Capítulo 37:

POV Eva Dreyfus

´Debería visitarlo para al menos decirle algunas palabras´.

Pienso con cierta nostalgia. Escucho como Paola se mueve por el apartamento, eso me regresa la concentración de lo que estaba haciendo y termino de acomodar mi habitación que la había dejado de última para poder irme a sentar en el sofá.

El doctor me dijo que descansara mucho porque antes me había sobreesforzado demasiado y utilizó bastantes adjetivos para enfatizar que me he movido mucho, por lo que también debo de mantener la mente serena.

Camino hacia la sala de estar. ´También llevo mi cuenta, llevo cinco meses de embarazo y de verdad con muchas ansias espero cumplir los seis meses de embarazo para estar más libre del riesgo de abortar´.

Sin embargo, si mis bebés cumplen sus nueve meses estaría muy encantada, por lo que dice mi doctor y lo que decía Miles, están creciendo y desarrollándose muy bien, están muy sanos.

Cuando eso se me viene a la cabeza me dan muchas ganas de llorar de la alegría. Por supuesto le pedí al otro doctor confidencialidad sobre mis bebés.

Llego al sofá y me siento verdaderamente cansada y adolorida, miro a Paola que está viendo la televisión.

“Oye, ¿Me llevas al hospital?”, le pregunto de improviso y ella se me queda mirando casi tiesa.

Subo y bajo el hombro de alguna manera, preguntándole qué le pasa.

“¿Cómo? ¡Y lo dices tan normal, como si fueras para el Mall! ¿Te sucede algo? ¿Algún dolor, algún fluido?», me comienza a interrogar toda asustada y yo sonrío apacible para calmar su ansiedad.

«No es nada de eso, gracias a Dios. Solo que quiero conversar con Miles porque me parece muy descortés dejarlo así como así y por favor acompáñame para que no se malinterpreten las cosas. Luego, si deseas, nos comemos algo por allí”, le aclaro lo que planeé y ella suelta un suspiro de alivio.

Luego pone su mano en mi hombro y me empuja levemente, pone una mueca exagerada, lo que me hace reír.

“¡Babosa, me asustaste! Bueno, yo también quiero salir así que vamos, ¿Estás lista? Yo puedo ir así, no me importa”, yo asiento y ella se levanta para darme las dos manos, se las tomo y me levanto, ambas caminamos a mi ritmo.

Nos aseguramos de que la puerta del apartamento esté bien cerrada, bajamos las escaleras y se apresura a preparar el auto, rodeo el auto y abro la puerta del copiloto para sentarme y cerrarla.

Asi nos ponemos en marcha, por algún motivo, no me siento totalmente cómoda como debería estarlo, ya que no necesito permiso para hacer tal cosa, aunque de todos modos, voy a llamar a Niccolo, siento que debería llamarlo.

Busco en mi vestido el bolsillo que lleva, tomo mi teléfono y le marco, asi lo llevo a la oreja para escuchar los tonos, que pasan y pasan, pues, aún no me contesta cuando normalmente me contesta rápido.

“Niccolo, no me contesta”, suspiro.

“Creo que solo debo de calmarme”, llevo mi mano hacia mi nuca y miro un tanto intranquila a Paola, otra vez intento llamarle para ser otra vez ignorada.

“Paola, ¿Podemos detenernos en un lugar antes de llegar al hospital?”, inquiero ya entrándome los nervios, hago respiraciones pausadas pala relajarme.

“¡Tranquila!, él debe estar en una reunión importante”, me tranquiliza Paola con una sonrisa mientras abre su puerta para bajarse.

“¡Oye!, ¿A dónde vas?”, interrogo, también abriendo la puerta del auto.

“Eh, nos he desviado hacia una heladería, ¿De qué sabor quieres?, quédate aquí no tardaré mucho”.

Paola me para veo, asi que creo que quiere ir sola, por lo que vuelto al auto y cierro la puerta.

“Uno de fresa y vainilla con nueces”, le pido sin tantas ganas y me responde con un ´ok´.

Espero que se vaya, para poder volver a llamar a Niccolo. Escucho los tonos y esta vez escucho como Niccolo me atiendo, con emoción acumulada en el pecho, me siento derecha y oigo como respira agitado a través de la línea.

