La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 63
Capítulo 63:
En el baño, Celia tarareaba una canción mientras se duchaba, y se aseguró de lavar cada centímetro de su cuerpo con cuidado porque no quería dejar una mala impresión en Tyson.
Por alguna razón, no estaba tan preocupada como unos días atrás, y de hecho estaba deseándolo. Tan solo de pensarlo, sentía mariposas en el estómago.
En algún momento durante su ducha, se preguntó si debía esperar pacientemente y dejar que él tomara la iniciativa o si debería ser ella quien diera el paso.
De pronto sintió que sus mejillas se calentaban cuando sus pensamientos se desviaron hacia los fuertes e impresionantes músculos debajo de la camisa blanca de Tyson.
No obstante, sus labios se fruncieron cuando se le ocurrió otra cosa. Arrojársele encima podría ser un poco atrevido. ¿Y si él prefería a una chica que no fuera tan audaz en ese aspecto?
Cuanto más reflexionaba sobre la posible reacción de él, más tímida se ponía Celia, y su valentía la abandonaba. Inconscientemente, sus manos se aceleraron mientras continuaba enjabonándose.
Una vez que terminó su ducha, salió del baño, pero desafortunadamente no llegó a la puerta porque solo había dado unos pocos pasos cuando resbaló y se cayó. Un grito de dolor salió de su boca no bien golpeó el suelo.
El ruido sobresaltó a Tyson, quien, inmediatamente, dejó caer los platos y corrió hacia el baño.
“Cece, ¿Qué pasa?», cuestionó ansiosamente al tiempo que golpeaba la puerta.
Las rodillas de Celia estaban raspadas y la sangre corría por sus rodillas hasta el suelo.
Estremeciéndose levemente ante la vista de su sangre acumulada en el suelo, ella agarró un pañuelo y la limpió. Aguantando el dolor, ella le respondió a Tyson con tanta firmeza como pudo.
“No te preocupes, no hay nada de qué preocuparse. Estoy bien».
Y es que ella no podía permitir que él descubriera que se había caído. No solo era vergonzoso admitirlo, sino que era posible que él cancelara todo por preocupación.
Usando la pared como apoyo, ella se tambaleó para ponerse de pie. Sin embargo, cuando trató de pararse, sus rodillas cedieron, y perdiendo el equilibrio, volvió a caer.
La segunda caída fue peor que la primera, y esta vez no pudo levantarse por su cuenta. Tumbada en el suelo, ella se sintió bastante desafortunada.
Mientras esperaba afuera del baño, Tyson escuchó el ruido y se preocupó más, por lo que abrió la puerta de una patada y entró corriendo para ver cómo estaba Celia.
Desnuda, ella estaba medio arrodillada en el suelo, y apenas la puerta se abrió de golpe, levantó la cabeza en estado de shock. Sus miradas se encontraron, y ella no podía moverse aunque estaba muy avergonzada. Su cerebro se reactivó medio segundo después, y con otro rubor profundo, cubrió sus partes privadas con las manos.
Sin quitarle los ojos de encima, Tyson se quitó el abrigo y la cubrió. Acto seguido, cerró el agua todavía corriendo.
La herida en las rodillas y piernas de la mujer lo hicieron fruncir el ceño, pero eso no lo detuvo de cargarla y sacarla de allí.
Temeroso de hacerle más daño, él la colocó en la cama con el mayor cuidado posible.
«Estás herida, pero todavía dices que estás bien», reprochó suavemente. Sin esperar a que ella dijera una palabra en su defensa, él se inclinó y comenzó a hurgar en el botiquín de primeros auxilios. Finalmente encontró la medicina y la gasa que había estado buscando.
Celia se acomodó el abrigo para poder cubrir más parte de su cuerpo, y evitando su mirada, dijo con torpeza: «Me resbalé y me caí; no es grave».
«Estás sangrando. ¿Cómo podría estar bien eso?».
Por primera vez, el tono de Tyson fue duro al dirigirse a Celia.
Tras desinfectarle las heridas con alcohol, aplicó la medicina con cuidado siendo más meticuloso que un científico haciendo experimentos.
La sombría expresión de su rostro hizo que Celia se echara a reír, y agarrándole la barbilla, lo miró fijamente, completamente enamorada.
«La verdad es que eres muy fuerte. De hecho no parecías alguien enfermo cuando abriste la puerta de una patada».
En ese momento, él parecía un caballero de brillante armadura, y Celia no tenía dudas de que su fuerza también sería así en la cama. Pensar en el desempeño de Tyson en la cama fue algo que no pudo controlar, y pronto se encontró pensando en otras cosas obscenas que la hicieron sonrojar a más no poder.
Tyson quedó estupefacto al caer en cuenta de la implicación de sus palabras. Si él no le daba una buena explicación, su pequeño engaño saldría a la luz, y Celia descubriría que solo estaba fingiendo estar enfermo y débil. Pensando en ello, murmuró: «Solo pude derribar la puerta porque la preocupación que sentía por ti me hizo olvidar mi enfermedad».
Sus palabras endulzaron a Celia de pies a cabeza.
Tyson era bueno vendando.
No obstante, cuando estaba terminado de ajustarlo, Celia sintió una punzada y accidentalmente pateó la botella de alcohol.
Automáticamente ella alargó la mano para agarrar la botella, pero el abrigo que la mantenía tapada cayó al suelo.
«Cece, ¿Estás bien?».
Tyson inmediatamente levantó la cabeza con preocupación solo para encontrarse con los ojos almendrados de la mujer y de repente tuvo el impulso de sentir todo su cuerpo contra el suyo. Entonces las ardientes yemas de sus dedos le frotaron el tobillo con coquetería.
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