La promesa del padre de mis trillizos -
Capítulo 33
Capítulo 33:
POV Niccolo Di Pascuale
“¿Qué es lo que no te gusta?”, me dice con una mirada inquisitiva.
Yo no dejo de mirarla a los ojos y opto por sentarme bien en el suelo antes de decir algo.
“Pues, sinceramente, lo de Miles y tú. No me gusta y no quiero que sigan viéndose. No quiero que se creen más rumores entre ustedes dos. Además, volver a su consultorio sería demasiado inaudito”, reclamo molesto, sin medir mis palabras.
Frunzo el ceño y la miro inmutable.
“¿Ah sí? Pues te diré una cosa, Niccolo Di Pascuale, a mí tampoco me gusta algo. Vi que te llamaba una tal Aria, usando la palabra ´amore´ para referirse a tí», me reprocha con muchas ínfulas.
Por dentro me estoy riendo porque ella no significa nada para mí, pero voy a aprovechar para pelear con Eva.
“¿Ah, viste mi teléfono?”, asiento la cabeza supuestamente sorprendido y ella también orgullosa.
“Pues te diré que esa es mi ex, la mujer que estaba molestando en la cena. Además, te diré de una vez que ella no significa nada para mí”, le informo para dejar claro que no hay nada entre esa mujer y yo.
“¿Es así? Pues enséñame, quiero ver”, me reta y suelto una carcajada competitiva.
Desbloqueo mi teléfono y le enseño nuestro chat, aunque se me viene una idea a la cabeza.
“Ves, ella es la que me escribe y siempre le corto la conversación. Ahora es mi turno, ¿cómo tú me demuestras que Miles y tú no estaban en el baño haciendo algo más que hablar?”, le pregunto con una actitud retadora.
Quiero ver si ella hace algo. Quizás se muestre leal para que le financie sus estudios, o la otra posibilidad es que de verdad ha empezado a sentir cosas por mí.
“Pues, no tengo ninguna prueba”, la observo un poco decepcionado por su respuesta.
Miro hacia abajo y presiono mis labios.
“Pero tampoco tengo dudas”, rectifica con una sonrisa pícara y se abalanza contra mí.
Tengo su rostro muy cerca y es lo que de algún modo estaba esperando. Aprovecho la ocasión para terminar de acercarme y beso sus labios.
Para mi fortuna, ella me sigue el juego, lo que me sorprende mucho. Paso mis manos por su espalda y luego voy subiendo hacia su espalda alta, hombros, cuello y por último dejo mis manos cerca de su mandíbula. Nuestros labios se acarician y realmente siento que necesitábamos ese beso. Aunque las dudas acechan en mí, dejo que se desvanezcan porque yo sí la amo mucho y quiero que algún día sea mi esposa de verdad. No quiero dejarla ir.
POV Eva Dreyfus
No tengo idea de lo que me ha pasado. No sé cómo terminé besándome con Niccolo, sin embargo, yo quería esto. Quería volverlo a besar y esta vez recordarlo, estar lúcida porque lo que sea que esté sintiendo por Niccolo se hace presente.
´Creo que esas ganas de besarlo, tenerlo aquí cerc y esa parte celosa de él… ha sido toda una increíble experiencia. Supongo que me ha comenzado a gustar un poco, nada más´.
Sigo acariciando sus labios con los míos. Sinceramente, me gusta mucho cómo besa. Es como si no solo estuviera besando, sino que me estuviera amando a través de este beso. Es una experiencia que no había tenido antes.
Siento como sus manos me están quitando poco a poco la camisa que llevo y yo realmente no tengo ningún problema en eso. Dejo que lo haga con naturalidad. Yo, como si fuera un instinto, paso mis manos por su pecho para llegar de igual manera a los botones de su camisa.
Él separa sus labios de los míos para besarme por el cuello, una acción que me da muchas cosquillas. La verdad es que me gusta mucho. Suspiro porque sé que esto lo había sentido antes, pero no lo recordaba. Es como revivir ese momento, pero esta vez estando lúcida.
Se escucha cómo abren la puerta de entrada y me separo bruscamente de Niccolo. Él me mira atónito y se sienta para luego levantarse. Yo me arreglo la camisa toda desesperada. Él me da la mano para que pueda levantarme y yo la acepto, haciendo como si no hubiese sucedido nada.
“¡Chicos!, escuchen lo que me pasó en el mercado”, exclama Paola toda nerviosa, por lo que cubro mi cara, aún avergonzada.
