La promesa del padre de mis trillizos -
Capítulo 32
Capítulo 32:
POV Eva Dreyfus
´No quiero acabar como la historia de amor de mis padres pero aún no quiero casarme con Niccolo, quiero vivir más cosas con él, supongo´.
“Papá, ¿estás de acuerdo en que al final me case con Niccolo?”, inquiero preocupada, porque sé que está enojado, no obstante quiero saber sin importar que haya dicho que Niccolo sea un buen muchacho.
“Eso me lo tiene que preguntar él, no tú, mi vida. Te amo mucho, creo que se nos agotó el tiempo. Te amo, te amo, te amo. Sé que se hará justicia y saldré de aquí pronto, asi podré abrazarte a ti y a tu bebé”, se despide de mí y se levanta de la silla para poder agitar la mano de un lado a otro.
Me vuelvo un manojo de nervios y lágrimas, porque me da nervios los guardias que vienen a mí, pero a la vez, aunque haya sido muy severa con mi padre, no quiero irme, lo extraño mucho.
“¡Papá, yo también te amo mucho!”, le grito y cuando acabo los guardias me indican el camino.
Mirando cada tres segundos hacia atrás, veo cómo se lo llevan y siento una opresión en el pecho y me siento muy triste al dejarlo así.
Camino por donde me indican los guardias y justo al cruzar, ya me esperaba Niccolo. Él corre hacia mí y me abraza. Sin poder reprocharle nada, me dejo abrazar, ya que también necesito un abrazo.
“Yo también necesito hablar con el señor Dreyfus, no tardaré mucho”, les indica a los guardias.
Subo la mirada y él me besa la frente como si nada y se va, dejándome sola allí con los guardias. Camina sin mirar atrás, lo que me hace enojarme aún más.
´¿Qué es lo que necesita conversar con mi padre?, acaso es algo de la empresa, ¡Ugh!, no puedo con Niccolo, no sé por qué siempre termino decepcionada de él´.
Siento como si se hubiera ido una eternidad, me cruzo de brazos y camino hacia el pasillo porque no me siento cómoda estando rodeada de dos guardias que me observan muy extraño.
Me cruzo de brazos y sigo mirando con recelo a los guardias hasta que escucho unos pasos y es Niccolo que viene con una extraña sonrisa, por lo que, frunzo mi ceño y camino hacia donde está él.
“Ven, ya nos podemos ir”, afirma muy calmado.
Me quedo atónita de su repentino comportamiento, miro como toma mis cosas y se lleva también mis llaves, yo solo camino detrás de él.
´¿Qué le pudo haber dicho a mi padre? Supongo que como es el contralor de la empresa le habrá preguntado cosas referentes a la misma, Niccolo haría lo mejor para la empresa, lo sé porque él me lo ha demostrado antes´. Niccolo no deja pasar ni dos segundos que yo esté pensante detrás de él, porque detiene sus pasos y pasa su mano por mí espalda alta, haciendo que yo vaya delante de él.
Pasamos por las puertas de salida de la cárcel, pero, no antes de que nos revisen, luego de ese examen caminamos por el piso no pavimentado lleno de piedras pequeñas, en verdad se me dificulta porque llevo sandalias y me duelen los pies.
El guardia que custodia la puerta la abre, Niccolo deja que pase primero y volteo para ver como se despide del guardia con un apretón de manos.
Niccolo me abre la puerta del auto y entro silenciosa, él también entra y cierra la puerta.
Me rasco la nuca porque aún me siento incómoda, por accidente intercambio mirada con Paola a través del retrovisor, sin decir nada miro hacia la ventana.
“Paola, por favor llévanos al apartamento para arreglar los muebles y reforzar la seguridad”, declara Niccolo para cambiar los aires, sin embargo, estoy muy tensa, además que solo quiero pensar en lo que hablé con mi padre.
…
POV Niccolo Di Pascuale
Abro la puerta del auto y espero a que Eva salga. Ella lo hace y cierro la puerta.
Con las llaves que me entrega Paola, abro el maletero y saco unas partes del sofá que no había podido subir. Cierro el maletero y entramos juntos a las residencias.
Camino hacia el edificio de dos plantas donde compré el apartamento. Las mujeres que están allí esperan a que llegue para abrir la reja y dar paso hacia las escaleras. Soy el último en pasar y subo poco a poco las escaleras, ya que las piezas del sofá que traigo son algo pesadas y no quiero caerme.
