mi familia´.
…
Un día despúes
Agradezco mucho el hecho de que Niccolo, antes de fallecer, me haya dejado en un apartamento y no en el hotel en donde me hospedaba antes.
Ahora mismo, voy en camino a la casa de la familia y los padres de Niccolo, según entiendo gracias a Paola, el padre es biológico, pero la madre no, su madre no murió hace mucho. En parte, empatizo mucho con Niccolo, porque yo tampoco tengo madre.
Suspiro otra vez y sigo llorando, toda esta mañana me la he pasado llorando, estoy sin fuerzas ni ánimos para qué sirve ir para ese lugar, junto a mis manos en mi regazo y veo por la ventana como atravesamos toda la ciudad, cierro los ojos para imaginarme a Niccolo bien.
Que esté muy bien en donde quiera que esté, trago saliva, abro los ojos, me percato de que estamos llegando a la mansión, no me quiero bajar del auto, está lloviendo y hace mucho frío también.
“Ya es hora, nos están esperando, ¡Ah!, En la guantera hay un paraguas, no veo quién nos reciba, asi que, ¡Debemos hacerlo nosotras mismas!”, me anima Paola, ella sale del auto, yo abro la puerta para luego abrir el paraguas y salgo cerrando la puerta.
Miro la imponente fachada de la mansión, me medio cruzo de brazos, y rodeo el auto, voy caminando hacia la puerta donde dejo el paraguas apoyado como lo hace Paola.
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