Caminamos disimuladamente hacia donde está ella para saber qué es lo que la tiene tan aturdida. Yo le tomo las bolsas que lleva consigo, pero Niccolo me las pide, así que se las doy.
“Verán, yo estaba haciendo las compras caminando por los pasillos normalmente. Entonces, al tomar una botella, esta me reflejaba que alguien estaba detrás de mí. Así que volví mi mirada y sí, estaba un hombre de aspecto sospechoso», observo en sus manos que está temblando.
Intento mirarla a los ojos para ayudarla a que se calme, pero no puedo. No puedo mirarle a los ojos, así que la abrazo unos segundos para luego soltarla.
´Es que sus ojos marrones me recuerdan los ojos de Niccolo. ¡No puedo!´.
“¿Y entonces, Paola?, ¿Te hizo algo o solo siguió persiguiéndote?”, le pregunto intranquila por la razón de que no quiera seguir contando ese suceso.
Intento no demostrar el mal sabor de boca e intento mirar a otra parte.
´Sabiendo lo penosa que soy, no sé cómo es que estuve con Niccolo entonces, el alcohol te hace hacer cosas que estando en tus sentidos no harías´.
“Yo me asusté y me sobré exalté, sin embargo, seguí caminando para poder andar sola, pero no en todos los pasillos. Él me perseguía hasta que llegué a la zona de las verduras y se acercó a mí para decirme: ‘Deja de trabajar para a Niccolo. Sé dónde vives, y si no me crees ve en tus cámaras de vigilancia´…”, explica nerviosa.
Sin embargo, algo noto en su tono. Es su miedo, el mismo miedo que tenía Miles cuando me dijo que lo querían matar si me seguía revisando en su consultorio. Volteo y allí ya estaba Niccolo, escuchando todo en silencio con los brazos cruzados, y nuestras miradas se encuentran. De inmediato siento que voy a dar un suspiro, pero dejo las manos de Paola para poder darle la cara a Niccolo.
“Niccolo, algo me dice que esa persona está relacionada con la persona que amenazó a Miles. Además, ¿para qué estos acosadores quieren que las personas que trabajan para nosotros? Eso es lo que no entiendo. Me da tanta impotencia”, refunfuño mientras observo a Niccolo.
Él me lanza una mirada que a simple vista no puedo describir. Es como si intentara transmitirme que está atado de manos. Yo le miro de la misma manera porque en mi posición no puedo hacer nada tampoco.
“Bueno, yo soy el que tiene que ir poniendo el freno a todo esto, por lo que estoy pensando ahora mismo será reforzar la seguridad. Ahora Paola llevará un guardaespaldas y supervisaré que cada trabajador esté seguro”, anuncia Niccolo.
“Pero es que ahora suena a un plan tan insostenible que lo mejor sea seguir reportando esto a la policía. No obstante, la investigación va tan lenta que tendré que ir para allá ahora mismo”, antes de que se ponga en marcha, me pongo en frente de él para detenerlo.
“Por favor, aún no hemos almorzado y quizás te puedas desmayar si pasas desde las siete que desayunaste hasta las cinco de la tarde sin comer. Sabes que estar allá y que te atiendan tardan. Por favor, hagamos la comida y almorcemos”, le pido observándolo a los ojos.
En verdad no quiero que se desmaye por esos lugares que son peligrosos. Él se echa a reír en mi cara y me siento humillada. Mi rostro de preocupación se cambia a uno de enojo y me cruzo de brazos.
“Vale, vale, Eva, almorcemos solo porque me lo pides tú. Además, para que cuando me vaya estés tranquila», me toma el mentón y, sin esperármelo, me da un beso en los labios para luego mirarme con aires de superioridad e irse a la cocina.
Me río nerviosa, pero cierro la boca para que él no lo escuche y pongo el dorso de mi mano para tapar mi boca. Siento como mis oídos están en llamas. Miro a Paola, que tiene una mirada picarona y me sonríe con malicia. Yo solo miro hacia abajo apenada.
´En verdad, no tengo idea de cómo estuve con Niccolo. Qué vergüenza. Si estas cosas me dan vergüenza, es que aún tengo el pudor de una señorita, ahora siendo toda una mujer que va a ser madre´, pienso.
Paola da unos pasos hacia mí y pone su mano en mi hombro para acercarse a mi oído.
“Cómo verás, yo me quedaré en la sala sentada viendo videos a volumen trescientos veinticuatro, mientras que Niccolo y tú me hacen el almuerzo, ya sabes”, antes de irse me anima con unas dos palmadas en el hombro y siento que me sonrojo.
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