“Eva, no sé si podré salir de esto, estoy siendo cazado por un francotirador, te amo, amo a mi hijo y…”

Simplemente, se cuelga la llamada, siento como las lágrimas recorren mis mejillas. Me quedo un momento quieta, pensando que estoy viviendo lo mismo que mi padre.

El amor de su vida muere antes de que puedan oficializar su amor y tarde me he dado cuenta de que de verdad amo a Niccolo, me ha costado reconocerlo.

Abro la puerta del auto, salgo y luego la cierro para caminar hacia la heladería.

Se lo voy a decir a Paola, supongo en muchas cosas, que no sé qué haría si Niccolo muriese.

´¿Sería mi culpa?, ¿Su familia se encargaría de hacerme añicos o me quitarían nuestros hijos?, no tengo idea ya que todo comenzó porque me acosté con él´.

Entro a la heladería, y veo que Paola está ordenando, asi que me siento en la mesa que está cerca de la puerta para que cuando se voltee se dé cuenta de que estoy aquí.

Vuelvo a marcarle a Niccolo, con esperanzas de que me conteste pero no me responde, ni siquiera me replica, no sé si sigue vivo.

´¡Niccolo, quiero escuchar tu voz!, ¡Necesito saber que sigues vivo!´.

Veo que Paola se acerca a mi y frunce el ceño mientras que me trae mi helado, yo se lo recibo como si fuera una cosa sin importancia, ella se siente en frente de mí, busca con su mirada una respuesta pero solo le ofrezco una mirada vacía.

“Paola, al fin pude contactarme con Niccolo y lo primero que me dijo es que estaba en peligro, se escuchaba tan… Agitado”.

Hago una pausa porque se me han salido las lágrimas.

“Me dijo que no sabía si iba a salir con vida de esa situación”, le explico entre sollozos y lágrimas lo que me dijo Niccolo.

Ella nada más se me queda mirando sin saber muy bien cómo reaccionar, sigue comiendo su helado, totalmente tiesa. Le toco el hombro para ver si hace otra cosa que quedarse tiesa.

“Oh Dios mío”, exclamo cuando veo que a Paola le sale sangre por la nariz.

Sus ojos se van hacia atrás y se va hacia adelante, aplastando su helado con su cara. Las personas se dan cuenta de que se ha desmayado y corren hacia mi mesa para ver qué es lo que le pasó a Paola, luego me ven a mí, que estoy llorando, y se me quedan viendo.

“Ella estará bien, solo se desmayó. ¿Qué ocurre?”, inquiere una chica de unos veintinueve años, supongo que es doctora o estudia para serlo.

“Solo le di una noticia. Creo que llamaré a alguien”, le intento responder, pero solo logro confundirla más ya que no puedo actuar normal, ni siquiera puedo mirar a los ojos a las personas que se acercaron a ver qué pasaba.

Para evadir la atención, saco mi teléfono y le marco a uno de los guardaespaldas de confianza de Niccolo.

“Por favor, Rogelio, contéstame”.

“¿Aló, Rogelio? ¿Cómo estás? Puedes venir a la heladería Delacrem porque Paola se ha desmayado”, le explico y escucho cómo me responde con un ´ajá´.

Suspiro porque aún hay personas viendo esta escena.

“Me puedes decir por qué se ha desmayado. Ya voy para allá. Las estaba vigilando, pero se me habían perdido”, aclama relajado. Sonrío de lado, pero tengo que contarle.

“Niccolo está en peligro”, le suelto sin previo aviso y escucho cómo derrapa su auto.

Cierro los ojos con fuerza, rezando por dentro para que esté bien.

“¿En serio? Voy a llamarle, voy a ver si puedo rastrear su teléfono para obtener su ubicación. Eva, quédate con Paola por el momento. Me tengo que encargar de la seguridad de Niccolo”, declara con voz seria antes de colgarme.

Lanzo un suspiro profundo.

Tiro el celular en la mesa y observo a Paola, que ha empeorado todo. Respiro para tranquilizarme, decido comerme mi helado; al fin y al cabo, no quiero desperdiciarlo.

Justo veo cómo un hombre entra. Tiene mascarilla, pero gracias a su cabello rubio lo puedo distinguir

“¡Miles!”, le grito y él se voltea.

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