Todo esto me hace reflexionar sobre cuando estaba en el hospital y lo que me dijo Eva referente a ese supuesto accidente. Me da celos pensar en ella saliendo del baño con su doctor. Definitivamente, no quiero que se encuentre con él. Sé que, según las noticias, él ayudó con la investigación y noqueó al tipo que me quería hacer daño. Quiero llevar las cosas con calma, pero eso no me gustó.
No sé si es correcto decirle algo al respecto, ya que supuestamente cerramos el tema y no somos nada oficialmente. Aunque por mí la presentaría como mi esposa, más aún teniendo un bebé en común. Aunque me preocupa que se haya esforzado mucho buscándome mientras estaba sedado. Quiero que vaya a otro médico por eso.
Subo los últimos dos escalones y me doy cuenta de que aún tengo las llaves. Sonrío avergonzado por sumirme en mis pensamientos y le doy las llaves a Eva para que abra la puerta. Es la primera vez que ve el apartamento casi terminado. Veo en sus ojos que le gusta mucho. Ellas pasan y sigo mi camino. Termino de subir las piezas restantes y las apoyo en una pared. Tengo mucha hambre, no hemos podido almorzar.
“Pido el almuerzo?”, inquiero para poder hacer conversación.
La que me mira primero es Paola, luego Eva.
“Eh… No sé, últimamente hemos comido mucho en la calle”, reprocha Eva, pareciendo querer llevarme la contraria.
Me acerco unos pasos a Paola.
“Vale, ¿Puedes comprar algunas cosas en el mercado que queda cerca?”, le pido firme para que sepa que de verdad tiene que ir. Ella asiente con la cabeza, toma sus llaves y me pide las del apartamento, a lo que accedo sin problema.
“Vale, yo voy con tu tarjeta, ¿no?”, me pregunta Paola.
Paso mi mano por mi bolsillo, saco mi billetera y le doy mi tarjeta. Ella se da media vuelta y se va. Mis ojos se topan con una mirada extraña de Eva. Escucho que abre y cierra la puerta con seguro, pero no me importa, ya que tengo la oportunidad de conversar a solas con ella.
“Creo que cuando traje la nevera compré dos paquetes de galletas, uno de chocolate y otro de vainilla, déjame ir a buscarlos”, digo evitando enfrentarme a ella, y paso de largo hacia la cocina, donde las encuentro arriba de la nevera.
“¿Cuál quieres tú?”, le pregunto para que escoja su favorita primero.
Ella toma las de vainilla y yo me quedo con las de chocolate, en verdad quería estas, es como si tuviéramos una especie de conexión.
“Bueno, creo que esto nos ayudará a aguantar hasta que llegue Paola… Hmmm, Eva, creo que esta es la mejor ocasión para…”
De pronto, Eva comienza a toser y juzgo que se ha atragantado con una galleta. Entro en pánico, pero de inmediato bloqueo mis emociones para poder actuar.
Rodeo a Eva por detrás, pongo mi puño en la boca de su estómago y pongo mi otra mano sobre esta. Le sigo presionando repetidas veces en la boca de su estómago. Estoy sudando y mis piernas están temblando más que una gelatina. Le presiono con un poco más de fuerza que las otras veces y sale el pedazo de galleta. Ella se queda quieta. Por lo que volteo un poco y pongo mi mano en su mandíbula. Veo por dentro de su boca y compruebo que no tiene nada en la garganta, lo que me da mucho alivio y calma. Ella me mira sin saber qué hacer y yo la miro atento porque creo que me va a decir algo.
“No podía respirar”, asevera aliviada, llevándose la galleta a la boca otra vez.
Por más que quiera, siento un gran alivio y caigo de rodillas al suelo. Respiro hondamente para calmar mis ansias. Eva se pone a mi altura y, sin esperarlo, me abraza. Abro muy bien mis ojos y la rodeo con mis brazos. Suspiro con la certeza de que está bien.
“Gracias por salvarme”, me agradece susurrándome al oído. Cierro los ojos, muy feliz de que esté bien y de haberla salvado.
´Sí, la parca está cerca en cualquier momento, aun cuando tenemos la certeza de que vamos a seguir viviendo. Creo que siempre hay esa posibilidad de que pueda perderla en cualquier momento´, reflexiono para mí mismo. Por eso debo ser firme con lo que sigo sintiendo por ella y plantearle las cosas como son. Ver si ella sigue sintiendo lo mismo por mí o si ha cambiado de opinión.
“Eva, quiero hablar contigo sobre algo que me molesta”, empiezo a parlotear con un tono calmado para que no se sienta aludida.
Ella se separa de mí y me mira con curiosidad.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar