La promesa del padre de mis trillizos -
Capítulo 31
Capítulo 31:
POV Eva Dreyfus
“Busca en los registros del banco o cámaras de seguridad del mismo, porque tu tío sacaba la plata siempre en efectivo, para apostar es mejor llevar el efectivo, no obstante, busca en el banco de Daniel para que veas que tu tío le hizo varias transferencias”, sigue contándome cómo conseguir pruebas, pero, hay algo que no cuadra.
Quizás me estás ocultando algo, es que lo siento, siento que me oculta algo.
“¿Cómo sabes todo esto?, cada paso, cada prueba y cómo buscarlas. No te asustaste mucho por lo que te pregunté, es como si ya lo hubieras pensado todo desde hace mucho tiempo”, mi paciencia llegó a un límite.
Le menciono en voz alta, casi en un grito, él solo suspira y me observa cabizbajo.
“Es que sabía todo lo que pasaba, porque llegaron a una deuda que no podían pagar y yo pensé que lo podía solventar. Pero todo sucedió muy rápido y a los dos les convenía tenerme aquí en esta mugrienta prisión, que agradezco que no sea tan decadente como la de otros países”, le interrumpo antes de que siga balbuceando cosas y que se vaya a otro tema de conversación.
“Sí ¿Pero por qué les convendría tenerte aquí?, ¿Qué es lo que no pudiste solventar?”, al lanzarle estas preguntas sin darle tiempo de pensar, agacha la cabeza y golpea su puño con la mesa, resuena en todo el lugar porque es de metal, y de inmediato me tranquilizo.
“Porque… porque ellos dos, al ver que no podían pagar esa deuda al dueño de las apuestas, tomaron de rehén al mismo dueño. No sé cómo, pero en un ataque de nervios Daniel jaló del gatillo y casi lo lleva al otro mundo. Por la conmoción lo llevaron al hospital, pero como fue un disparo seco al cuello en un lugar muy delicado, terminó falleciendo allí”, dijo con un trago grueso.
Al terminar de escuchar su respuesta veo como caen lágrimas de sus ojos, le creo, pero aún quiero mantenerme firme. Toda esta evidencia se la presentaré a los investigadores, ya que saliendo del hospital los detectives que llevaban el caso de mi padre me contactaron.
Y me pidieron si podía hacerle un interrogatorio a mi padre, pues aquí estoy. Siento los pies fríos y me duele la espalda alta, tan pronto pienso en una sola pregunta.
“¿Quién le disparó?”, se me escapa de los labios, es como si no quisiera escuchar la respuesta porque alejo por unos minutos el teléfono para luego volverlo a colocar al lado de mi oreja.
“Fue… Daniel”, contesta en un mascullo casi inaudible para mí.
Me quedo totalmente fría, no me puedo mover ni puedo emitir algún ruido. Él se atreve a subir su mirada y veo que ha llorado de verdad, lo que me confunde bastante.
“Muy bien, ya veo. También quería que me confirmaras o desmintieras la verdad sobre tu testamento. ¿Es cierto que me sacaste de él solo porque te lo pidió Carolina?”, sigo con las preguntas y esta vez veo que es muy auténtica su reacción.
Abre muy bien sus ojos y traga grueso, solo para acabar quitándome la mirada de encima. Con todo eso, ya me dio la respuesta, ya no es necesario que me responda.
“Sí, lo hice, pero… ¡Créeme cariño, que en cuanto salga de aquí, lo modificaré por ti!”, exclama asegurando falsas cosas.
No le creo, en verdad siento una gran repugnancia ahora mismo hacia mi padre. No puedo asimilar que él sea ese tipo de persona mentirosa, ocultando fechorías de los demás.
“Por supuesto, voy a creerte porque si no lo hago estarás intranquilo. De todos modos, ¿Por qué protegiste a Daniel? Si él era el mal conductor, la mala influencia y el malo de la película que solo arrastró a mi tío Drogo, que está muy bien por cierto. ¿Por qué tapabas todos sus errores? Si muy fácilmente pudiste haberlo entregado”, mi corazón se agita porque recuerdo con recelo a Daniel.
Y se nota en mi resentido tono de voz.
Ya veo que mi padre está muy fastidiado de mis preguntas. Se pasa una mano por su cara y me ve totalmente intranquilo, solo para mantenerme firme y no llorar frente a él, me cruzo de un brazo y suspiro.
“Porque era tu prometido Eva, lo hice por tí. Te veías tan feliz que ni siquiera te decía que él era una total m!erda que no te amaba, porque tenía miedo de que cuando supieras la verdad, me tacharías de culpable. Y solo para meterme aquí, dijo que yo hacia las estafas, las apuestas y muchas otras cosas que no escuché”, me responde ya con un semblante duro.
Yo sé que soy muy borde. Me quedo callada sin poder responder algo en contra o a favor de él mientras pierdo la mirada y pienso en tantas cosas que no pienso nada a la vez.
“Papá ¿Tú en verdad amaste a mamá o solo la querías porque me tuvo?”, le pregunto una última cosa con una voz quebradiza.
Observo mi reloj de muñeca y veo que faltan dos minutos para que me vaya. Él no me responde, lo que me intranquiliza. Subo la mirada y veo cómo caen lágrimas de sus ojos, pero no soy capaz de mirarlo directamente.
“Yo…” es lo único que dice, antes de hacer un silencio.
“Yo no la amaba, solo era mi amante. Con el tiempo olvidaba que tenía una comprometida y mi matrimonio se fue deteriorando. Hubo un punto en que me enamoré de ella y la amaba, sin importar lo orgullosa que era”.
Traga grueso y carraspea para aclararse la garganta.
“Pensé en pedirle matrimonio porque me había desligado de mi comprometida y quería oficializar cuando me dijo que estaba embarazada de ti”, me describe lo que pasó y realmente yo sabía una parte de la historia.
Lo miro sin fuerzas, solo quiero escuchar cómo va a dar conclusión a todo esto. Sé que me va a sorprender, pero me abstengo de querer irme porque siento que esta será una de las últimas veces que lo veré.
“Pues, te dio a luz. Se convirtió por unos meses en mi mujer oficial y estaba en el punto más feliz de mi vida… sin embargo, cuando le pedí matrimonio se rehusó, quería vivir así por un tiempo más y yo solo respeté su decisión”.
Hace una pausa y yo me cruzo de brazos y suspiro porque siento una presión en el pecho.
“Seis meses después, venía de la empresa con el anillo para pedirle matrimonio y no pensaba aceptar un ´no´ como respuesta. Pero la encontré tirada en el piso, sin pulso, por lo que… Nunca nos pudimos casar”.
Bajo la cabeza, sintiéndome mal por el desenlace que tuvieron mis padres. Las lágrimas salen de mis ojos, son inevitables. Llevo los ojos hasta donde está mi padre y veo toda su cara roja, llena de lágrimas.
Presencio su lado más vulnerable y me confirma que sí amó a mi madre, solo que ella fue terca y no dejó que él la hiciera más feliz de lo que se merecía.
“Yo en verdad, ahora donde estoy, sé con certeza que era el amor de mi vida. Solo que fui muy perro en dejarla primero como una amante. Si Dios me diera otra oportunidad, te juro que… ¡Diablos!”, exclama enfadado entre lágrimas.
Presencio todas sus reacciones, sé que haría lo posible por traerla de vuelta, pero no es posible.
“La perdí y todos los días, aunque sea un momento, la recuerdo. Sé que no la traeré de vuelta. Busqué a Carolina para llenar el vacío que dejó tu madre cuando falleció, pero al final solo te tengo a ti”, declara en medio de un silencio incómodo que se produce entre los dos.
´Estos treinta minutos han sido bastante intensos, aunque ni siquiera puedo procesar lo que pienso ni lo que siento; es como si me hubieran atropellado y aún no me doy cuenta´.
“Estoy embarazada”, le doy la noticia y él me mira con una sonrisa y lágrimas en la cara, mientras yo solo suspiro.
“Eres muy joven, aún eres mi bebé. Me enteré cuando pasaban las noticias sobre nosotros en la televisión del comedor. Ya sé quién es, es un buen hombre, pero no quita el hecho de que me enoja porque eres muy joven”, escucho el regaño de mi padre y sé que no le va a dar tiempo de darme un sermón, porque si lo haría.
“De todos modos, me ayudará a terminar mi carrera de arquitectura, también llevaré a cabo mi embarazo y me quedaré con mi hijo”, al terminar de decir eso, me doy cuenta de que me he sobreexaltado un poco.
Me he levantado de la silla, así que me siento otra vez.
Justo en ese momento, mi padre se carcajea como si ya no tuviera remedio, por lo que arqueo una ceja y miro mi reloj de muñeca y solo nos queda un minuto.
“Te pareces mucho a tu madre cuando estaba embarazada de ti, lo que me animó a seguir adelante por ustedes”, confiesa con palabras llenas de ternura.
Inclino la cabeza y lo observo dulcemente, lo que de inmediato me hace repensar las cosas.
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